La incre¨ªble historia de una familia con quince hijos que lucha contra el hambre, el desahucio y los cortes de luz
Con una pensi¨®n de invalidez de 8.400 pesetas mensuales intenta sobrevivir cada d¨ªa
Envueltos en mantas, pero sin conseguir quitarse el fr¨ªo de los huesos, Juan Jos¨¦ Sao, su mujer Isabel y una docena de sus quince hijos, sobreviven acorralados en un piso de Salt, poblaci¨®n pegada a Gerona, con una pensi¨®n de invalidez permanente de 8.400 pesetas. "Desde que me dio el infarto, hace un par de a?os, apenas logramos llevarnos a la boca una comida caliente al d¨ªa", explica Juan Jos¨¦, con una mezcla de desesperaci¨®n y fatalismo. Ahora, a sus 58 a?os, este hombre enfermo, camarero de profesi¨®n, que ha "probado fortuna, pero sin suerte, en m¨¢s de cien empresas a lo largo de mi vida", vive acosado entre los rostros hambrientos de sus hijos y las continuas amenazas de desahucio cortes de luz o de un embargo.
Cada timbrazo llena de desaso siego a la familia que se arremolina alrededor de la mesa ante el temor constante de que les echen del piso, les dejen sin luz, les corten el agua o embarguen los pocos muebles. "Cuando les vi a ustedes tuve un gran alivio", dice el padre, tom¨¢ndose un respiro, "porque me tem¨ªa que fueran los de la el¨¦ctrica que vinieran a cortarme la luz. Hasta hace pocos d¨ªas viv¨ªamos a oscuras, pero un abogado de Gerona, que no quiere que diga su nombre, me pag¨® los ¨²ltimos recibos y hemos podido volver a encender las bombillas".
"Con el agua estamos igual, tambi¨¦n me han dado el ultim¨¢tum", prosigue con tono resignado, "siempre tengo que contar lo mismo, que no tengo dinero, que no tenemos ni para comer, que es imposible pagar, hasta que al final, por piedad o por no o¨ªrnos m¨¢s, se marchan y nos dejan tranquilos una temporada. Pero a veces se hartan y nos cortan el suministro".
"Vivimos cada d¨ªa de favor"
Entonces empieza un nuevo peregrinaje para Juan Jos¨¦, quien tiene que volver a repetir el conocido recorrido de sus amigos, sus protectores, las oficinas de asistencia social, hasta que se abre una puerta y vuelve a soltar la misma historia de siempre, a?adiendo el ¨²ltimo agravante y alguien se apiada y le vuelven a conectar el servicio. "As¨ª vivimos de favor cada d¨ªa"."Y cuando ya tengo el agua, y parece que me dan un descanso", explica en su largo mon¨®logo, "entonces vienen los del Patronato Provincial de la Vivienda para recordarme todos los alquileres que les debo. Me siento atrapado de nuevo. No puedo pagar ni prometer nada. Pero, ?se pueden pagar 7.500 pesetas de alquiler si todos mis ingresos son una pensi¨®n de 8.400 pesetas?".
Recuerda que, en su momento, hace unos cinco a?os, este piso fue toda una bendici¨®n. "Entonces viv¨ªamos cerca de la carretera en un lugar donde se nos com¨ªan las moscas. Hab¨ªa una f¨¢brica de embutidos cerca que soltaba restos de animales por los desag¨¹es atrayendo todos los bichos imaginables. Un d¨ªa que pasaba por all¨ª el gobernador civil, se: qued¨® con el coche atascado por un fallo del radiador. Vino a pedirnos agua y al Ver toda la gente que viv¨ªamos all¨ª, se asust¨® y me dijo: Vaya ma?ana al Patronato de la Vivienda, que ustedes no pueden seguir as¨ª'. Fui con muy pocas esperanzas, pero al d¨ªa siguiente ya me dieron la llave del piso. No me lo cre¨ªa".
Los Sao recuerdan aquella ¨¦poca como la mejor de su vida. Aunque Juan Jos¨¦ no ten¨ªa un empleo fijo, le sal¨ªan muchos servicios de camarero para banquetes de bodas y bautizos. "Pero aquello se acab¨® enseguida, en cuanto me dio el primer infarto. Desde entonces empezaron a atiborrarme de pastillas que me tienen alelado".
