Ha comenzado la destrucci¨®n de la humanidad
Intentar¨¦, en nombre de todos los que han obtenido el Premio Antonio Feltrinelli, expresar mi agradecimiento. Esto es f¨¢cil, pues de esta forma se celebra no solamente el trabajo realizado, sino un desaf¨ªo para mantenerse activo en el futuro. Se manifiesta casi siempre optimismo cada vez que se concede un premio, y sin duda alguna puede continuar siempre siendo as¨ª. Nuestro concepto del progreso se sit¨²a hasta ahora dentro de esta postura y actitud, y, de cualquier manera, continuar¨¢ afirm¨¢ndose y ampli¨¢ndose.Mi agradecimiento expresa dudas sobre las expectativas creadas. Nuestro presente hace dudoso el futuro, excluy¨¦ndolo en muchos terrenos y produciendo lo que nosotros hemos aprendido, el ¨²nico crecimiento de nuestros d¨ªas: pobreza, hambre, muertes por inanici¨®n, aire contaminado, aguas envenenadas, aqu¨ª terribles lluvias, all¨ª bosques destruidos sin ¨¢rboles y una acumulaci¨®n de arsenales de armas que pueden destruir muchas veces a toda la humanidad.
Roma, la ciudad en donde intento expresar mi agradecimiento, est¨¢ actualmente, junto con su significaci¨®n hist¨®rica, identificada con las informaciones del Club de Roma. Estas noticias constituyen nuestra revelaci¨®n objetiva. Ninguno de los dioses o un dios, desde un tribunal, nos amenaza.
Ning¨²n Juan, desde Patmos, describe sombr¨ªas im¨¢genes celebrando la ca¨ªda de un mundo. Ning¨²n libro de los siete sellos se convertir¨¢ para nosotros en or¨¢culo. No, en nuestra ¨¦poca, los gritos de alarma se asientan en libros: columnas de n¨²meros que dan cuenta de los muertos por hambre, las estad¨ªsticas del empobrecimiento, las cat¨¢strofes ecol¨®gicas reducidas a gr¨¢ficos, la locura enumerada, el apocalipsis como resultado de una informaci¨®n comercial. Es discutible d¨®nde hay que poner las comas, pero no este descubrimiento incontestable: la destrucci¨®n de la humanidad por los hombres en distintas formas ha comenzado.
Mientras yo acepto que los cient¨ªficos vean el futuro asegurado como un campo de juego de amplios desarrollos, pese a que se extrav¨ªan se pierden en ¨¦l, tan dudoso se ha convertido, espero hablar, en nombre de todos los premiados, cuando yo d¨¦ cuenta en pocas observaciones sobre mi actividad de escritor: poner en cuesti¨®n, problematizar la literatura y a m¨ª mismo.
M¨¢s que otras artes, la literatura tiene como uno de sus supuestos la pretensi¨®n de ver el futuro desde su propio terreno. Ha podido sobrevivir a los d¨¦spotas absolutos, a los dogmas teol¨®gicos e ideol¨®gicos, a sombr¨ªas dictaduras, suprimir la censura y restablecer la libertad de la palabra. La historia de la literatura es tambi¨¦n una historia de esas victorias de los libros sobre el censor, de los poetas sobre los potentados. Con otras palabras: la literatura cuenta siempre con aliados, aunque puede caer en el lodo, pues el futuro est¨¢ siempre a su lado. Silone y Moravia, Brecht y D?blin sobrevivieron al fascismo, como Isaac Babel y Ossip Mandelstam, al estalinismo.
As¨ª pues, la literatura tiene un grande aliento. Cuenta con el tiempo, su efectividad es segura, aun cuando el eco de la palabra y de la frase, de la poes¨ªa y de la tesis puede desarrollarse decenios y tal vez siglos despu¨¦s. Esta anticipaci¨®n y este retraso en el tiempo hacen ricos a los poetas m¨¢s pobres. Para ellos, cuyo ¨ªndice de crecimiento se llama inmortalidad, este dif¨ªcil presente no les alcanza; se les puede encarcelar, torturar o exiliar, lo que es usual en todo el mundo en estos tiempos; pero siempre vence al final el libro, y con ¨¦l, la palabra. As¨ª suced¨ªa hasta hoy; exactamente hablando, hasta ayer. Pero con la amenazante p¨¦rdida del futuro para la humanidad, la segura inmortalidad de la literatura se ha convertido en una pretensi¨®n irreal. As¨ª, ya se habla de una poes¨ªa de despojos, para arrojar. Al libro se le equipara por su duraci¨®n con una botella de un solo uso. Antes de decidir si nosotros tenemos futuro, no podemos contar ya m¨¢s con el futuro.
