O contraconcepci¨®n o aborto
Como la gripe, el tema del aborto invade el cuerpo social por temporadas, y entonces se repiten con fastidiosa monoton¨ªa los consabidos argumentos a favor de su licitud o en su contra, prolijo guisado que huele ya a puchero de enfermo, pese a que se le ali?e con citas escogidas, que van de Marx a santo Tom¨¢s, pasando por P¨ªo IX. A riesgo, pues, de parecer otro m¨¢s de esos pesados cocineros, tenemos que volver a insistir, por en¨¦sima vez, que propugnar la despenalizaci¨®n del aborto no supone que se considere tal pr¨¢ctica como una agradable y ¨®ptima forma de anticoncepci¨®n; y tambi¨¦n, que ser¨ªa de desear que los que con tanto ardor defienden a los no nacidos se manifestaran igualmente a favor de las madres solteras, los condenados a muerte, los objetores de conciencia o simplemente trataran de aliviar la suerte de los millones de familias que pagan las loadas virtudes de la fecundidad con la subalimentaci¨®n de sus numerosos hijos.El aborto 'diferido'
Como dec¨ªa el bi¨®logo Jean Rostand: "En un mundo como el nuestro, donde la opresi¨®n, la humillaci¨®n y la injusticia -por no decir tambi¨¦n el peligro nuclear- degradan m¨¢s profundamente cada d¨ªa a la especie humana, me parece que es una hipocres¨ªa o una torcida necesidad de autojustificaci¨®n el pretender que prohibir el aborto sea, en suma, el criterio de respeto a la vida". Porque, por una inexplicable paradoja, siempre parecen reclutarse los defensores del embri¨®n humano en los estamentos sociales m¨¢s duros y autoritarios, los que claman por los estados de excepci¨®n o por el restablecimiento de la pena de muerte.
Resulta incoherente, por no decir sarc¨¢stico, que el primer estadista que en la liberal Francia reforz¨® las penas por el aborto fuera Napole¨®n Bonaparte, y en la civilizada Alemania, Hitler. Hab¨ªa, sin duda, que proteger a los no nacidos para que pudieran llegar indemnes a la incorporaci¨®n a filas. Esto podr¨ªamos denominarlo, con frase feliz del entra?able Pozuelo, quien tanto nos ilustr¨® desde las columnas del fenecido Triunfo, "el aborto diferido". En uno de sus art¨ªculos hablaba de la madre Teresa, que hab¨ªa ido a Oslo a recoger su Premio Nobel de la Paz desde la lejana Calcuta, y que aprovech¨® la ocasi¨®n para condenar el aborto. Teniendo en cuenta que los ni?os que nacen en la India est¨¢n condenados en alt¨ªsimo porcentaje a una muerte lenta por hambre, miseria y enfermedades, cuando no, al llegar a la adolescencia, por las enfermedades derivadas de la temprana, prostituci¨®n, resulta, pues, una extra?a manera de apostar por la vida el elegir el aborto diferido sobre el anticipado.
Bien es verdad que los enemigos del aborto pueden, a su vez, reprocharnos el que nuestra defensa de la vida se haga con menor ¨¦nfasis cuando a los no nacidos se refiere. Claro, que para ello se ven precisados a enjuiciar el aborto como si de un infanticidio se tratara -o un asesinato, como dicen los m¨¢s vehementes-, cosa que no est¨¢ de acuerdo ni con la realidad, ni con la ley, ni con la ciencia. La madre que pierde su embarazo accidentalmente no suele hacer de ello una tragedia, ni se viste de luto. Tampoco la ley considera como un doble asesinato la muerte violenta de una madre en gestaci¨®n -tal fue el caso de Sharon Tate, la esposa del director de cine Polanski-: Manson fue condenado ¨²nicamente por un asesinato.
