Georges Simenon, retirado y autoexiliado, cumple 80 a?os
Est¨¢ considerado como el escritor m¨¢s fecundo de todos los tiempos despu¨¦s del franc¨¦s Honorato de Balzac. Ha sido traducido a setenta idiomas y se calcula que ha tenido ya cerca de 350 millones de lectores. Sesenta pel¨ªculas se basaron en sus obras, Georges Simenon, creador del famoso inspector Maigret, que decidi¨® dejar de escribir hace diez a?os, tras publicar 220 obras, cumple hoy los ochenta a?os en su residencia suiza, pr¨®xima a Lausana.
B¨¦lgica tiene buena Prensa para la investigaci¨®n policiaca. El detective belga H¨¦rcules Poirot es hijo de una inglesa, la autora Agatha Christie, pero su temperamento melifluo y ambig¨¹edades diversas se adaptan mejor a la idea de un peque?o pa¨ªs para lectores brit¨¢nicos. El inspector Maigret es franc¨¦s, pero todos saben que su astuto creador es un belga recluido y socarr¨®n, autoexiliado en Suiza desde 1955, que ha creado un modelo de novela gris m¨¢s que negra, en la que el polic¨ªa jefe toma vino en las comidas y reh¨²sa deliberadamente convertirse en un h¨¦roe rom¨¢ntico a la moda del cl¨¢sico investigador anglosaj¨®n. El Maigret del cine s¨®lo pod¨ªa ser Jean Gab¨ªn, tan retirado de su quehacer como el novelista belga, Georges Simenon, del mundanal ruido de la escritura.El tipo de detective europeo creado por el autor es el de un hombre que no trabaja como outsider, a la manera de los Marlowe y Spade, sobreviviendo de una explotaci¨®n individualista de los pecados de los dem¨¢s, sino desde dentro. Maigret tiene su jubilaci¨®n, es un polic¨ªa que sirve a la sociedad desde el interior de sus estructuras m¨¢s ortodoxas, tiene una mesa llena de papeles y no ignora que su trabajo cabalga sobre mares de atenciones puramente burocr¨¢ticas. Pero, entre ellas, m¨¢s all¨¢ de las min¨²sculas tragedias de arrondissement, se teje en trazos oblicuos el tapiz de la vida. Mientras el novelista de la cosa detectivesca, habitualmente norteamericano, desentra?a un caso, Maigret-Simenon se interesa principalmente por sus pacientes, porque todas sus historias vienen a ser un cap¨ªtulo m¨¢s de esa particular comedia humana, s¨®lo tangencialmente policiaca, que el autor ha compuesto a lo largo de los a?os.
Es habitual decir, con la seguridad injustificada del supuesto elogio, que Simenon dio a la novela detectivesca una calidad, una profundidad y un estudio psicol¨®gico de los personajes de los que, aparentemente, carec¨ªa, tratando al g¨¦nero con la condescendencia que algunos enamorados de Beethoven administran a los Beatles. La novela policiaca, desde Edgar Wallace a Ross McDonald, ya estaba abundantemente surtida de esos percales y no necesitaba ningun doctorado europeo, pero, en cambio, s¨ª que recib¨ªa bien esa mirada global que encuentra en el papeleo de rutina la intriga de la vida. Una mirada que, quiz¨¢, s¨®lo era posible desde la perspectiva del funcionario. Una versi¨®n muy francesa de un Smiley de suburbio, en la que el circo del servicio secreto br¨ªt¨¢nico se extiende desde el pissoir hasta la taberna de la esquina.
Georges Simenon, que, hoy cumple ochenta a?os, posiblemente considere un tanto injusto que su memoria se vincule como una herencia a la del cachazudo polic¨ªa franc¨¦s, hasta el punto de que la an¨¦cdota de un pu?ado de novelas haya devorado a la categor¨ªa de m¨¢s de doscientos libros publicados con las m¨¢s variadas ambiciones, pero que un belga triunfe en lo que tradicionalmente hab¨ªa venido siendo el coto privado de la novel¨ªstica anglosajona, es de por s¨ª tan rec¨®ndito misterio como para que precise el mejor inspector de barrio para resolverlo.
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