"Nunca tuvimos agua caliente"
"Ahora pasamos con lo m¨ªnimo, nunca hemos tenido agua caliente porque nunca ha habido dinero para el calentador. Nuestra calefacci¨®n es a base de envolvernos con mantas. Ahora repartimos nuestras preocupaciones entre lo que daremos de comer hoy a los ni?os y c¨®mo nos salvaremos del pr¨®ximo aviso de desahucio. Nos alimentamos de patatas. Con un estofado de patatas, cebolla, tomate y unas gotas de aceite nos vamos con el est¨®mago caliente a la cama. La carne, el pescado y la leche entran muy poco en esta casa. Cuando hay suerte les ponemos un huevo frito a los ni?os. De todo esto recibimos una ayuda constante que nos pasa la Asistencia Social del ayuntamiento.Pero no siempre hay cena para los ni?os, que tienen la cartilla de escolaridad llena de faltas de asistencia, "porque cuando no han podido cenar, ni desayunar, no quiero que vayan al colegio para que se caigan mareados por la clase. La escuela la tienen gratis pero nos falta dinero para comprarles los libros. Esto me produce una pena muy grande, porque mis ni?os son list¨ªsimos. No comprendo c¨®mo el Gobierno no se da cuenta y les da todo lo que necesitan".
Ahora su mayor preocupaci¨®n son los hijos, el mayor dio un traspi¨¦s y lo metieron preso. Los cuatro que le siguen, desesperados ante tanta miseria, se fueron de casa ganados por la idea comunista, en busca de su redenci¨®n social. Pero la que les quita el sue?o es Evita, una chiquita de cinco a?os "que tenemos que mimarla mucho. De peque?a tuvo una infecci¨®n, y se le empez¨® a hinchar la cabeza que daba miedo", dice su padre abriendo los brazos con exageraci¨®n. "Le hicieron varias operaciones y al final con unas v¨¢lvulas que le pusieron detr¨¢s de las orejas le sacaron la porquer¨ªa pero la pobre ha quedado paral¨ªtica de medio cuerpo para bajo. Se lo hace todo encima, sin darse cuenta de nada. Necesita que su madre est¨¦ todo el d¨ªa pendiente de ella cuando la tenemos en casa". La ni?a va a una escuela especial privada que les cuesta unas 5.500 pesetas al mes, pero en realidad no les cuesta nada, porque tampoco tienen dinero para pagarla. Aqu¨ª se cruza una queja con una excusa. La ni?a tiene concedida una beca de 40.000 pesetas para su educaci¨®n especial pero, seg¨²n cuentan, el organismo competente no las hace efectivas por falta de fondos.
Juan Jos¨¦ Sao ha vivido siempre a orillas del Mediterr¨¢neo. Hace diez a?os escap¨® de Almer¨ªa, su ciudad natal, en busca de trabajo y un refugio para tanta prole. Su expediente certifica sus ¨²ltimos trabajos: 381 d¨ªas cotizados en Alicante, 274 en Barcelona y 610 en Gerona. La Costa Brava fue su ¨²ltima oportunidad, intent¨® consolidar un trabajo duradero en Lloret y Platja d'Aro, pero tampoco hubo suerte y el infarto cerr¨® definitivamente todas sus posibilidades de integraci¨®n social.
Queda una leve esperanza "ahora que dicen que los socialistas aumentar¨¢n las pensiones. Yo no pertenezco a nada de pol¨ªtica pero dicen que van a dar m¨¢s a los que recibimos menos. Pero para nosotros la ¨²nica salvaci¨®n ser¨ªa que nos diesen una porter¨ªa en Barcelona". Y Barcelona se convierte en su ¨²ltimo sue?o. "En Barcelona hay muchas empresas que dan trabajos a domicilio, nosotros con toda la cuadrilla que somos podr¨ªamos sacar la casa adelante. Pero aqu¨ª en Salt s¨®lo vamos llen¨¢ndonos de deudas y de amarguras porque al final de todas las palabras siempre tenemos que recurrir a la m¨²sica de siempre, que somos pobres, que no tenemos dinero, que no podemos pagar porque no tenemos ni para comer, y esto llega a un punto que produce amargura solo mentarlo".
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