Primera lectura
Concluida la solemnidad diplom¨¢tica de la firma por el ministro de Asuntos Exteriores, Fernando Mor¨¢n, y el embajador, Terence Todman, del anexo al Convenio de Amistad, Defensa y Cooperaci¨®n entre Espa?a y los Estados Unidos de Am¨¦rica, un destacado funcionario norteamericano comentaba ayer a EL PAIS, escaleras abajo del palacio de Santa Cruz: "?Podr¨¢ alguien aclarar alguna vez qu¨¦ a?ade el nuevo texto al rubricado por el Gobierno anterior el 2 de julio de 1982?". Minutos antes, las palabras de Todman subrayaban esa misma perplejidad al declarar que el anexo pon¨ªa el ¨¦nfasis en cuestiones ya pactadas. El embajador no se priv¨®, adem¨¢s, de hacer su brindis al sol y volver sobre los ideales comunes y las libertades, cuestiones olvidadas en Washington un aciago 23 de febrero hace dos a?os, por el entonces secretario del Departamento de Estado, Alexander Haig, mientras Tejero llevaba a cabo su humillante intentona.El texto firmado ayer bajo los focos y los flashes no fue distribuido a los periodistas ni lo ser¨¢, salvo anticipaciones de la Prensa norteamericana, hasta que tenga su entrada oficial en el Congreso de los Diputados. Todas las fuentes coinciden en se?alar, como ya hiciera el ministro de Asuntos Exteriores en su comparecencia ante la comisi¨®n correspondiente del Congreso, que las nuevas estipulaciones se limitan a no prejuzgar la decisi¨®n soberana que Espa?a llegue a adoptar respecto a la participaci¨®n de sus Fuerzas Armadas en la Organizaci¨®n del Tratado del Atl¨¢ntico Norte. Tambi¨¦n, como no pod¨ªa ser menos, se recoge la exigencia de una renegociaci¨®n del convenio si se produjera un cambio de Madrid en relaci¨®n con la OTAN, o si cualquiera de las partes signatarias as¨ª lo reclama.
Mas all¨¢ de la peque?a pr¨®tesis socialista, ahora injertada al convenio al que se abrir¨¢ paso con estas formalidades, una primera lectura permite advertir algunos avances en la posici¨®n espa?ola, desde la postraci¨®n en que acept¨® situarla el general Franco el 26 de septiembre de 1953. En palabras del profesor Angel Vi?as, autor del libro Los pactos secretos de Franco con Estados Unidos, los que en aquel momento fueron hechos p¨²blicos "no revelan ni aproximadamente el juego de prestaciones y contraprestaciones que modelaron desde entonces la pol¨ªtica exterior y de seguridad de un r¨¦gimen autopresentado orgullosamente como h¨ªpernacionalista y que, sin embargo, no dud¨® en aceptar cl¨¢usulas y condiciones sin paralelo en la historia contempor¨¢nea de Espa?a, con tal de que quedaran relegadas al ¨¢mbito de los acuerdos secretos".
Los expertos estiman que el texto del convenio, s¨®lo pendiente ya de la aprobaci¨®n del Parlamento espa?ol, tal como fue negociado por el Gobierno Calvo Sotelo, mejora la definici¨®n, instrumentaci¨®n y aplicaci¨®n de los conceptos incluidos en las versiones anteriores. Pero, por encima del nominalismo, el convenio no sobrepasa el plano de un mero acuerdo de defensa sin garant¨ªas formales para Espa?a. Hay dos innovaciones especialmente destacables. En primer t¨¦rmino, la expresi¨®n "instalaci¨®n de apoyo (IDA)", que ampara "todo terreno, construcci¨®n o conjunto de ellos, propiedad del Estado espa?ol, cuya utilizaci¨®n se concede a las fuerzas de los Estados Unidos de Am¨¦rica para finalidades espec¨ªficas en cumplimiento del convenio". Esta definici¨®n reemplaza al anterior "derecho de utilizar y mantener para fines militares, facilidades en o relacionadas con las bases e instalaciones militares espa?olas".
En segundo lugar, se ha convenido atribuir a los t¨¦rminos "fuerza, elemento civil y personas a cargo" la misma significaci¨®n que tienen en el Convenio sobre Estatuto de Fuerzas de la Organizaci¨®n del Tratado del Atl¨¢ntico Norte, firmado en Londres el 19 de junio de 1951 por los pa¨ªses miembros de la Organizaci¨®n. Como se?alan en su libro Estatuto de Fuerzas Armadas, OTAN y Espa?a, Jos¨¦ Duret y Jos¨¦ Manuel Allendesalazar, de esta forma encajaremos "en una norma internacional admitida por la mayor parte de los Estados europeos democr¨¢ticos y conseguiremos para nuestro personal militar en los Estados Unidos el mismo trato de que disfrutan los miembros de la fuerza y del elemento civil de los otros aliados".
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