Una tentativa de balance del Primer Coloquio Vasco-Catal¨¢n de Historia
Durante los pasados d¨ªas 20, 21 y 22 de diciembre tuvo lugar en la localidad catalana de Sitges el Primer Coloquio Vasco-Catal¨¢n de Historia, en cuya convocatoria y organizaci¨®n intervine activamente. Atr¨¢s ya unas jornadas de tensa participaci¨®n y unas todav¨ªa m¨¢s ajetreadas semanas de preparaci¨®n, parece llegado el momento de efectuar el correspondiente balance. Las circunstancias que rodearon a la sesi¨®n de clausura del coloquio me aconsejaron desistir de mi primitivo prop¨®sito de presentarlo entonces, creyendo oportuno evitar cualquier tono intemperante que la crispaci¨®n, producto exclusivamente del cansancio, pod¨ªa haber provocado.Valorar los resultados de una reuni¨®n cient¨ªfica requiere presentar previamente los objetivos que se persegu¨ªan. Yo dir¨ªa que los principales eran tres. Expondr¨¦ el primero con las mismas palabras que se emplearon al convocarla: "Poner en contacto a historiadores vascos y catalanes sobre un amplio abanico de temas de inter¨¦s com¨²n, relativos a la historia econ¨®mica, social y pol¨ªtica del Pa¨ªs Vasco y Catalu?a entre los siglos XVI y XX".
El segundo objetivo consist¨ªa en impulsar la confrontaci¨®n entre lo que sabemos de la historia de las sociedades vasca y catalana, en la convicci¨®n de que percibir semejanzas y contrastes habr¨ªa de pulir y acrecentar nuestros conocimientos. Por ello se solicitaba, con la discreci¨®n adecuada, que "en la medida de lo posible los trabajos que han de servir como base de discusi¨®n de las diferentes sesiones deber¨ªan tener un car¨¢cter comparativo".
El tercer objetivo consist¨ªa en incitar a los historiadores que tienen trabajos en curso (tesis doctorales, por ejemplo) a sintetizar los primeros logros de su investigaci¨®n o a presentar lo que podr¨ªamos llamar productos semiacabados.
Creo que se trata de objetivos perfectamente leg¨ªtimos y razonables, que justifican de sobra la convocatoria. Falta averiguar hasta qu¨¦ punto se alcanzaron, para lo que, en buena t¨¦cnica contable, conviene comparar el pasivo con el activo.
El pasivo
El mejor m¨¦todo para medir el pasivo del Coloquio ser¨¢ dar un repaso exhaustivo a las cr¨ªticas que, sin duda, con la mejor de las intenciones, se han formulado p¨²blica y privadamente.
Quiz¨¢ la de mayor peso sea la que subraya las susceptibilidades inevitables que comportaba la naturaleza de la reuni¨®n. Que un coloquio vasco-catal¨¢n ha de generar irritaci¨®n entre los historiadores del resto de Espa?a es, en mi opini¨®n, una presunci¨®n injusta e incluso un tanto ofensiva para nuestros colegas de otras nacionalidades y regiones. Ning¨²n historiador catal¨¢n se ha sorprendido, que yo sepa, de no haber sido llamado a intervenir en el reciente Congreso de Historia de Castilla y Le¨®n. Se entendi¨®, con l¨®gica sensatez, que quienes han estudiado el pasado castellano-leon¨¦s son fundamentalmente los castellanos y los leoneses.
No estar¨¢ de m¨¢s a?adir que, en nuestro caso, se invit¨® directamente a historiadores, no vascos ni catalanes, que pod¨ªan enriquecer el coloquio. Ah¨ª est¨¢la magn¨ªfica -en todos los sentidos- aportaci¨®n de Domingo Gallego, del Grupo de Estudios de Historia Rural de Madrid, como prueba incontestable. Y conste que otros historiadores espa?oles y franceses no asistieron por imponderables de ¨²ltima hora, pero mostraron en todo momento su buena disposici¨®n.
