Brahms como si fuera Berlioz

La Sinfon¨ªa n¨²mero 82, en do mayor, de Haydn, y el R¨¦quiem alem¨¢n, de Johannes Brahms, llenaban el programa dirigido a la Orquesta Sinf¨®nica de RTVE por Miguel Angel G¨®mez-Mart¨ªnez. Obras, ambas, que precisan de la seguridad, el dominio y la continuidad que el maestro granadino posee, pero tambi¨¦n de un ahondar en los contenidos para, desde ellos, acertar con el estilo, que no se revel¨® en la audici¨®n del otro d¨ªa.Una de las consecuciones de la m¨²sica dieciochesca, como bien indica Mar¨ªas en sus comentarios, fue "el nuevo y definitivo imperio de la din¨¢rnica". Sin una buena organizaci¨®n din¨¢mica, los dem¨¢s valores palidecen a la hora de interpretar una sinfon¨ªa como la 82 de Haydn.

El caso del R¨¦quiem brahmsiano es todav¨ªa m¨¢s problem¨¢tico. Siempre quedar¨¢ desnaturalizado si se enfoca como una pieza de bravura, como una feria de fort¨ªsimos, con todo el sentido del texto oculto en el gritar a voz en cuello de los coros. Tal interpretaci¨®n no es asunto personal, no es cuesti¨®n de puntos de vista, sino contradicci¨®n sustancial con la misma entra?a de una partitura cuya mayor belleza reside en la infinita intimidad.

La formidable memoria de G¨®mez-Mart¨ªnez, la claridad de las l¨ªneas, pierde valor en el R¨¦quiem ante el af¨¢n de desmedida brillantez. Ni los fuertes m¨¢s acusados pueden ser id¨¦nticos en Brahms que en el R¨¦quiem de Berlioz, y ya es grave que tengamos que citar pentagramas tan alejados del R¨¦quiem brahmsiano. Por los valores antedichos y por esa brillantez que, a¨²n inadecuada, tira de grandes sectores de p¨²blico, G¨®mez-Mart¨ªnez, Coro y Orquesta fueron largamente aplaudidos.