Terrorismo no es revoluci¨®n
La legendaria figura de Che Guevara y la ¨ªndole vasca de su apellido ha producido el que muchos etarras lo hayan tomado como ejemplo de vida. No obstante, en su libro La guerra de guerrillas se dedica un buen apartado a distinguir l¨²cidamente entre terrorismo y guerra revolucionaria. Dos son las acusaciones que el Che lanza al terrorismo: primero, su saldo de v¨ªctimas inocentes; segundo, los cuantiosos dividendos que su manipulaci¨®n puede brindar al adversario. La guerra revolucionaria se da s¨®lo cuando las dictaduras se convierten en exasperadamente insoportables, el descontento re corre todo el tejido social, incluso alguna de las capas conservadoras se siente inc¨®moda; entonces, la fracci¨®n m¨¢s consciente del pueblo se ve precisada a tomar las armas. Pero no es ¨¦ste el caso de Euskadi ni del Estado espa?ol, a cuyo frente est¨¢ hoy en d¨ªa un Gobierno socialista. La simpat¨ªa que se granje¨® ETA durante las postrimer¨ªas del franquismo ha cedido el paso al signo m¨¢s opuesto: la lista de sus matan zas incluye a chavales -a veces imberbes- de los cuerpos de seguridad, a ciudadanos de cual quier condici¨®n, incluso a simpatizantes de su l¨ªnea pol¨ªtica. No les vendr¨ªa mal repasar algunos conceptos vertidos por Pertur o del propio Mario Onaind¨ªa, el cual tuvo reda?os hace unos meses para personarse en su santuario y tratar de convencerles de que de pusiesen las armas. La dictadura lleva ahora capucha y act¨²a desde la sombra. La depuraci¨®n asc¨¦tica de un encubierto racismo, la engolada altivez de milis y octavos, debieran conceder una dispensa papal a sus desvar¨ªos y abrir las puertas a la serenidad. El adi¨®s a las armas es hoy m¨¢s perentorio que nunca, y la historia no sabe perdonar. /
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