?Ten¨ªa que haberse convocado, como se ha dicho, no un coloquio vasco-catal¨¢n de historia, sino un coloquio de historia vasco-catalana, para evitar matices exclusivistas? A uno estas cosas le hacen pensar en aquello de rizar el rizo. La respuesta obligada a la pregunta anterior es un rotundo no. Por la sencilla raz¨®n de que esa criatura, la historia, vasco-catalana, no existe. Las sociedades vasca y catalana, como tambi¨¦n sus respectivos procesos formativos, son radicalmente distintas. Basta recordar con Jordi Nadal que "en los ant¨ªpodas del pueblo vasco, en cuya formaci¨®n el aislamiento ha tenido un papel decisivo, el pueblo catal¨¢n es, desde su origen, un pueblo de mezclados, de misgetes, para emplear el t¨¦rmino de Hecateo de Mileto (siglos V y IV a. C.)". As¨ª que de bien lejos vienen las distancias.
Confrontaci¨®n de experiencias
?Por qu¨¦, entonces, la confrontaci¨®n de las experiencias hist¨®ricas vasca y catalana? La inicial enumeraci¨®n de los objetivos del Coloquio lo expresan sobradamente. Pero quiero abundar en el tema. Cre¨ªamos, y sigo creyendo, que los principales conjuntos de hechos acaecidos en ambos escenarios entre los siglos XVI y XX constituyen un terreno singularmente f¨¦rtil piara el an¨¢lisis comparativo.
Pi¨¦nsese, por ejemplo, en fen¨®menos tan sugestivos como la importancia de las actividades relacionadas con la mar y el comercio exterior, la fuerte impregnaci¨®n protoindustrial (textil, siderurgia, construcci¨®n naval ... ) o la estructura de la propiedad ¨²til de la tierra, predominantemente de peque?as dimensiones, con lo que todo ello comporta respecto de las modalidades del cr¨¦dito rural, los mecanismos de apropiaci¨®n del excedente agrario o las modalidades del intercambio de mercanc¨ªas. Eso en cuanto se refiere a la ¨¦poca preindustrial.
Para los siglos XIX y XX todav¨ªa es m¨¢s evidente la comparatividad de las reacciones contra la revoluci¨®n liberal (las guerras carlistas, sin ir m¨¢s lejos), el proceso de industrializaci¨®n, con la estructura social de ella resultante (formaci¨®n de nuevas clases de empresarios y trabajadores industriales, pr¨¢cticamente inexistentes, antes de la ¨²ltima guerra civil, en el resto de Espa?a) y la pol¨ªtica econ¨®mica de sus grupos dirigentes (de tipo industrialista-proteccionista, como no se dio, naturalmente, en ninguna otra parte). Los paralelismos y contrastes de las corrientes nacionalistas o del movimiento obrero en ambos territorios son tan perceptibles que no necesitan comentarios.
?Quiz¨¢ se cometi¨® un error al querer abarcar una tem¨¢tica tan amplia? Evidentemente, no. Si se trataba de tender puentes entre los historiadores vascos y catalanes, como ya se ha explicado, conven¨ªa reunir el m¨¢ximo n¨²mero de historiadores de ambas partes. T¨¦ngase en cuenta que un coloquio (que no es un congreso ni una mesa redonda) sirve fundamentalmente para detectar problemas y estimular la investigaci¨®n.
?pticas distintas
Hay una segunda explicaci¨®n del amplio abanico tem¨¢tico del acto. Para quienes lo convocamos y organizamos, el pasado no es econ¨®mico ni social, ni pol¨ªtico. Es todo eso y mucho m¨¢s a la vez. Lo ¨²nico econ¨®mico, social o pol¨ªtico es la caja de las herramientas del cient¨ªfico. Separar a los especialistas hubiera sido m¨¢s c¨®modo, pero tambi¨¦n, desde luego, menos estimulante. Nos pareci¨®, y me sigue pareciendo, muy deseable yuxtaponer esas ¨®pticas distintas, en la perspectiva de la historia total que tantas veces ha propuesto Pierre Vilar. Estoy convencido de que es un buen camino hacia la meta de que la historia deje de ser "conocimiento libresco para recuperar su leg¨ªtima funci¨®n de herramienta para la construcci¨®n del futuro", seg¨²n f¨®rmula acu?ada por Josep Fontana.
