Mal ejemplo alem¨¢n
LA SENTENCIA que se ha visto obligado a dictar el Tribunal Constitucional de la RFA tiene algo de farsa; pero de farsa tr¨¢gica si se piensa en el desprestigio que sufrir¨ªa la democracia con la. repetici¨®n de hechos semejantes, y en lo que hubiese supuesto una decisi¨®n en sentido contrario.Lo cierto es que el tribunal ha actuado en condiciones de necesidad. Otra sentencia declarando la inconstitucionalidad de la disoluci¨®n del Parlamento hubiese puesto en crisis todas las instituciones, incluido el presidente de la Rep¨²blica, que -a pesar de los escasos poderes que tiene en la RFA- en este caso s¨ª habr¨ªa tenido que firmar la disoluci¨®n.
?Qu¨¦ es lo que el tribunal, de Karlsruhe ha considerado conforme con el texto constitucional? Una curiosa operaci¨®n mediante la cual el canciller Kohl pidi¨® a los diputados de su propio partido que no le votasen la confianza, para que su Gobierno fuese derrotado y se pudiese as¨ª disolver constitucionalmente el Parlamento y convocar nuevas elecciones .
Es evidente que, mientras realizaba esa votaci¨®n escenificada, el Parlamento se hab¨ªa convertido en un lugar artificial, por no decir rid¨ªculo. ?Esos mismos diputados que entonces no votaron la confianza a Kohl son los mismos que ahora piden, en la campa?a electoral, el voto a los ciudadanos en favor de que Kohl siga siendo canciller!
Es peligroso, en un pa¨ªs con la historia de Alemania doblemente, jugar con los m¨¦todos y los instrumentos de la democracia representativa.
La raz¨®n de fondo reside en que la Constituci¨®n alemana, elaborada con la obsesi¨®n de no caer en los errores de la Rep¨²blica de Weimar y de dar la m¨¢xima estabilidad a los Gobiernos (frente a los eventuales cambios de opini¨®n de los ciudadanos), ha reducido hasta tal punto la transparencia de las relaciones entre electores y Parlamento que pr¨¢cticamente no hay una forma normal para que una crisis pol¨ªtica, incluso grave, se pueda resolver dando la palabra al cuerpo electoral.
El sistema del voto de censura positivo, que ha sido copiado con discutible acierto en nuestra Constituci¨®n, ha sido presentado como una garant¨ªa de estabilidad en un r¨¦gimen parlamentario, Pero lo ocurrido en Alemania los ¨²ltimos meses obliga a matizar esa opini¨®n. El cambio de alianzas. de los liberales se pudo realizar como una operaci¨®n interna de las cumbres de los partidos; s¨®lo hizo falta que ¨¦stas se pusiesen de acuerdo sobre el nombre del candidato a canciller; pero el nuevo Gobierno surgi¨® sin consultas de los partidos y, por tanto, sin posibilidad de discusiones l¨®gicas en el seno de ¨¦stos.
Esta operaci¨®n coincidi¨® con la celebraci¨®n de una serie de elecciones de I?nder que permitieron la expresi¨®n de la voluntad de los electores. En concreto, los liberales sufrieron reiteradas derrotas y fueron eliminados de varios parlamentos regionales. El divorcio entre el pa¨ªs y el Parlamento se hizo tan patente que el propio canciller Kohl no se sinti¨® con fuerzas para gobernar sin ir a una consulta electoral; y para ello no encontr¨® otro camino -al parecer, no lo hab¨ªa- que la escenificaci¨®n que hemos descrito m¨¢s arriba.
Esta experiencia demuestra que la estabilidad no se logra exorbitando, absolutizando incluso, la delegaci¨®n a los partidos pol¨ªticos de la representaci¨®n de la opini¨®n ciudadana; no se puede convertir la democracia en un simple reparto de espacios en las instituciones, para que en su espacio haga lo que quiera cada partido o, mejor dicho, cada direcci¨®n de partido.
En Espa?a hemos tenido un ejemplo, con la ley de Elecciones Locales, de normas basadas en una filosof¨ªa del mismo car¨¢cter, las que dieron lugar a escandalosas expulsiones de concejales.
Alemania, con el mal ejemplo de la sentencia que ha tenido que dictar el tribunal de Karlsruhe, nos ense?a que la estabilidad democr¨¢tica no se logra complicando, oscureciendo, incluso obstaculizando, la relaci¨®n entre decisiones pol¨ªticas y opini¨®n ciudadana, sino dando el m¨¢ximo de transparencia a esa relaci¨®n. La democracia es participaci¨®n, y necesita serio cada vez m¨¢s en los tiempos presentes.
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