Lech Walesa: "Quiero un Gobierno que ame a la sociedad y que nosotros amemos al Gobierno, y alg¨²n d¨ªa as¨ª ser¨¢"
En su reaparici¨®n ante la Prensa, un mes despu¨¦s de su liberaci¨®n del internamiento y al d¨ªa siguiente de su arresto policial en Gdansk, el presidente del sindicato prohibido Solidaridad, Lech Walesa, declar¨® que est¨¢ dispuesto a seguir la lucha con medios pac¨ªficos, critic¨® la violencia de las autoridades polacas y dijo sobre los que todav¨ªa act¨²an en la clandestinidad que cada uno puede seguir su propio camino, aunque ¨¦l prefiere el legal. Una caravana de casi veinte coches sali¨® de un hotel de Gdansk, al lado del B¨¢ltico, con unos sesenta periodistas extranjeros, que hab¨ªan acordado presentarse en bloque en la casa de Walesa para evitar las detenciones aisladas, como ocurri¨® el d¨ªa anterior.
Desde que, hacia las nueve de la noche del jueves, se supo que Walesa estaba en libertad, su tel¨¦fono no ces¨® de comunicar. Era un Walesa risue?o y euf¨®rico, que daba citas a todos para el viernes a las once en su casa: "Os contar¨¦ todo y podr¨¦is sacarme el jugo hasta que quer¨¢is". El mismo barrio de bloques enormes de casas, pero en esta ocasi¨®n no hay controles policiales. S¨®lo en el portal de la casa de la calle Pilotow, 17, hay dos miembros de la milicia (polic¨ªa), que se esfuerzan en tomar los nombres de la masa de periodistas que se les vino encima. Hay empujones y hasta un intercambio de injurias con promesa de machacarle los ¨®rganos genitales a un periodista norteamericano de la cadena de televisi¨®n CBS, que se distingu¨ªa por sus empujones para entrar el primero en la casa de Walesa.A la puerta del piso de Walesa, un letrero advierte "vivienda privada". Hay dos botellas vac¨ªas de leche en la escalera y la pintura plastificada de la puerta es de un marr¨®n subido. Se abre la puerta y aparece Henio, el ch¨®fer, guardaespaldas y chico para todo de Walesa. En el pasillo de la entrada hay una cruz hecha con corchos. De la cocina llega un penetrante olor a comida y lloros de ni?o peque?o.
Un aire peque?oburgu¨¦s
En el piso, por dentro bien construido, hay un tresillo de tela y un mueble-biblioteca de calidad. La alfombra parece buena. Walesa est¨¢ en camisa de franela, gordo y risue?o, de presidente en activo de Solidaridad. Fuma cigarrillos de la marca Peter Stuyvesant. Todo tiene un aire peque?oburgu¨¦s.
Walesa habla delante de una pintura, un poco cursi, del papa Juan Pablo II. En una pared hay una foto firmada del cardenal Wyszyrtski y un tapiz de lana de la virgen negra de Czestochowa.
En el mueble-biblioteca hay libros de Derecho Romano, Derecho Constitucional, la Constituci¨®n polaca del 3 de mayo, unos poemas polacos cl¨¢sicos y otro titulado Lucha por los derechos populares, sin que falte una biograf¨ªa del cardenal Wyszynski. Hay tambi¨¦n en el mueble varios bustos, del mariscal Pilsudski (el padre de la Polonia surgida de nuevo al fin de la primera guerra mundial), otro del general Sikorski (jefe del Gobierno polaco en el exilio durante la segunda guerra mundial) y una cabeza de escayola dorada de Walesa.
En una repisa hay un tel¨¦fono de un verde que hiere la vista, debajo de una talla de madera que representa a dos leones rampantes que levantan el escudo de Solidaridad, con una inscripci¨®n que dice Nec timere nec timide (Sin temeridad, sin timidez). Walesa explica que el jueves por la ma?ana llegaron a su casa varios zomos (unidades especiales de la polic¨ªa), que tra¨ªan escudos y barras de hierro para utilizarlas como arietes.
"No mostraron su documentaci¨®n, pero yo respeto el uniforme y por eso fui con ellos. Me llevaron a la delegaci¨®n de Hacienda para hablar de finanzas, pero no nos entendimos. Eso dur¨® una media hora". El fiscal de Gdansk ha abierto un sumario contra Walesa y la direcci¨®n de Solidaridad de la regi¨®n por presuntas irregularidades en la contabilidad.
