Juan Jos¨¦ Berg¨¦s, director del Palace, recuerda la noche del 23 de febrero
Juan Jos¨¦ Berg¨¦s Sunsundegui es, a sus 51 a?os, un hombre que ya casi no se sorprende de nada. Desde un peque?o y austero despacho de quince metros cuadrados, Berg¨¦s, irun¨¦s de nacimiento, dirige uno de los hoteles m¨¢s recios y distinguidos de Madrid: el viejo Palace. El fue quien un d¨ªa como hoy, el 23 de febrero de 1981, puso el Palace a disposici¨®n de quienes defend¨ªan la Constituci¨®n frente a la barbarie. Hoy, dos a?os despu¨¦s, Juan Jos¨¦ Berg¨¦s sigue en su despacho, donde s¨®lo dos metopas, una de la Guardia Civil y otra de la Polic¨ªa Nacional, recuerdan aquella fecha.
Diez a?os lleva Juan Jos¨¦ Berg¨¦s en Madrid, al frente del viejo Palace. Lleg¨® de San Sebasti¨¢n, del ya desaparecido hotel Continental.Juan Jos¨¦ Berg¨¦s tiene en su, despacho, colgadas justamente encima de los tel¨¦fonos, dos metopas, una de la Guardia Civil y otra de la Polic¨ªa Nacional, obsequios que le hicieron los m¨¢ximos responsables de ambos cuerpos, generales Jos¨¦ Luis Aramburu y Jos¨¦ Antonio S¨¢enz de Santamar¨ªa, por su colaboraci¨®n en la noche del 23-F.
"Cuando se produjo el asalto al Congreso yo me encontraba en el hotel ordenando unos enseres en un peque?o trastero. Est¨¢bamos en lo que en hosteler¨ªa se conoce por temporada baja, por lo que, aparte de tener pocos clientes, el d¨ªa hasta ese momento era de lo m¨¢s rutinario... De repente o¨ª ruidos, me asom¨¦ al exterior y vi el revuelo que se estaba formando con la llegada de los autobuses. Al poco tiempo me enter¨¦ de lo que ocurr¨ªa. Al poco tiempo del asalto lleg¨® al hotel el general Aramburu... Me pidi¨® un despacho con tel¨¦fono directo y entonces yo le ofrec¨ª el m¨ªo. Desde ese momento comenz¨® a sonar por todas partes el nombre del Palace".
Berg¨¦s recuerda que fue una larga noche en la que sus empleados no tuvieron ni un minuto de descanso. "El tel¨¦fono no paraba de sonar, el t¨¦lex estaba bloqueado con los mensajes, agotamos el caf¨¦ y otros recursos de primera necesidad y los salones comenzaron a llenarse de periodistas y c¨¢maras de televisi¨®n".
Berg¨¦s confiesa que se encontraba aquella noche tranquilo, y pendiente, sobre todo, de que el hotel funcionara. "Muchas veces me he puesto a pensar si mi serenidad durante aquellas horas era producto de la valent¨ªa o de la inconsciencia. Pienso que ni lo uno ni lo otro. Lo que ocurri¨® es que estaba dentro, pendiente del servicio y de los clientes, y lo cierto es que no me dio tiempo a hacer una reflexi¨®n. Recuerdo que algunos empleados de otros turnos me llamaban desde la calle intranquilos y alarmados y yo les dec¨ªa que nada, que todo marchaba bien...". "El personal del hotel se port¨® de maravilla", dice Berg¨¦s, orgulloso. "Vieron lo que estaba ocurriendo aqu¨ª dentro y, sin que yo lo pidiera, se ofrecieron a trabajar toda la noche. Esa noche agotamos algunas existencias y ofrecimos un servicio de bocadillos a los miembros de la Guardia Civil y de la Polic¨ªa Nacional que formaban los cordones de seguridad en torno al Congreso...".
Juan Jos¨¦ Berg¨¦s, desde su peque?o despacho, sonr¨ªe cuando recuerda algunos pasajes de aquella noche y opina que pocas cosas le sorprenden ya, tras m¨¢s de ve¨ªnticinco a?os de profesi¨®n. Encima del sill¨®n que ocupa, haciendo ¨¢ngulo con las metopas, figura un retrato del Rey con uniforme de capit¨¢n general, que, junto con una reproducci¨®n fotogr¨¢fica de un ¨®leo del maestro Palmero con la fachada del Palace, es la ¨²nica decoraci¨®n del despacho.
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