Existe un tercer motivo para la propuesta de una tem¨¢tica tan amplia que considero definitivo. Ah¨ª va: al realizar an¨¢lisis comparativos sobre parcialidades o peque?eces se cae en lo puramente anecd¨®tico y aun en lo grotesco. Por eso al convocar el Coloquio se indicaba: "El prop¨®sito de estas reuniones no es el de compendiar resultados de investigaciones puntuales, sino dar pie a la exposici¨®n de interpretaciones de car¨¢cter relativamente general". Por cierto, que se trata de un ejercicio intelectual dificil que requiere grandes dosis de erudici¨®n, en el sentido m¨¢s noble de la palabra, y asimismo, alguna audacia intelectual. As¨ª que el reto -y el riesgo- no era peque?o.
Situ¨¢ndome ahora en una perspectiva m¨¢s general, a?adir¨ªa que un hipot¨¦tico coloquio entre extreme?os y murcianos, por poner un ejemplo, no habr¨ªa de levantar suspicacias de ninguna clase. Como catal¨¢n, y simplemente como persona, me niego a admitir que haya nacido con estigma alguno que me impida reunirme en el terreno personal, y lo mismo digo del ¨¢mbito cient¨ªfico, con quien se me antoje. Si existiera discriminaci¨®n, cosa que no creo y que el buen sentido y el esp¨ªritu de la propia Constituci¨®n espa?ola proh¨ªben, ser¨ªa un problema de los supuestos discriminadores y no de los discriminados.
Vocaci¨®n de Pilatos
Queda, finalmente, una ¨²ltima objeci¨®n. Si las comunicaciones del Coloquio Vasco-Catal¨¢n hubieran sido distribuidas con antelaci¨®n suficiente, las sesiones de debate habr¨ªan resultado m¨¢s ¨¢giles. ?Astuta observaci¨®n! Son cosas que suceden, no obstante, en las mejores familias.
Los organizadores podr¨ªamos lavarnos las manos sin m¨¢s que explicar que pr¨¢cticamente nadie cumpli¨® la condici¨®n explicitada en la segunda circular (septiembre): "El plazo de recepci¨®n de los originales se dar¨¢ por concluido, en todo caso, el d¨ªa 22 de noviembre. Es muy necesario disponer efectivamente de todos los textos en esa fecha. De lo contrario, no habr¨ªa posibilidad de remitir las correspondientes reproducciones a todos los participantes".
Pero uno no tiene vocaci¨®n de Pilatos, as¨ª que voy a huir de la justificaci¨®n para tratar de encontrar la explicaci¨®n. La culpa del incumplimiento de los plazos previstos est¨¢ en la fecha de celebraci¨®n del Coloquio, al t¨¦rmino de un trimestre acad¨¦mico muy cargado. Sin embargo, la elecci¨®n de esas fechas, pese a las consecuencias que acabo de exponer, fue un gran acierto. Efectivamente, con ello se incurri¨® en costes de oportunidad, es?decir, p¨¦rdida de horas lectivas -puesto que la inmensa mayor¨ªa de los participantes son profesores universitarios-, nulos. Un acierto ajeno, todo hay que decirlo, ya que nos limitamos a plagiar la ubicaci¨®n temporal que eligiera Gabriel Tortella para la celebraci¨®n del II Congreso de Historia Econ¨®mica de Espa?a, en Alcal¨¢ de Henares, ahora hace exactamente un a?o.
