El Papa condena en Managua la 'Iglesia popular' y Ortega arremete frontalmente contra Washington
![Juan Arias](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F5a86bcd5-e5fc-49ab-b292-f3043b0fbfd4.png?auth=2d48be4f56908c68f3c88d7da3c4bd83b9078e68267346b6bac73e371847252d&width=100&height=100&smart=true)
ENVIADO ESPECIAL El Papa conden¨® ayer dur¨ªsimamente, a su llegada a Nicaragua, la experiencia eclesial progresista de la llamada iglesia popular. "Tenemos justicia, libertad y pan y luchamos por la paz". Esta pancarta en medio de las banderas sandinistas, las del Vaticano y de Nicaragua juntas, pudo leerla el Papa desde la ventanilla de su avi¨®n a la llegada al aeropuerto de Managua ayer por la tarde.
En el aeropuerto se observaba un orden perfecto y una visible preocupaci¨®n muy explicable por todo lo que se refer¨ªa a la seguridad del Papa.
Esperaban a Juan Pablo II, junto con un grupo de gente joven, los tres comandantes miembros de la Junta, los nueve miembros de la direcci¨®n Nacional del Frente Sandinista, el Gobierno y el Consejo de Estado. En la misma fila estaban presentes algunas madres de los ¨²ltimos j¨®venes sandinistas asesinados por las fuerzas contrarrevolucionarias el martes pasado.
Cuando el Papa baj¨® solo de la escalerilla del avi¨®n y se arrodill¨® para besar el suelo, por las ondas de la radio se escuchaba: "en este momento Juan Pablo II est¨¢ besando una tierra empapada por la sangre de tantos de nuestros ca¨ªdos en la lucha por la revoluci¨®n".
Enseguida el discurso del comandante Daniel Ortega, vestido de verde militar. El coordinador de la Junta habl¨® durante casi media hora. Sus palabras fueron una mezcla de arenga a las masas y proclama revolucionaria: "Eminent¨ªsimo hermano, dijo al Papa, vosotros s¨®is el bienvenido hoy aqu¨ª, donde encontr¨¢is un pueblo heroico, martirizado pero orgulloso, que ha perdido 50.000 hombres para preparar una revoluci¨®n de profundos cambios sociales y morales". Ortega hizo ante el Papa una condena despiadada del imperialismo norteamericano; denunci¨® las 154 infiltraciones extranjeras habidas en Nicaragua para intentar abortar la revoluci¨®n y dijo que estaba de acuerdo con muchas de las afirmaciones hechas por Juan Pablo II a su llegada a Centroam¨¦rica. Pasa a la p¨¢gina 3
Juan Pablo II pidi¨® en Managua el cese de las intervenciones que favorecen la tensi¨®n en los pa¨ªses centroamericanos
Viene de la p¨¢gina 1"No existe una contradicci¨®n entre la revoluci¨®n y el cristianismo", ya que entre los asesinados, explic¨® el Papa, ha habido tambi¨¦n obispos, sacerdotes, religiosos y seglares creyentes.
De vez en cuando, en las filas del Gobierno se o¨ªan aplausos. Aplaudi¨® tambi¨¦n el ¨²nico ministro sacerdote presente en el aeropuerto, el poeta y monje trapense Ernesto Cardenal, ministro de Cultura. Sobre ¨¦l estaban enfocadas las c¨¢maras de televisi¨®n y los objetivos fotogr¨¢ficos de medio mundo en aquel momento, porque se hab¨ªa corrido la voz de que el Papa no le saludar¨ªa si estaba presente en el aeropuerto.
Mientras el comandante Ortega pronunciaba su discurso, el Papa sudaba, incluso bajo el paraguas blanco que le proteg¨ªa. Se quit¨® el solideo, cruzaba los brazos, se llevaba la mano a la cara, esperando que acabara el discurso revolucionario.
Cuando le lleg¨® su turno, Juan Pablo II empez¨® recalcando: "Al pisar el suelo de Nicaragua, mi primer pensamiento agradecido va a Dios". Fue aplaudido cuando afirm¨® que hab¨ªa venido aqu¨ª "para lanzar una llamada de paz hacia quienes, dentro o fuera de esta ¨¢rea geogr¨¢fica, donde quiera que se hallen, favorecen de un modo u otro tensiones ideol¨®gicas, econ¨®micas o militares que impiden el libre desarrollo de estos pueblos amantes de la paz, de la fraternidad y del verdadero progreso humano, espiritual, social, civil y democr¨¢tico".
