Unos pactos vergonzantes
EL ENTENDIMIENTO entre Alianza Popular y UCD para concurrir a las pr¨®ximas elecciones municipales ha prescindido de la solemnidad de un acuerdo nacional en toda regla y ha optado por el ¨¢mbito m¨¢s modesto de unos pactos provinciales que multipliquen los arreglos promovidos por Marcelino Oreja en el Pa¨ªs Vasco con ocasi¨®n de las legislativas. Como los instrumentos caseros de usos m¨²ltiples, la discreta f¨®rmula permitir¨¢ a las direcciones de los dos partidos mantener en una penumbra vergonzante su alianza, sosegar las eventuales protestas procedentes de sus bases militantes, reparar -en la medida de lo posible- las quiebras de continuidad de su imagen y curar las heridas de la reciente batalla electoral. Sin embargo, resulta demasiado pronto para conseguir que esa instalaci¨®n en la zona de sombra y esos pasos sigilosos hagan olvidar a los votantes de Manuel Fraga y Landelino Lavilla los discursos y gestos de sus l¨ªderes durante la campa?a electoral del pasado mes de octubre. Queda, de otro lado, por comprobar hasta qu¨¦ punto Alianza Popular renunciar¨¢ al dulce placer de la venganza y no someter¨¢ a UCD en las elecciones municipales a las mismas humillaciones de las que fueron v¨ªctimas los candidatos del PDP de Oscar Alzaga en las elecciones generales.Evidentemente, las tornas han cambiado dram¨¢ticamente desde que las urnas castigaron, el pasado 28 de octubre, las pretensiones de UCD y trasladaron a Alianza Popular la fidelidad de varios millones de antiguos votantes centristas. Los dirigentes de UCD que mudaron a tiempo sus enseres a la coalici¨®n presidida por Manuel Fraga no s¨®lo vieron premiada con la conservaci¨®n del esca?o su diligencia para madrugar, sino que son actualmente contemplados, por algunos de sus compa?eros, con la admiraci¨®n que suscita entre los n¨¢ufragos la capacidad de predicci¨®n de quienes se percataron a tiempo de la cat¨¢strofe y lograron ponerse a salvo de sus estragos. No es de extra?ar, as¨ª pues, que los veteranos profesionales del poder que ocuparon el Gobierno durante un lustro y que perdieron el 28 de octubre hasta la condici¨®n de parlamentarios se apresten a poner al mal tiempo buena cara y se dispongan, tras agachar la cabeza, a tratar de hacerse perdonar sus pasadas cr¨ªticas a Manuel Fraga y de encontrar un lugar al sol bajo su amparo. En esa misma tendencia al reagrupamiento de la derecha se inscribe la escisi¨®n de la llamada familia liberal con la que amenaza Pedro Schwartz y que trata de presionar a Antonio Garrigues para que termine de deshojar la margarita, deseche escr¨²pulos de conciencia e incorpore al electoralmente in¨¦dito PDL a la coalici¨®n liderada por Manuel Fraga.
Ante ese panorama, en el que las desgracias pol¨ªticas del centrismo se yuxtaponen con las bienandanzas electorales del fraguismo y las agobiantes dificultades financieras de las deudas millonarias de UCD contrastan con la generosidad de algunos sectores empresariales para con Alianza Popular, no resulta dif¨ªcil adivinar las subterr¨¢neas causas que fundamentan la resignaci¨®n con la que el partido de Landelino Lavilla ha aceptado el pacto vergonzante para las elecciones municipales y la humillante entrada por la puerta trasera y provinciana en la gran derecha. Ahora bien, los dirigentes de UCD, y especialmente su presidente, tienen el deber de explicar a su electorado las razones de ese viraje espectacular, que enfr¨ªa y desinfla los apasionados y grandilocuentes discursos contra la derecha dura de su l¨ªder durante la pasada campa?a.
Es evidente que UCD naufrag¨® en las elecciones de 1982. Aun as¨ª, consigui¨® medio mill¨®n de votos m¨¢s que los obtenidos en 1979 por Manuel Fraga, de cuya capacidad para hacer traves¨ªas por el desierto tal vez pudieran tomar ejemplo quienes arrojan la toalla al primer contratiempo, renuncian a sus proyectos de largo plazo en funci¨®n de conveniencias inmediatas, dimiten de sus responsabilidades colectivas ante el electorado para satisfacer peque?as ambiciones personales e intercambian la primogenitura de un espacio intermedio entre el PSOE y la derecha conservadora por el plato de lentejas de unas concejal¨ªas o de las ayudas financieras para hacer frente a sus deudas. No es cierto que el panorama pol¨ªtico del futuro haya quedado fijado para siempre en los resultados del 28 de octubre. En Espa?a existe un espacio ideol¨®gico, y posiblemente electoral, situado entre la izquierda, hoy en el Gobierno, y la fuerza pol¨ªtica liderada por Manuel Fraga. Pero ese terreno s¨®lo podr¨¢ ser ocupado mediante esfuerzos y trabajos a los que, tras los pactos vergonzantes para los comicios municipales, no parecen en absoluto dispuestos esos centristas que, de forma tan decisiva, contribuyeron a la destrucci¨®n de UCD mediante sus luchas intestinas, codicias desatadas, celos rid¨ªculos y torpezas sin cuento. Tal vez Manuel Fraga ejerza esa generosidad que la posici¨®n de superioridad siempre concede y proporcione un digno cobijo en las candidaturas municipales a los autoderrotados l¨ªderes centristas, sin someterles a vejaciones ya innecesarias tras su viaje, a Canosa. Pero ser¨¢ bastante triste, en cualquier caso, contemplar a los hombres y mujeres de UCD hacer campa?a electoral a la sombra de su antiguo adversario e inscribir sus nombre como segundones en la lista madrile?a que proponga como alcalde de la capital al pol¨¦mico Segurado.
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