'Negros' y 'negreros'
La Academia de la Lengua, como casi todas las instituciones, tiene una propensi¨®n a pactar con el demonio viejo y atacar al diablo joven. As¨ª, a pesar de que entre escritores y gente de pluma todo el mundo conoce el significado de la palabra negro, la venerable instituci¨®n ignora este sentido figurado. Aun cuando quiera hacer, algunas veces, modelno, la Academia es vieja y padece una grave propensi¨®n a la arteriosclerosis. No ser¨ªa mala idea que alg¨²n d¨ªa decidiera que pueden sentarse en sus sillones personas que no hayan cumplido necesariamente los cien a?os. Estar¨ªa bien que llegaran all¨ª gentes que escriben d¨ªa a d¨ªa y est¨¢n en contacto con la calle, y no aislados en laboratorios de sintaxis.En todas las grandes editoriales existen en la actualidad unos colaboradores de una especie nueva que se dedican a reescribir muchos de los manuscritos que la casa ha decidido publicar o escriben en su totalidad libros que firman personas conocidas y supuestamente comerciales. No se trata de correctores. Estoy hablando de los negros, escritores que sirven de portapluma a los pol¨ªticos, a los artistas, a los generales, a los cantantes, a las celebridades del mundo social y a los delincuentes. Y hasta a algunos escritores.
Maurice Chevalier, que era un personaje entra?able y encantador, pero medio analfabeto, lleg¨® a firmar con su nombre siete vol¨²menes de memorias. El pr¨ªncipe Yousupof y el duque de Windsor tuvieron, al menos, la delicadeza de citar en sus libros a aquellos que -dec¨ªan con un evidente eufemismo- "les hab¨ªan ayudado". La condesa de Par¨ªs o Pilar Franco, tantos ilustres que, como nuevos donceles de Sig¨¹enza, llevan la espada en una mano y el libro en otra, utilizan ahora m¨¢s la pluma que el sable. ?Escribir¨¢n realmente ellos sus libros? Roger Peyrefitte asegura que su primo el ex ministro Alain de nombre y del mismo apellido es incapaz de escribir una l¨ªnea, aunque conste como autor de Le mal fran?ais y, muy recientemente, de Quand la rose se fanera (Cuando la rosa se marchite), que es un furioso ataque al Gobierno socialista de Mitterrand. Ser¨ªa, pues, Alain Peyrefitte un negrero que utiliza negros.
Romain Gary fue, en cambio, las dos, cosas, negrero, y negro de s¨ª mismo. Personaje atractivo y polifac¨¦tico, hastiado de malas cr¨ªticas, public¨® varias novelas con el nombre de Emile Ajar y se divirti¨® de lo lindo -antes de decidir suicidarse- al leer en los papeles que por fin surg¨ªa un novelista que acababa con el agotado Romain Gary. As¨ª, ¨¦ste consigui¨® dos veces, con distinto nombre, el premio Goncourt.
Parece que el mismo Servan Schreiber, que ha vendido casi un mill¨®n de ejemplares de su Desaf¨ªo americano, ha escrito tan s¨®lo las ¨²ltimas treinta p¨¢ginas de ¨¦l. Mucho antes, Diderot hizo varias veces de negro, y Voltaire, tambi¨¦n, aunque ¨¦ste se refugi¨® en la negritud para evitar los tribunales de justicia. Y Dumas padre, si hacemos caso a Peyrefitte, fue muchas veces negro de otras personas, con la particularidad de que era realmente mulato.
Val¨¦ry escribi¨® el discurso de recepci¨®n en la Academia Francesa del mariscal P¨¦tain. Y tambi¨¦n, evidentemente, la propia contestaci¨®n que a ¨¦l le correspond¨ªa hacer. Como buen mediterr¨¢neo, Paul Val¨¦ry era mal hablado y muy aficionado a ponerles los cuernos a otros escritores, como a Pierre Frondaie, que, al enterarse de que su mujer le enga?aba, tras el disgusto reaccion¨® gritando orgullosamente: "Soy cornudo como Moli¨¦re, como V¨ªctor Hugo, como Napole¨®n". El pintoresco Frondaie escribi¨®, al llegar al peligroso cabo de los cuarenta a?os, un libro llamado Dos veces veinte a?os, aunque los maledicentes le llamaban Veinte veces dos a?os.
Bernard Shaw recibi¨® la propuesta de un joven que se le ofrec¨ªa como negro, "pues con la calidad de las obras que yo escriba y su fama ganaremos una fortuna, que podemos repartirnos a medias". Shaw, molesto por la impertinencia, le respondi¨® que no pod¨ªan ir juntos un burro y un caballo de raza, y el joven zanj¨® la cuesti¨®n con una nueva Contestaci¨®n, en la que le replicaba que "es usted muy libre, mister Shaw, de rechazar mi propuesta, pero no le tolero que me llame caballo".
Entre nosotros, la relaci¨®n de quienes utilizan negros ser¨ªa interminable. ?Ay de ellos si Lara hablase! ?Cu¨¢ntos pol¨ªticos escriben tan s¨®lo en campa?a electoral! ?No ser¨¢ que pagan a alg¨²n negro para que les escriba sus electoralistas art¨ªculos? Hace pocos d¨ªas salt¨® a los peri¨®dicos que Jaume Lor¨¦s, experto en cultura y religi¨®n -y con el que, por cierto, pas¨¦ unos d¨ªas de descapso en la c¨¢rcel Modelo franquista-, ha escrito para el conseller Rigol el libro de ¨¦ste Crisi i pais. Nadie lo ha desmentido.
De mi admirado Antonio Gala se cuenta que en cierta ocasi¨®n habl¨® de un acad¨¦mico que utilizaba los servicios de un negro. Al quej¨¢rsele el supuesto negrero, Gala le espet¨®, con su delicioso ingenio: "No te enfades, por favor. Todos tenemos alg¨²n negro. De lo que yo me quejo es de que el tuyo escribe muy mal".
Pero la an¨¦cdota de mayor grandeza entre negros y negreros es aquella de Felipe Bertr¨¢n G¨¹ell, quien encarg¨® al escritor Soler Vicens le escribiera un discurso. Al entreg¨¢rselo el escritor y decirle: "Don Felipe, su discurso", repuso ¨¦ste, sin inmutarse: "Y qu¨¦, ?le ha gustado?".
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