Guatemala y la espa?ola Monteverde
LAS AUTORIDADES de Guatemala tratan, al parecer, con cierto respeto a la ciudadana espa?ola Mar¨ªa Magdalena Monteverde Ascanio y a su compa?ero de acusaci¨®n, el s¨²bdito de Estados Unidos Michael Glenn Ernst. Venden este respeto, y la posibilidad de una liberaci¨®n acompa?ada de expulsi¨®n del territorio, como una muestra de la intenci¨®n de los militares en el poder de restablecer o aproximar las relaciones con Espa?a, rotas desde que la Embajada en Guatemala fue brutalmente asaltada, violando todos los fueros diplom¨¢ticos, y sin que hasta ahora se hayan reconocido las culpabilidades de una barbarie de Estado ni efectuado las reparaciones consiguientes. Y no sin antes haber producido su detenci¨®n, sin que hasta ahora la acusaci¨®n haya presentado pruebas suficientes; por el contrario, las informaciones de fuente diplom¨¢tica espa?ola mantienen l¨¢creencia de que Mar¨ªa Magdalena Monteverde es inocente de los actos de terrorismo que se le imputan. Da escalofr¨ªos pensar qu¨¦ sin una intervenci¨®n espa?ola r¨¢pida y sin un cierto inter¨¦s de los militares guatemaltecos en el tema estar¨ªa ya enfrentada a los tribunales defuero especial establecidos por la ley marcial, de una triste celebridad por la forma expeditiva de pronunciar penas de muerte. Y aun los acusados que son llevados ante estos tribunales especiales pueden considerarse con algunas probabilidades de salvar su piel; otros son v¨ªctimas inmediatas de las fuerzas que se llaman del orden o de los grupos paramilitares, como el denominado Ej¨¦rcito Secreto Anticomunista.La supuesta pacificaci¨®n del pa¨ªs realizada por el presidente Efra¨ªn R¨ªos Montt se ha hecho sobre millares de cad¨¢veres, no ya de guerrilleros o de terroristas, sino de campesinos indios, a los que se ha liquidado por meras sospechas de. ayudar a las guerrillas marxistas, m¨¢s o menos unificadas bajo las distintas siglas de EGP (Ej¨¦rcito de la Guerrilla de los Pobres), FAR (Fuerzas Armadas Rebeldes), ORPA (Organizaci¨®n Revolucionaria del Pueblo en Armas) y PGT (Partido Guatemalteco de Trabajadores). Es un axioma que una pacificaci¨®n -en este caso irreal- realizada por medios que desbordan los m¨¢s elementales derechos humanos no es una p¨¢cificaci¨®n. R¨ªos Montt trata de montar este espect¨¢culo y de blanquear su r¨¦gimen mediante unas prometidas elecciones absolutamente libres, que no se celebrar¨¢n hasta que no quede nadie en condiciones de votar en contra del reformador social. Sobre esta farsa, el admirador de R¨ªos Montt, Reagan, que acepta la teor¨ªa de la pacificaci¨®n, monta la doctrina de que m¨¢s firme y segura ser¨¢ la paz en ese pa¨ªs si recibe m¨¢s armas de Estados Unidos. El Congreso se opone; en 1977 anunci¨® la suspensi¨®n de ventas de nuevas armas a Guatemala en raz¨®n de las barbaries conocidas entonces, que no eran mayores que las que se conocen ahora. Reagan pretende que puede vender a Guatemala piezas de armamento, en lugar de armas montadas, sin necesidad de que el Congreso d¨¦ permiso.
El respeto a la detenida espa?ola -visitada frecuentemente por su c¨®nsul y, al parecer, bien tratada-, unido a condiciones similares para el norteamericano Glenn Ernst, forman parte de este cuadro de clemencia y bondad que trata de mostrar en estos momentos el r¨¦gimen guatemalteco, al que un reconocimiento del Gobierno espa?ol o una simple reanudaci¨®n de las relaciones rotas, por el significado ¨¦tico que tiene un Gobierno socialista, ser¨ªa de enorme ayuda. La forma en que las autoridades est¨¢n llevando el caso, mezclando respeto y buen trato con la amenaza permanente del tribunal especial, que no se ha disipado todav¨ªa, indica una especie de negociaci¨®n muy, emparentada a la de los secuestradores.
En cualquier caso, Espa?a est¨¢, sobre todo, en condiciones de exigir que su s¨²bdita sea puesta en libertad inmediatamente: no hay ninguna garant¨ªa de que la justicia de Guatemala responda a los l¨ªmites m¨ªnimos que son exigibles para discriminar culpabilidades o inocencias.
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