Una lecci¨®n de defensa de la propia vida
Arthur Koestler, un hombre vital y defensor ac¨¦rrimo de la vida, con una de las biograf¨ªas m¨¢sfienas de peripecias, azares y destino de nuestro siglo, se ha suicidado. Este combatiente de primera l¨ªnea contra la pena de muerte era partidario de la aplicaci¨®n voluntaria de la eutanasia. No faltar¨¢ quien vea en ello una contradicci¨®n.Abundan ahora los entusiastas zool¨®gicos del existir, para quienes el aborto y la guillotina son intercambiables, y que entre int¨¦rrumpir el embarazo a las tres semanas de la gestaci¨®n o matar a un hijo de un hachazo s¨®lo ven una diferencia cuantitativa.
El programa de estos zo¨®filos es n¨ªtido: que ni una simiente se malogre, que ni un anciano -quiera o no- deje de ser convenientemente entubado en frankesteiniana prolongaci¨®n de su agon¨ªa. Ya se encargar¨¢n el hambre, la miseria y las guerras de mantener el conveniente equilibrio biol¨®gico...
Pero Koestler no amaba la vida sin m¨¢s, la de la zoolog¨ªa, sino la vida humana; es decir, la vida dotada de sentido. La propia vida es la vida que uno se apropia, la que cada cual hace suya: lo que en la vida nos viene impuesto, el puro latido fisiol¨®gico, eso no es lo respetable, sino, por el contrario, lo elegido, lo que hago conmigo y de m¨ª.
Justicia sin crueldad
Defender realmente la vida humana es defender la libertad de elecci¨®n que la dota de sentido y la rescata del ciego pulsar org¨¢nico. Koestler am¨® su vida como movimiento hacia la belleza, la independencia cr¨ªtica y la justicia sin crueldad, no como reacci¨®n qu¨ªmica.
Pues amar la vida es tambi¨¦n no degradarla con la prolongaci¨®n dolorosa y sin objeto, cuando ya la funci¨®n que uno invent¨® para ella ha sido cumplida o se revela definitivamente imposible.
El secreto de esa opci¨®n final por el silencio es tambi¨¦n una lecci¨®n de defensa de la vida. Montaigne dej¨® dicho, con precisa arrogancia estoica: "Nadie es desgraciado durante mucho tiempo sin su consentimiento". Arthur Koestler, que imagin¨® la vida como posibilidad y esp¨ªritu, no quiso verla humillada m¨¢s tiempo en un estertor irremediable.
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