Momentos de tensi¨®n
Esta vez aplaudi¨® tambi¨¦n Ernesto Cardenal. En seguida, el momento m¨¢s engorroso. El Papa empez¨® a saludar a los miembros de la Junta Revolucionaria y del Gobierno. Una peque?a inclinaci¨®n ante la bandera sandinista, que ondeaba junto a la vaticana Un momento de duda, parece que no quiere saludar a la larga fila de autoridades. El comandante Ortega le habla al o¨ªdo y le empuja.
El Papa se acerca a la fila, pero empieza a desfilar delante de las autoridades sin darles la mano; en seguida algunos rompen el fuego y le toman la mano, algunos se la besan, otros se la estrechan. Se acerca ahora donde est¨¢ el cl¨¦rigo inc¨®modo, el monje Cardenal, vestido con camisa blanca por fuera de los pantalones y boina negra. Estaba al lado de una compa?era con camisa verde sin mangas.
Cuando Juan Pablo II se halla ante Cardenal, frente a frente, ¨¦ste, con un gesto que nadie se espera, se postra de rodillas y le besa las manos al Papa. Este libra sus manos y con el dedo ¨ªndice de la mano derecha le hace gestos, como amonest¨¢ndolo. Empieza a hablarle. Cardenal se pone de pie con su boina negra en la mano y la cabeza inclinada. Despu¨¦s vuelve a arrodillarse, y se queda all¨ª as¨ª hasta que el Papa contin¨²a su desfile de saludos.
Desde los altavoces se escuchaba la Misa campesina, de tonos revolucionarios. Es la misa de las famosas comunidades cristianas de base de la Iglesia popular, manzana de discordia para Roma en Centroam¨¦rica.
Ideolog¨ªas y educaci¨®n
Posteriormente, en la ciudad de Le¨®n, donde Juan Pablo II habl¨® a 100.000 campesinos, el Papa fue muy expl¨ªcito: "Vosotros", dijo, "no ten¨¦is necesidad de ideolog¨ªas ajenas a vuestra condici¨®n cristiana para amar y defender al pr¨®jimo". Reivindic¨® el derecho a "educar a los hijos en las escuelas que corresponden a su visi¨®n del mundo" y tambi¨¦n "a no ver a vuestros hijos sometidos en las escuelas a programas inspirados en el ate¨ªsmo".
En la misa, ante el pleno de los obispos y de las autoridades, Juan Pablo II pronunci¨® un discurso que no dejar¨¢ de tener una gran resonancia no s¨®lo en Nicaragua, sino tambi¨¦n en toda Am¨¦rica Latina. Los observadores extranjeros fueron un¨¢nimes en subrayar que no se esperaba una condena tan fuerte de la experiencia eclesial de la parte m¨¢s progresista de la Iglesia de Nicaragua.
El Papa empez¨® ya su discurso con un tono de cierta pol¨¦mica, saludando, como no hab¨ªa hecho en ning¨²n otro viaje, "a ricos y pobres". ?Qu¨¦ quiso decir el Papa con esta expresi¨®n?, se preguntaban ayer los observadores internacionales.
No a la Iglesia popular
El mensaje fue una llamada muy fuerte a la unidad de la Iglesia y a la obediencia a los obispos, al Papa y a la Iglesia, cueste lo que cueste. Incluso, dijo el Papa, "renunciando a ideas, planes y compromisos propios, incluso buenos".
Confirm¨® plenamente su anterior carta a los obispos de Nicaragua y calific¨® de "absurdo y peligroso" todo lo que signifique una Iglesia "nueva, no tradicional, no institucional, alternativa, carism¨¢tica y popular". "Quiero hoy", dijo el Papa con tono solemne, "reafirmar aqu¨ª delante de vosotros estas palabras".
Insisti¨® en que la unidad de la Iglesia se compromete si a la obediencia a los obispos y al Papa se anteponen "consideraciones terrenas y compromisos ideol¨®gicos inaceptables, opciones temporales, incluso concepciones de la Iglesia que suplantan a la verdadera".
Clara la condena de la experiencia de los curas ministros, a los cuales el Papa ha acusado impl¨ªcitamente de ser autores de la ruptura de la unidad eclesial. "Ning¨²n cristiano", dijo, "y menos a¨²n cualquier persona con t¨ªtulo de especial consagraci¨®n en la Iglesia, puede hacerse responsable de romper esa unidad, actuando al margen o contra la voluntad de los obispos, a quienes el Esp¨ªritu Santo ha puesto para guiar la Iglesia de Dios".
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