El tan tra¨ªdo y llevado Coloquio, se dir¨¢, podr¨ªa haberse efectuado en verano. Pero tambi¨¦n los historiadores, aunque sean vascos y catalanes, tienen derecho a las vacaciones estivales. Lo mismo digo de las celebraciones navide?as. Ocupar m¨¢s d¨ªas en la reuni¨®n de Sitges hubiera supuesto, adem¨¢s de la necia asunci¨®n de un grave riesgo de fracaso, una impertinente muestra de sadomasoquismo.
Nos queda la tranquilidad, si alg¨²n fallo se hubiera cometido, del bajo coste, en t¨¦rminos monetarios, del Coloquio. Coste inferior al precio del m¨¢s sencillo de los utilitarios que puedan encontrarse hoy en el mercado. As¨ª que.nadie nos va a poder acusar de despilfarrar los caudales p¨²blicos.
El activo
Si todav¨ªa no he acabado, por aburrimiento, con la paciencia del lector, tratar¨¦ de mostrar lo que me parece el activo del Coloquio de Sitges. Para eso no hay m¨¢s que regresar a la presentaci¨®n de los objetivos. Que se han abierto canales de comunicaci¨®n entre los historiadores vascos y catalanes lo demuestra, por s¨ª sola, la muy positiva respuesta que la convocatoria alcanz¨®. Que se ha impulsado el estudio del pasado de las sociedades vasca y catalana, a trav¨¦s del ensayo comparativo, se comprueba con la simple lectura de los t¨ªtulos de un elevado porcentaje de las comunicaciones presentadas. Quiero a?adir, porque me parece justo, que en ese terreno se han realizado trabajos de gran originalidad y brillantez como, por ejemplo, el de Luis Mar¨ªa Bilbao, que me atrevo a mencionar porque se mueve en un campo que creo conocer bien.
?Es cierto que se han presentado s¨ªntesis provisionales o resultados parciales de investigaciones en curso, de enorme inter¨¦s en muchos casos? Nadie lo discutir¨¢ con s¨®lo examinar las ponencias no comparativas. Es m¨¦rito indiscutible, a mi entender, de este Coloquio, de quienes intervinieron en ¨¦l, el haber huido del examen de hechos irrelevantes o de minucias, lo que constituye el principal vicio profesional del historiador.
Mi impresi¨®n personal sobre la calidad intelectual y la altura cient¨ªfica del conjunto es muy optimista. Creo que, en este punto, los resultados del Coloquio de Sitges resisten perfectamente la comparaci¨®n con cualquiera de las reuniones cient¨ªficas del mismo car¨¢cter y pretensiones que se hayan efectuado en el pa¨ªs y fuera de ¨¦l. En todo caso, me atrevo a solicitar de los expertos en la cr¨ªtica de la producci¨®n historiogr¨¢fica un an¨¢lisis detallado de las comunicaciones presentadas. El generoso respaldo material de la Diputaci¨®n Provincial barcelonesa ha de permitir la publicaci¨®n del volumen que las re¨²na, si no surgen dificultades imprevisibles, en un plazo no superior a un a?o. Esa podr¨ªa ser la oportunidad precisa.
?Ha de ser este Primer Coloquio Vasco-Catal¨¢n de Historia el ¨²ltimo? Yo espero que no sea as¨ª. La f¨®rmula me parece buena para confrontar experiencias con historiadores de otros territorios de Espa?a y tambi¨¦n, por ejemplo, de otros pa¨ªses del ¨¢mbito mediterr¨¢neo. Naturalmente que los objetivos de una segunda reuni¨®n vascocatalana no pueden ser los mismos. Entre otras cosas, porque los que se fijaron en la primera ocasi¨®n ya se han alcanzado. Sin embargo, no ser¨¦ yo quien se meta otra vez en semejante fregado. O as¨ª me lo parece. Tambi¨¦n es verdad que, como se suele decir, el hombre es el ¨²nico animal que tropieza dos veces en la misma piedra.
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