El sueldo de los diputados
He le¨ªdo que sus se?or¨ªas, para elevar el standing propio, han decidido equipararse en sueldo con los directores generales ('tot senatores tantae directiones") en torno al cuarto de mill¨®n mensual, bicoca que acaso incluya con sagaz previsi¨®n cierto tipo de plus por peligrosidad en el oficio: nunca se sabe cu¨¢ndo ser¨¢ el pr¨®ximo asalto, el futuro exilio, y hay que ahorrar, pues se?or¨ªa prevenida vale por dos. Vaya, pues, que las se?oras de sus se?or¨ªas (!) han de haberse visto obligadas a recomendar a estas ¨²ltimas la imperiosa necesidad de incremento en el pellizco.Lo cierto es que tanta prisa por mamar un poco m¨¢s las ubres de la generosa matrona estatal recuerda a otros tiempos, al punto de hacer enrojecer (en mi caso, de ajena verg¨¹enza) a unos, y colocar de un azul cian¨®tico a otros, que ven c¨®mo tan suculento chollo cae mensualmente a los malos de la anterior pel¨ªcula, mientras que el pueblo ya no se extra?a de que los reformadores y los reformados sean cu?a de una misma madera, a la hora de malentender eso de que la caridad bien entendida comienza por uno mismo. Todos coinciden, en efecto, en validar el lema "el Parlamento para quien lo trabaja", y todos quieren dar la impresi¨®n de ser trabajadores del Parlamento.
Consumado el hecho, los h¨¢biles trabajadores del Parlamento desplegar¨¢n su ret¨®rica de combate para justificar lo injustificable: "Perdemos dinero", dir¨¢n los que antes de la ocupaci¨®n recib¨ªan sueldos millonarios y, pese a tal, no tuvieron escr¨²pulos en presentarse como tribunos de la plebe; "somos dignos de toda loa asegurando un sueldo decente para evitar la tentaci¨®n del pluriempleo", secundar¨¢n los que, sin atender a quienes no tienen sueldo ni empleo, no caen tampoco en la cuenta de la indecorosa situaci¨®n a que se fuerza a la mayor¨ªa, que vive a trienios luz de tama?a soldada, ni reparan en la posibilidad de vivir como el ciudadano medio; "la alternativa es soborno, o sueldo de director general", terciar¨¢ el dial¨¦ctico de las disyunciones, mientras deja al grueso del pueblo hundido en la miseria y sin el famoso sueldo.
?Ah, las se?or¨ªas! ?Qu¨¦ poco recaban la opini¨®n p¨²blica cuando se trata de autoasignarse los doblones! ?Qu¨¦ satrapesco proceder cuando de cosa argentaria se trata.
Ejemplaridad por abajo
A quienes sienten la nostalgia de la justicia les mueve a dolor -por decirlo con esa cuasim¨ªstica expresi¨®n- la carencia de clase de las se?or¨ªas socialistas "de toda la vida" ('in pectore"), que, a buen seguro, huir¨ªan como almas en pena de sus esca?os si alg¨²n obrero les recordase seriamente que ellas -las se?or¨ªas- son servido ras del pueblo, y que tal servicio debe traducirse en equiparidad con el sueldo de pe¨®n de alba?il, como m¨¢ximo. Y que la ejempleridad comienza desde abajo, al menos la solidaridad socialista, pues las otras solidaridades no van m¨¢s all¨¢ del rollo famoso de las revoluciones pendientes, los luceros, las rosas, y, al fin, el yugo. Pero no: henos yendo del viejo revestimiento de los honorables y seniores, a la Investidura del consenso, para re calar en el travestimiento que apela a la parafernalia simb¨®lica socia lista para vaciarla de contenido sem¨¢ntico y despojarla de efectividad pragm¨¢tica. Dados vamos, amigo Sancho.
Pero no te importe Sancho, amigo, que los te¨®ricamente socialistas, hoy psocialistas euroalemanes, digan que por su cr¨ªtica habla la derecha, pues si a tal torpe reproche dieses p¨¢bulo, hubieres tenido que prestar o¨ªdos al que en el pasado te dirigiera la derecha misma, esta vez acus¨¢ndote de enemigos del orden. Lobos de la misma camada son, Sancho bueno, para quienes estar¨¢s en descr¨¦dito mientras les recuerdes la memoria hist¨®rica de que huyen, y en tanto oficies como s¨¢tira permanente de malas costumbres. S¨¢bete Sancho, que quienes fueron ayer convocados para desfacer los entuertos se han dejado hoy encantar por falsas sirenas, de modo que si quieres ayudarles con tu cr¨ªtica has de atarte fuertemente al m¨¢stil, como el Ulises de anta?o.
Pues, en el fondo, los desmanes de las se?or¨ªas, de suyos infaustos, t¨®rnase nefastos por el efecto corrosivo y el mal ejemplo que en el pueblo producen, pueblo que por carecer ahora de referentes meliorativos se ha dado a imitar el comportamiento del poder, que no s¨®lo corrompe hacia el interior, sino que degenera hacia el exterior con su breviario de podredumbre. ?A qui¨¦n extra?ar¨¢ que, tras las huellas de las se?or¨ªas, el trabajador tome su cafelito en horas de trabajo; llegue tarde al entrar y se le vea s¨®lo puntual para salir; utilice el tel¨¦fono estatal para sus usos privados; falte sin tino; sea de oficio reivindicante; deje las luces encendidas porque lo paga el Estado; devuelva mentira por mentira; ponga la sospecha por delante del di¨¢logo; se niegue a ceder voluntariamente uno de sus dos trabajos al parado, o a compartir su pan, o a dedicar su tiempo libre a quien no paga por esa atenci¨®n fuera de horario remunerado?
Con todo esto no se pretende justificar al pueblo, todo lo contrario: se pretende insinuar que no se supera a las se?or¨ªas m¨¢s que cuando se opta por hacer lo contrario que ellas. Criticar a los gobernantes, pero imitarles es prueba de mala fe, y en muchas ocasiones tras la cr¨ªtica se esconde la envidia y la malevolencia. Y as¨ª no valdr¨ªa, pues s¨®lo hay legitimaci¨®n moral y s¨®lo ejercicio ¨¦tico de la cr¨ªtica cuando se est¨¢ dispuesto a ser de otro modo a como son los criticados. En el fondo, late en este escrito la convicci¨®n de que hay bastantes se?or¨ªas honradas, y a ellas me dirijo: ?No cabr¨ªa renunciar a tan desorbitado aumento de sueldo? ?No se podr¨ªa someter a consideraci¨®n de los electores las cotas de incremento correspondientes al alza del coste de vida? ?No habr¨ªa alg¨²n procedimiento para soslayar tan impopular como an¨¦tica medida? No se fuerce al pueblo tan duramente acosado por el paro y el despido amenazante a ver a sus representantes como a sus se?oritos, pues, si ha de ser as¨ª, ?hasta cuando, psocialistas, abusar¨¦is de nuestra paciencia? ?Hasta cu¨¢ndo os pondr¨¦is a la altura... del bet¨²n?
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