Respecto a lo que la ciencia opina en relaci¨®n con la personalidad de un embri¨®n humano, se han producido ya bastantes testimonios. No obstante, espero que tambi¨¦n a m¨ª se me permita exhibir a mis cl¨¢sicos. Jacques Monod, premio Nobel de Medicina, manifestaba lo siguiente a una revista francesa, al ser preguntado sobre el tema, y nada menos que en ¨¦poca tan temprana como 1972: "Considerar que un feto de algunas semanas es una persona humana me parece un absurdo desde el punto de vista biol¨®gico. No es ni una sociolog¨ªa, ni una antropolog¨ªa, ni una biolog¨ªa, sino una metaf¨ªsica, la que se utiliza para pretender tal cosa. Hay aqu¨ª una confusi¨®n deliberada, tendente a hacernos creer, y hacer creer a nuestros conciudadanos, que el aborto relativamente precoz es equivalente, o casi, a un infanticidio... Un feto no existe como ser humano".
Pero, en definitiva, si el aborto es o no reprobable desde el punto de vista moral es asunto opinable, y quien en conciencia lo considera il¨ªcito cuenta con todos nuestros respetos. Sin embargo, las leyes sobre el aborto no act¨²an en un mundo ideal de conceptos morales; golpean con toda realidad a miembros diversos de la sociedad, aunque, desdichadamente, un tanto a ciegas y con distinta dureza seg¨²n la posici¨®n econ¨®mica de los afectados. Es archisabido que las v¨ªctimas de tales leyes raramente pertenecen a las clases m¨¢s acomodadas. En Par¨ªs, por ejemplo, durante el per¨ªodo 1961-1967, los condenados por aborto fueron: 141 obreras, 123 funcionarias modestas, 131 camareras y criadas, 61 peque?as comerciantes y solamente cuatro esposas de industriales o funcionarios cualificados. Desconozco si en nuestro pa¨ªs hay alguna estad¨ªstica semejante, pero no dudo que la realidad sociol¨®gica debe ser semejante, si no peor.
Despenalizar el aborto, repito, no es dar carta blanca a los toc¨®logos o a las cl¨ªnicas de maternidad; es, simplemente, evitar que las leyes que lo reprimen constituyan, como hoy sucede, una justicia de clase.
Informaci¨®n contra aborto
Pero hay otro terreno en el que la posici¨®n de los enemigos del aborto es insostenible, a fuer de incoherente. Lo consideran un crimen, un pecado o un peligro para las madres, seg¨²n el campo desde el que se sit¨²en para su condena, y sin embargo, niegan a las familias la informaci¨®n necesaria sobre los medios anticonceptivos que l¨ªmitar¨ªan los da?os fisicos y morales que, seg¨²n ellos, el aborto produce. Esta situaci¨®n contradictoria se da no s¨®lo en los estamentos conservadores de cualquier pa¨ªs, sino, asimismo, en sus Gobiernos, herencia de la ganga religiosa que la civilizaci¨®n judeo-cristiana ha incrustado en la legislaci¨®n civil. En los pa¨ªses ribere?os del Mediterr¨¢neo, donde el aborto alcanza alt¨ªsimas cotas -850.000 en Francia ya en 1970 y, seg¨²n la Unesco, un mill¨®n en Italia- con su natural secuela de da?os de toda ¨ªndole, los centros de planificaci¨®n familiar arrastran una vida l¨¢nguida.
En nuestro pa¨ªs el problema aparece corregido y aumentado. El material cl¨ªnico se escatima, y muchas veces ni se han abonado los sueldos al personal sanitario. En su mayor parte, nuestros centros de orientaci¨®n familiar funcionan a base de iniciativas privadas o ayudas de los partidos pol¨ªticos de izquierda. Obvio me parece se?alar el fundamental papel que al respecto puede jugar el PSOE.
Los detractores del aborto aparecen, pues, absolutamente descalificados para combatirlos, mientras no propicien una informaci¨®n general, libre y gratuita sobre los medios anticonceptivos, de modo que las mujeres sepan c¨®mo han de evitar los embarazos no deseados y, por tanto, los abortos. Entre tanto, y por muy v¨¢lido que pueda ser el eslogan de los antiabortistas -"Dejadlos vivir"-, me parece muy justificado el de las madres perseguidas: "Dejadnos vivir en paz."
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