El mismo orgullo desmesurado que da capacidad a los hombres para destruirse a s¨ª mismos amenaza ahora, antes de que llegue la noche, con oscurecer el esp¨ªritu humano, disolver su sue?o de un ma?ana mejor y convertir en risible cualquier utop¨ªa, tambi¨¦n la del principio Esperanza, de Ernst Bloch.
Un vistazo a las realidades del poder y de la econom¨ªa muestra que, pese a un mayor conocimiento, aumenta la explotaci¨®n exhaustiva del hombre, que el envenenamiento de la vida y de sus elementos encuentra una justificaci¨®n desvergonzada y que la potencia destructora de ambas grandes superpotencias (y sus sat¨¦lites) se multiplica hasta l¨ªmites de locura inalcanzable. Pese a todas las advertencias, no se ha logrado que el pensamiento adquiera una forma pol¨ªtica.
Ninguna fuerza est¨¢ preparada y es capaz de detener efectivamente la inminente cat¨¢strofe. Es una vacua actividad, los que tienen el poder aplazan las responsabilidades de conferencia en conferencia. Por lo dem¨¢s, quedan las protestas, cada vez m¨¢s d¨¦biles, y el balbuceante temor que ya no encuentra palabras y que se ha trasmutado en un terror mudo, porque frente a la nada, ning¨²n sonido tiene sentido.
Puede que mis palabras de agradecimiento espanten e impidan festejar como corresponde este acontecimiento. Tambi¨¦n conjeturo que los otros premiados consideren que mis observaciones son demasiado sombr¨ªas y no compartan estas l¨²gubres valoraciones, pues finalmente la vida contin¨²a, con todo lo trivial que esto pueda sonar. Se quiere hacer nuevos descubrimientos, desarrollar nuevos inventos y descubrir muchos m¨¢s libros. Y yo tambi¨¦n, porque no puedo hacer otra cosa, continuar¨¦ fabricando palabras y no dejar¨¦ de escribir. Pero s¨¦ que cualquiera que intente escribir ya no tiene asegurado el futuro. La desaparici¨®n de las cosas da?adas, de las criaturas heridas, de nosotros y de nuestras cabezas, todas ellas y tambi¨¦n su fin, que se puede imaginar, deber¨ªan escribirse.
Todo lo que hasta ahora se hab¨ªa convertido en libro estaba sujeto al tiempo o desaparec¨ªa con ¨¦l. Yo escribo como contempor¨¢neo contra el tiempo que pasa. El pasado exige que al tropezar con el presente lo arroje fuera. El futuro s¨®lo puede vislumbrarse actualizando el pasado. En primer t¨¦rmino, tengo mi tiempo lleno de ocupaciones y acepto mi camino cruzado de tiempos, apartado de la c¨®moda cronolog¨ªa. Epicos escombros deben eliminarse, pero la realidad ser¨¢ siempre m¨¢s despojada. No tendr¨¢ ning¨²n fin. ?Tantos muertos! Y all¨ª, donde la vida se puede gozar con alegr¨ªa, los grandes cr¨ªmenes arrojan sus sombras de tiempo en tiempo.
Entre los libros, me entregu¨¦ a la pol¨ªtica en cuanto me sobraba tiempo y era posible. Algunas veces se mueve algo. Despu¨¦s de todas las experiencias con el tiempo, su marcha contra corriente, me dibuj¨¦ un animal lento en el escudo y escrib¨ª: "El progreso es un caracol".
Muchos quieren, y yo tambi¨¦n quisiera, que existan caracoles que salten. Hoy escribir¨ªa: "Los caracoles son demasiado r¨¢pidos". Ya nos han sobrepasado. Sin embargo, nosotros, salidos de la naturaleza; nosotros, enemigos de la naturaleza, creemos que adelantamos al caracol.
?Los hombres han logrado abstraerse de s¨ª mismos? ?Ellos, dotados de raz¨®n, con un poder creador semejante a Dios, amenazados de aniquilaci¨®n por sus propios inventos, no pueden decir no a sus inventos? ?Est¨¢n dispuestos a renunciar al ejercicio de las posibilidades humanas y limitarse ante los restos destruidos de la naturaleza? Y una ¨²ltima interrogaci¨®n: ?queremos, los que podemos, alimentarnos unos a otros hasta convertir el hambre en una leyenda, una mala f¨¢bula que existi¨® en otros tiempos?
Las respuestas a estos interrogantes nos rebasan. Tampoco yo puedo responder. As¨ª era mi perplejidad; s¨®lo s¨¦ que el futuro ser¨¢ de nuevo posible cuando encontremos respuestas y obremos como hu¨¦spedes de esta tierra, de la naturaleza, y seremos culpables hasta que no tengamos miedo unos de otros, hasta que no ahuyentemos el temor, hasta que nos desarmemos totalmente.
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