Walesa contin¨²a diciendo que, "al terminar en la delegaci¨®n de Hacienda, me secuestraron unas personas de paisano, que iban en coches civiles, eran m¨¢s que yo y no pude escaparme, pero fue un aut¨¦ntico secuestro. Me llevaron en coche, dando Vueltas todo el d¨ªa, de Gdansk a Gdynia, hasta las 19.30 horas, cuando llegu¨¦ a casa con la cabeza mareada".A esa hora ya se hab¨ªa terminado la misa y la polic¨ªa hab¨ªa disuelto f¨¢cilmente los t¨ªmidos intentos de manifestaci¨®n en las proximidades de la iglesia de Santa Br¨ªgida, en el barrio del astillero Lenin.Walesa dice que le trataron con toda correcci¨®n y "ya estaba prevenido; no me sorprendieron, por eso distribu¨ª el discurso que iba a pronunciar y vosotros no lo publicasteis, porque pensabais que no era aut¨¦ntico".
Walesa se muestra encantador y dispuesto a responder a todas las preguntas "hasta las siete de la tarde, si hace falta".
Sensaci¨®n de desamparo
Las respuestas de Walesa dan la sensaci¨®n de que no tiene mucho que decir. El mes de reflexi¨®n que pidi¨® para tomar postura ha transcurrido, sin que Walesa parezca estar en condiciones de marcar una l¨ªnea a sus seguidores.
Walesa nunca se acerca a las masas populares, donde se mov¨ªa como pez en el agua. Separado de unas masas dispersadas por la represi¨®n policial, Walesa da sensaci¨®n de desamparo, casi de persona privada, como le califica el Gobierno polaco.
Las respuesta que da en la conferencia de Prensa las tiene bien aprendidas y son una sucesi¨®n de viejos t¨®picos, buenas intenciones y falta de orientaci¨®n. Walesa las repite porque las conferencias de Prensa se suceden en cascada. Primero, para radio y televisi¨®n, y luego la Prensa escrita. Todos no caben en el cuarto de estar de los Walesa, donde tambi¨¦n se sienta su hermano Stanislaw, que vive normalmente en Bydgoszcz, y aparece de cuando en cuando alguno de sus siete hijos.
A la puerta de la cocina, Danuta, la mujer de Walesa, intenta re presentar con naturalidad escenas de la vida cotidiana para las c¨¢maras de televisi¨®n.
Walesa. explica que tiene todavia vacaciones hasta el 15 de enero y luego un mes del a?o anterior; no sabe si volver¨¢ a trabajar en el astillero Lenin ("yo amo al astillero, pero hay, muchas cosas que se aman y no siempre se consiguen"). "Quiero un Gobierno que ame a la sociedad y que nosotros amemos al Gobierno, y alg¨²n d¨ªa as¨ª ser¨¢", recalca Walesa. "Se necesita buena voluntad de ambas partes para encontrarnos en ese camino".
Y sobre los nuevos sindicatos creados por la ley, que prohibi¨® al mismo tiempo Solidaridad, Walesa declara que "soy partidario del pluralismo y no puedo oponerme a ellos, pero al mismo tiempo quiero volver a ocupar mi puesto en el sindicato que ten¨ªamos".
El l¨ªder sindical polaco se manifiesta partidario de que "no se juegue sobre el mismo tablero, unos ajedrez y otros a las damas. Las porras contra los argumentos. Yo estoy por la fuerza de los argumentos y no por los argumentos de la faerza".
Preparado para todo
La Iglesia, para Walesa, es "una cosa sagrada" y al mismo tiempo tab¨². "No me manifestar¨¦ sobre los m¨¦todos de la Iglesia, porque hay que saber mucho para comprenderlos. Yo nunca juzgar¨¦ a la Iglesia, yo soy un buen cat¨®lico", y da a entender que aceptar¨ªa normas de la Iglesia con las que no est¨¢ de acuerdo.
En un momento, Walesa parece m¨¢s concreto en sus declaraciones, cuando habla de los que se mantienen en la clandestinidad, y dice que "el programa del congreso de Solidaridad obliga a todos, y cada uno tiene que cumplirlo seg¨²n sus posibilidades. No se puede obligar a la gente a, seguir un camino determinado. Yo soy partidario del. camino pac¨ªfico y legal, aunque el otro (la clandestinidad) tambi¨¦n es pac¨ªfico. Yo no puedo cambiar, aunque mi camino sea m¨¢s largo".
Walesa dice que ¨¦l cumplir¨¢ el juramento que hizo de los estatutos de Solidaridad y respetar¨¢ el programa, "aunque yo vot¨¦ en contra". Tambi¨¦n declara que no tuvo contactos con los clandestinos, "porque esto ser¨ªa peligroso para ellos".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.