El 'cero flexible'
LA EXPECTATIVA de las reuniones de desarme, que se reanudaron ayer en Ginebra entre sovi¨¦ticos y americanos, es confusa. Y muy circunstancial. La opci¨®n cero que defiende Reagan tiene cada vez menos apoyo, y los que tiene son desganados: dentro de una ofensiva general contra el presidente de Estados Unidos y su pol¨ªtica exterior e interior, el tema del rearme juega un papel m¨²ltiple (crecimiento de tensiones, reticencia de aliados, miedo en la opini¨®n p¨²blica, enorme peso econ¨®mico dentro y fuera de Estados Unidos). La destituci¨®n de Rostow (o dimisi¨®n, o como se le quiera llamar) desnuda a Reagan: le hace aparecer, justamente o no, como decidido a que en ning¨²n caso se llegue a un acuerdo v¨¢lido con los sovi¨¦ticos. Reagan no es insensible a esta ofensiva, ni lo es su partido. Se est¨¢ jugando las elecciones de 1984: no s¨®lo para ¨¦l -que podr¨ªa no presentarse-, sino para el Partido Republicano. Su forma de reacci¨®n es doble: por una parte, invierte toda clase de presiones para tratar de borrar la imagen de belicista y para reu?nificar a sus aliados europeos, y en esa inversi¨®n est¨¢ el viaje del vicepresidente Bush a Europa. Por otra, inicia una nueva flexibilidad, una nueva manera de enfocar las negociaciones. Se da como indicio de esa flexibilidad el hecho de que Paul Nitze -su delegado en las conversaciones de Ginebra- no haya mencionado la frase opci¨®n cero en sus primeras declaraciones.Pero aqu¨ª brota una de las circunstancias del caso: las elecciones en Alemania Occidental. Vogel, candidato socialdem¨®crata, insiste en su campa?a en que se consideren las propuestas de Andropov para un nuevo equilibrio (abandonando la opci¨®n cero), mientras Kohl, democristiano, ha abrazado la pol¨ªtica de Reagan. Si Reagan ahora elabora, presenta o define una nueva flexibilidad, Kohl se ver¨ªa en un apuro electoral considerable: aparecer¨ªan ¨¦l y su partido como los belicistas. Y lo que menos interesa a Reagan en estos momentos es que sea la socialdemocracia la que gane las elecciones del 6 de marzo. Ser¨ªa el preludio a su propia desaparici¨®n electoral. A menos que Kohl pueda ya cambiar de t¨¢ctica, iniciar ¨¦l mismo la idea de flexibilidad: los actuales y veloces viajes e intercambios entre Washington y Bonn pueden ir en ese sentido. El viaje de Bush la semana que viene podr¨ªa tambi¨¦n ser la se?al de que esa flexibilidad la adopta en com¨²n Europa con Reagan antes de mostrarla en la mesa de Ginebra.
Un cero flexible: esa podr¨ªa ser la clave de las nuevas negociaciones. Podr¨ªa consistir en que, se abandonase definitivamente el equilibrio num¨¦rioo -la existencia de los 350 cohetes sovi¨¦ticos SS-20 de tres cabezas nucleares cada uno y la instalaci¨®n de los 572 euromisiles- y se volviera a hacer una evaluaci¨®n en la que entrasen facitores de armamento total, capacidad de destrucci¨®n, sistemas de defensa y hasta armamento convencional, que relacionar¨ªan estas negociaciones INF (Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio) con las SALT (conversaciones sobre limitaci¨®n de armas nucleares), que deben comenzar en febrero tambi¨¦n en Ginebra; y que todo ello, a su vez, se resumiera en una gran negociaci¨®n de reducci¨®n de tensiones en el mundo y no s¨®lo en el teatro europeo. Cuando se quiere obviar un tema no hay soluci¨®n mejor que ampliarlo hasta lo inveros¨ªmil. Esta elevaci¨®n servir¨ªa a Reagan para ganar tiempo, y a Andropov, para ufanarse de que la t¨¢ctica negociadora de la URSS hab¨ªa triunfado. De todas formas, se ve muy mal c¨®mo podr¨ªa no cumplirse la decisi¨®n de Reagan, aceptada con reticencias por la OTAN, de instalar los misiles en diciembre de 1983 si estas conversaciones fracasan. La instalaci¨®n es un reloj en marcha: los planes van adelantando al mismo tiempo que se celebra la conferencia. El problema est¨¢ en que se ha entendido siempre que los misiles se instalar¨ªan si la conferencia fracasabapor culpa de la URSS. Breznev-Andropov se han movido tan sutilmente, y Reagan con tal torpeza y tosquedad, que hoy parece que las conversaciones est¨¢n fracasando por culpa de Estados Unidos. Y eso var¨ªa enormemente la cuesti¨®n.
Lo que llamamos cero flexible exigir¨ªa una enorme cantidad de c¨¢lculos, discusiones, sistemas de inspecci¨®n, disparidad en las apreciaciones. Permitir¨ªa a Reagan recuperar algo de su imagen perdida. Y, en un principio, permitir¨ªa buscar mejor la unidad occidental. Pero, probablernente, nada de esto puede aparecer en lo inmediato. Lo inmediato son las elecciones alemanas, y Reagan no puede hacer ning¨²n movimiento para comprometerlas. Por tanto, hay que esperar, por lo menos, hasta el 6 de febrero -probablemente hasta algo despu¨¦s- para tener una idea de lo que se puede discutir en Ginebra y hasta qu¨¦ punto puede ser ¨²til o mero espect¨¢culo, como ha sido hasta ahora.
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