El Club de Campo podr¨¢ ser utilizado por todos los madrile?os
El Club de Campo de Madrid, m¨¢s de dos millones de metros cuadrados a muy pocos minutos de la Puerta del Sol, constituye uno de esos reductos paradisiacos a los que solamente tienen acceso sus 20.000 socios. La concesi¨®n de la utilizaci¨®n de los terrenos, realizada por el Ayuntamiento a la Real Sociedad H¨ªpica Espa?ola en 1954, concluye el 31 de diciembre de este a?o, fecha en la que el club revertir¨¢ al Ayuntamiento para ser utilizado por todos los madrile?os, seg¨²n ha asegurado a este peri¨®dico el tercer teniente de alcalde, Enrique Moral. El anuncio se cumplir¨¢ siempre que los socialistas ganen las pr¨®ximas elecciones municipales.
Muy pocos madrile?os han tenido la posibilidad de disfrutar las acotadas instalaciones y magn¨ªficas pistas deportivas del Club de Campo. La entrada, rigurosamente controlada, s¨®lamente es permitida a los socios o acompa?antes de ¨¦stos. Las condiciones exigidas para conseguir el carn¨¦ suponen el pago de una cuota inicial por familia de casi medio mill¨®n de pesetas, otras 7.000 mensuales y la garant¨ªa de ser presentado por dos socios. Estas condiciones, claramente disuasorias, suponen que sea escaso el n¨²mero de nuevos miembros.El papel del club en la vida social de Madrid ha sido definitivo Cualquier persona que se considerara importante en esta ciudad ten¨ªa que cumplir la condici¨®n de ser miembro. Los m¨¢s importantes actos sociales de su vida familiar deb¨ªan celebrarse en cualquiera de los dos locales del Club de Campo forma de que el acontecimiento trascendiera al todo Madrid.
Las veinticinco pistas de tenis seis piscinas, campos de polo y hockey, campo de golf con veintisiete hoyos, cuadras con capacidad para trescientos caballos y dos chal¨¦s de encuentro son solamente algunos de los atractivos creados sobre un escenario perfectamente verde y cuidado. En estas instalaciones se disputa una de las pruebas de Gran Prix de Tenis, en el que participan los mejores jugadores internacionales, o todas las pruebas h¨ªpicas de verdadera categor¨ªa de car¨¢cter nacional e internacional.
El ex senador Joaqu¨ªn Satr¨²stegui, socio fundador, explica que la idea de crear el club se le ocurri¨® con diecinueve a?os de edad, en 1927, cuando se encontraba estudiando en Estados Unidos y comprob¨® que deportes que aqu¨ª eran impracticables, hockey o polo, all¨ª eran muy populares porque exist¨ªan instalaciones adecuadas. En aquellas fechas solamente exist¨ªa el Club Puerta de Hierro. Su idea fue r¨¢pidamente acogida por otros muchachos de la alta sociedad de entonces: Germ¨¢n Gamazo, Alvaro Aguilar y Guti¨¦rrez Soto.Todos eran excesivamente j¨®venes para promover por si solos un proyecto semejante, de forma que lograron ¨¦l apoyo del Bar¨®n de Satr¨²stegui, el Marqu¨¦s de Villarieja y el Duque de Maura, que se encargaron de conseguir el visto bueno del Rey y la cesi¨®n de una importante parcela de la Casa de Campo, donde comenzaron las primeras obras. En octubre de 1931 queda ya inaugurado, con lo que ahora se conoce como "el chal¨¦ de abajo" y algunas pistas. En marzo de 1932, el club cuenta con un campo de golf de dieciocho hoyos.
Las condiciones de entrada consist¨ªan en el pago de una cuota de 2.000 pesetas, con lo que se adquir¨ªa la condici¨®n de socio vitalicio, o bien el abono de 250 pesetas de entrada m¨¢s quince pesetas mensuales. "Se trataba de hacer un lugar de encuentro social y deportivo al que pudiera acceder todo el mundo; se hac¨ªa desde la aristocracia", reconoce Joaqu¨ªn Satr¨²stegui, "pero destinado a todo tipo de gente".
