Apotegmas: I
A comienzos de este siglo floreci¨® una cupletista que escandalizaba a la generalidad de los espa?oles porque se atrev¨ªa a exhibir partes de su cuerpo de forma que hoy no escandalizar¨ªa a ninguno. Un profesor de literatura alem¨¢n, hombre de esp¨ªritu sistem¨¢tico, al parecer, pero sin la correspondiente capacidad de juicio o sind¨¦resis, la incluye entre las personas representativas de la generaci¨®n del 98, sobre la que tantas plagas han ca¨ªdo. (?Qu¨¦ cupletista se incluye en la generaci¨®n del 27?) El caso es que esta joven de las tablas, a la que llamaremos Petra o Petrita, ten¨ªa una mam¨¢ que la administraba, a la que designaremos con el nombre simb¨®lico de do?a Patro. Do?a Patro era la cabeza de una familia que hab¨ªa vivido con dificultades econ¨®micas sin cuento. Ella s¨ª pod¨ªa ser considerada como representante del terrible realismo espa?ol. La ni?a se dejaba querer, bajo la direcci¨®n segura de su mam¨¢. En la lista de sus enamorados ocup¨® lugar importante durante alg¨²n tiempo cierto terrateniente manchego entrado en a?os, que, como otros hombres ilusos, quer¨ªa dar tonos l¨ªricos y sentimentales a sus amores comprados de sesent¨®n robusto. Pero este pobre terrateniente, en un momento dado, se arruin¨® y, como es l¨®gico, la chica de las tablas dej¨® de hacerle caso. El hombre era muy sensible, como suelen serlo a veces los terratenientes y los manchegos. Al fin y al cabo, ?qu¨¦ fue don Quijote, sino las dos cosas a la par? Y un d¨ªa pidi¨® audiencia a do?a Patro; ¨¦sta se la concedi¨® y ¨¦l le expuso su caso, quejumbroso y dolido: "Mire usted, do?a Patro... Despu¨¦s de haber vivido cuatro a?os obsequiando a Petrita, como yo lo he hecho y usted sabe; despu¨¦s de haberle regalado joyas y trajes, despu¨¦s de creer que me ten¨ªa cari?o... ahora, ahora que sabe que estoy arruinado... no me hace caso, ni siquiera me mira. Esto es duro, muy duro para m¨ª". Do?a Patro escuch¨® al gal¨¢n tronado con aire de impaciencia, y cuando termin¨® le dijo lo que sigue, algo que debe quedar entre los apotegmas o sentencias c¨¦lebres de nuestra lengua:"?Sabe usted lo que le digo? Que mi hija hace muy bien. Porque el que no tiene dinero es un sinverg¨¹enza". Lo de menos es saber cu¨¢l fue la reacci¨®n del terrateniente manchego ante la respuesta. Lo importante es meditar sobre su contenido. El que no tiene dinero es un sinverg¨¹enza. Do?a Patro no hab¨ªa le¨ªdo nada acerca de la ¨¦tica protestante y el origen del capitalismo, como es natural. Probablemente no hab¨ªa le¨ªdo nada en su vida. Pero pensaba por su cuenta, y hab¨ªa llegado a la clara consecuencia de que el dinero es un signo del favor de Dios y de que los que no lo tienen son gentes viciosas, malvadas y sin remedio. A esta sabidur¨ªa no se llega as¨ª como as¨ª, y todav¨ªa hay algunas personas ciegas que no quieren aceptarla como tal. Do?a Patro, y no su hija (con perd¨®n del profesor alem¨¢n), s¨ª ten¨ªa algo que ver con un talentudo hijo del 98 que discurri¨® acerca del "sentido reverencial del dinero" a causa de su formaci¨®n anglosajona. Lleg¨® a m¨¢s. Lleg¨® a establecer una teor¨ªa acerca del "sentido moral del dinero". Hay que reconocer que hoy casi todo el mundo la acepta. Porque, ?para qu¨¦ quieren m¨¢s dinero los banqueros y las gentes acomodadas? Para que su honorabilidad se manifieste m¨¢s y mejor. ?Para qu¨¦ quieren m¨¢s dinero los obreros y los empleados modestos? Para demostrar, precisamente, que no son unos sinverg¨¹enzas, sino gente respetable que consume lo que se debe consumir en una sociedad decente.
Y los que creemos que no necesitamos m¨¢s dinero que el que tenemos somos c¨ªnicos y estamos en la misma raya en que termina la vida moral sana.
Somos casi unos sinverg¨¹enzas, alejados de lo que piensan y practican las gentes m¨¢s -virtuosas de Europa, educadas en las ense?anzas de Calvino y otros hombres insignes de derechas y de izquierdas. ?Para qu¨¦ quieren, por ejemplo, los suizos el dinero que les llega a espuertas cada minuto y de todas partes del mundo, si no es para robustecer su justa fama de serios y cumplidores? Suiza es el pa¨ªs m¨¢s honrado de Europa porque all¨ª, entre los Alpes, el dinero se congela y pierde posibles malos olores de origen. All¨ª no hay sinverg¨¹enzas. Donde los hay es en los pa¨ªses pobres y justamente malfamados en que los nativos prefieren cantar, tocar la guitarra o rascarse las cascarrias al sol: de lo cual ning¨²n provecho econ¨®mico sacan, porque no en todas partes hay una do?a Patro capaz de redimir a una familia tronada.
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