Desarticulada en Barcelona una banda de falsificadores de d¨®lares
Jos¨¦ Miguel Guti¨¦rrez Mart¨ªnez, un impresor en dificultades despu¨¦s de que sus bienes fueran embargados hace dos a?os por sus acreedores impacientes; Hugo Noel Maqueira Salandr¨², un uruguayo con un rosario de antecedentes por proxenetismo y delitos menores; y Wanderley Rodr¨ªguez Suzano, un brasile?o de 43 a?os que ha tratado de hacer valer su condici¨®n de ex agente del gobierno de su pa¨ªs y del tristemente c¨¦lebre Escuadr¨®n de la Muerte brasile?o, son los protagonistas esenciales de una espectacular falsificaci¨®n de d¨®lares descubierta por la Polic¨ªa de Barcelona y Madrid.El primer contacto de Hugo Polic¨ªa espa?ola se produjo en Barcelona hace ocho a?os, al verse envuelto en un asunto de proxenetismo de poca monta. Hizo fortuna con rapidez y se convirti¨® en uno de los elementos punteros en la colocaci¨®n de cheques de viaje en territorio espa?ol.
Cuando una persona pr¨®xima a ¨¦l le propuso embarcarse en la operaci¨®n de su vida no se lo pens¨®. Los clientes dieron todas las garant¨ªas. Eran Wanderley Rodr¨ªguez Suzano, brasile?o, 43 a?os, y Eduardo Fello Dom¨ªnguez, de 42, uruguayo con documentaci¨®n brasile?a. Con ellos colaboraba, en segundo plano, Hebert Julio Dom¨ªnguez Carballo.
Hugo Noel no tuvo que darle muchas vueltas para dar con la persona precisa para el negocio: Jos¨¦ Miguel Guti¨¦rrez Mart¨ªnez, nacido en Logro?o, un comerciante con el agua al cuello, al que conoc¨ªa desde hac¨ªa meses. Guti¨¦rrez hizo cuentas. Cuatro millones de d¨®lares falsos vendidos a los brasile?os deb¨ªan dejar un mill¨®n de d¨®lares limpios. El 90% ir¨ªa a parar a manos de Noel. Pero el 10% quedar¨ªa para el impresor.
El 15 de diciembre, Noel penetr¨® en la imprenta de la calle Arnaldo de Oms. La polic¨ªa esperaba fuera. Se encerraron s¨®los dos d¨ªas y dos noches enteros. Los fotolitos estaban listos para producir formidables billetes de cien d¨®lares. A las diez de la noche del d¨ªa 17 Noel sali¨® del taller de impresi¨®n para trasladarse a Sant Vicen? dels Horts y exhibir una muestra de su obra a los brasile?os tranquilos. En ese momento la polic¨ªa, aterida ya de fr¨ªo y sue?o tras dos d¨ªas de espera paciente, intervino.
Los fotolitos estaban a punto, las planchas e aluminio listas, quinientas cartas de identidad francesas y cincuenta belgas falsas, cientos de ellas con nacionalidad a¨²n por determinar. Todo reluciente ante los ojos de los inspectores.
All¨¢ donde los polic¨ªas pon¨ªan la mano aparec¨ªan eurocheques, pasaportes falsos, nuevos fotolitos, tarjetas de identidad rellenas. All¨¢ donde buscaban aparec¨ªa un miembro de la banda de Hugo. Seis ratas de hotel y descuideros viejos conocidos de la polic¨ªa.
Lo que no saben ni Hugo Noel Maqueira, el delincuente uruguayo que acab¨® sepultado por sus ¨¦xitos, ni Jos¨¦ Miguel Guti¨¦rrez, el impresor atrapado en su fracaso, es que en el piso de Sant Vicen? dels Horts no les esperaba el golpe final con el que so?aban. Les aguardaban siete paquetes de gu¨ªas telef¨®nicas de curso perfectamente legal primorosamente recortadas imitando la forma y el tama?o de los billetes de cien d¨®lares.
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