La mayor¨ªa de los socios son militares
Lo cierto es que, pese a este prop¨®sito, y aunque las cantidades citadas puedan parecer ahora rid¨ªculas, en aquellos a?os eran una barrera excluyente para las llamadas clases populares, por muy amantes que fueran de las nuevas actividades deportivas. De hecho, la clase media alta, la alta y la sociedad militar madrile?a en bloque -7.000 de los actuales socios son militares o descendientes de familias militares- pas¨® a pertenecer al club, los ¨²ltimos sin cuotas de entrada, gracias al Marqu¨¦s de Villarieja. Estos sectores configurar¨ªan ya desde el primer momento el perfume social de la sociedad.Joaqu¨ªn Satr¨²stegui, que rechaza de plano el car¨¢cter elitista del club, atribuye a la personalidad acomplejada del espa?ol en general, y del madrile?o en particular, su exclusi¨®n de este c¨ªrculo. "La gente no entendi¨® que, pese a que fueran algunos representantes de la nobleza los promotores del proyecto, ¨¦ste estaba destinado a todos los madrile?os, con la ¨²nica intenci¨®n de popularizar determinados deportes".
En este mismo sentido se manifiesta el teniente coronel Maturana, vocal del comit¨¦ directivo del club. "Aqu¨ª no se han puesto nunca barreras sociales de ninguna clase y no creo que se pueda hablar de elitismo sino de gente aficionada a la pr¨¢ctica del deporte y el aire libre, que utiliza su tiempo de ocio para encontrarse aqu¨ª. Las cuotas que se exigen en estos momentos pueden interpretarse como disuasorias, pero se han fijado porque la capacidad del club ya no da para m¨¢s. De los 20.000 socios, solamente vienen por aqu¨ª habitualmente unos 5.000 y, a¨²n as¨ª, las instalaciones resultan insuficientes."
Lo cierto es que el papel representado por el Club de Campo en la vida social madrile?a ha sido el de un reducto conservador y escasamente abierto a las nuevas formas democr¨¢ticas de la sociedad espa?ola. Como ejemplo ilustrativo de esta imagen, puede recordarse el caso del capit¨¢n de caballer¨ªa Juan Mil¨¢ns del Bosch (hijo del teniente general Mil¨¢ns del Bosch, condenado por su participaci¨®n en la intentona golpista del 23-F), que el 19 de mayo de 1981 se permiti¨® calificar al Rey de cerdo e in¨²til, en las dependencias del bar de la sociedad, a grandes voces.
Concesi¨®n municipal por treinta a?os
Respecto a la situaci¨®n legal del club, todos los terrenos de la Casa de Campo fueron concedidos al ayuntamiento "como parque de recreo e instrucci¨®n" por un decreto del Gobierno provisional de la Rep¨²blica, el 20 de abril de 1931. Pasada la guerra, el 29 de noviembre de 1940, la Real Sociedad H¨ªpica Espa?ola y la Sociedad Club de Campo, posteriormente fusionadas, solicitan la concesi¨®n de suelo para sus actividades deportivas. El 8 de febrero de 1941 se concede la autorizaci¨®n, sin previa derogaci¨®n del mencionado decreto republicano. La situaci¨®n tuvo sanci¨®n legal el 23 de diciembre de 1948, fecha en que la Casa de Campo se traspasa al Patrimonio Nacional aunque conservando el usufructo perpetuo para el ayuntamiento madrile?o, "sin perjuicio de las concesiones existentes a favor de personas o entidades sociales". En junio de 1954 se prorroga la ,concesi¨®n por treinta a?os a la nueva Real Sociedad H¨ªpica Club de Campo. El nuevo plazo se extiende desde el 1 de enero de 1954 hasta el 1 de enero de 19,84. Dos a?os despu¨¦s se realiza una nueva concesi¨®n de suelo, 550.000 metros cuadrados localizados entre la carretera de Castilla, la v¨ªa del ferrocarril y el t¨¦rmino municipal de Aravaca. Estos terrenos no han sido nunca utilizados y, en la actualidad, se encuentran totalmente descuidados. Las ¨²nicas personas que hacen uso de ellos son algunas prostitutas, permanentemente expuestas entre los apretados bosques de pinos.Respecto al futuro del club, Enrique Moral es tajante: cumplidos los treinta a?os, ¨¦ste revierte al ayuntamiento para el uso p¨²blico. Sin embargo, Joaqu¨ªn Satr¨²stegui, que actualmente forma parte de la junta directiva de la sociedad, considera que esa posibilidad es impensable.
"Echar¨ªa por tierra una labor de muchos a?os y supondr¨ªa el fin de todas las instalaciones", afirma Satr¨²stegui. "Ser¨ªa muy poco acertado que, con las necesidades que hay en esta ciudad, se distrajeran cuatrocientos millones del presupuesto municipal para mantener el club. Nosotros podemos hacerlo gracias a los socios. Habr¨ªa otras soluciones, porque los tiempos cambian", reconoce, "como podr¨ªa ser la construcci¨®n de algunas instalaciones para uso p¨²blico en la franja de terrenos concedidos que nunca han sido utilizados".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.