Se levanta la veda de los obispos
Hay pa¨ªses donde tienen reservas de bisontes; pero Espa?a ten¨ªa, al menos, su reserva de obispos. Y digo bien: ten¨ªa. Se levant¨® la veda. Antes -entonces- solamente ellos pod¨ªan decir la primera y la ¨²ltima palabra -y la de en medio-; estaban en las Cortes; prohib¨ªan espect¨¢culos o censuraban libros; influ¨ªan decisivamente en la universidad, en la ense?anza, las c¨¢tedras y las publicaciones; ellos pod¨ªan hablar de todos y de todo, pero de ellos nadie ni nunca pod¨ªa ni por asomo juzgar y criticar.Hoy, los pobres son -somos- los m¨¢s idiotas de los hijos de los hombres, que no sabemos teolog¨ªa; que somos anticuados, inquisidores, cavern¨ªcolas; dictatoriales, dominantes, peseteros; vendidos al capitalismo, equiparados a los grandes poderes del ej¨¦rcito o la banca; insolidarios con la clase obrera; incomprensivos hacia la juventud; lejanos al mundo intelectual y descomprometidos con los pueblos oprimidos que sufren injusticias seculares, como Latinoam¨¦rica.
Yo no niego el valor de la cr¨ªtica y/o la correcci¨®n fraterna: es un derecho hacerla y un deber escucharla. Pero eso no supone de antemano que todas las cr¨ªticas sean razonables, ni justas ni oportunas, ni que todas sean de recibo, por tanto. No digo yo tampoco -ni mucho menos: me conozco el reba?o y me conozco a m¨ª- que los obispos sean perfectos ni impecables. Pero si cuando solamente el Episcopado pod¨ªa tener p¨²blicamente la raz¨®n era m¨¢s necesario practicar, sobre todo, la autocr¨ªtica, en momentos en que se practica una cr¨ªtica apasionada y sesgada, mirando siempre y s¨®lo los aspectos negativos, exager¨¢ndolos o deform¨¢ndolos a veces, tambi¨¦n es necesario, precisamente para mantener y complementar una sana situaci¨®n dial¨¦ctica y una dialogante comuni¨®n, si no hacer apolog¨¦tica, s¨ª, al menos, una modesta r¨¦plica y una sencilla explicaci¨®n, de cuando en cuando.
Se ha dicho, por ejemplo, que los obispos ni saben teolog¨ªa, ni leen, ni est¨¢n al d¨ªa. Pero yo digo que muchos eran profesores en universidad y hasta rectores; ten¨ªan doctorado en ciencias eclesi¨¢sticas, licenciaturas en civiles, escribieron diversos libros importantes, fueron conferenciantes de altura, y si bien algunos se habr¨¢n quedado anquilosados, s¨¦ de bastantes que siguen al d¨ªa la producci¨®n teol¨®gica mundial, y leen los libros y revistas de m¨¢s actualidad, inclusive en sus lenguas originales del franc¨¦s, el ingl¨¦s, el alem¨¢n o el italiano.
Se ha preguntado en p¨²blico, condenatoriamente, por qu¨¦ no est¨¢bamos ni un obispo espa?ol en la sesi¨®n que en Madrid el Tribunal de los Pueblos celebr¨® por Guatemala. Pero yo recuerdo a los olvidadizos e informo a los desinformados que dicho tribunal tiene un numerus clausus como toda instituci¨®n, en cuyo n¨²mero est¨¢ incluido desde hace tiempo el obispo M¨¦ndez Arceo, de Cuernavaca, en M¨¦xico, pero no los obispos espa?oles, que no pertenecen al mismo de momento y, por tanto, no ten¨ªan directamente papel alguno que cumplir. A m¨ª personalmente me invitaron para pertenecer al comit¨¦ de honor de esta sesi¨®n, y contest¨¦ por carta que aceptaba. Dado que la sesi¨®n duraba varios d¨ªas y no sab¨ªa yo cu¨¢l era mi papel ni en qu¨¦ momento ser¨ªa m¨¢s oportuna mi presencia, esper¨¦ alguna indicaci¨®n a ese respecto, pero esa indicaci¨®n no se produjo, no s¨¦ por qu¨¦, quiz¨¢ porque la cosa en s¨ª no ten¨ªa importancia o porque la organizaci¨®n se viera desbordada; lo cierto es que, teniendo en cuenta el apretado calendario de actos pastorales que solemos llevar, al final no asist¨ª, si bien dediqu¨¦ una columna de mi colaboraci¨®n semanal en la revista Tiempo a solidarizarme con el Tribunal de los Pueblos y, en concreto, con la defensa del pueblo oprimido de Guatemala. Por otra parte, y aprovechando una cornida, charlamos ampliamente monse?or M¨¦ndez Arceo y yo, y he sabido despu¨¦s que Taranc¨®n tambi¨¦n tuvo con ¨¦l una larga entrevista.
Se ha comentado desfavorablemente que el cardenal ni recibi¨® ni quiso recibir a las Madres de la Plaza de Mayo, cit¨¢ndose hasta frases como textuales suyas, entre comillas, pero puedo afirmar que ¨¦l no sab¨ªa que hab¨ªan querido visitarle ni lo ha sabido hasta mucho despu¨¦s, y s¨¦ que las hubiese recibido cordialmente. Tampoco a m¨ª me indic¨® nadie que quisieran visitarme. En otras ocasiones de viajes anteriores s¨ª que he recibido muchas madres de desaparecidos de Argentina, El Salvador y casos parecidos. Pero aqu¨ª es de notar un hecho muy curioso: si las recibe un ministro es noticia, y es normal; si las recibe un obispo no es noticia -l¨®gico-; pero si no las recibe un obispo s¨ª es noticia...
Se ha informado que los obispos espa?oles han entregado quinientos millones de pesetas como donativo de la Iglesia de Espa?a al Vaticano, como fruto y con ocasi¨®n de la reciente visita del Papa, cuando en realidad la cifra asciende solamente a 45 millones de pesetas. Y as¨ª sucesivamente.
Insisto en que no pido patente de corso para obispos ni una bula especial. Tampoco hay que olvidar los pecados de la vida pasada, como lecciones de la historia y aprendizaje de experiencia. Pero pido amnist¨ªa para el pasado, como todos hemos dado en Espa?a mutuamente de todo coraz¨®n; pido para el presente respeto en el di¨¢logo, comprensi¨®n, informaci¨®n completa y serenidad en la cr¨ªtica; todo ello, mirando hacia el futuro, a fin de que alcancemos una sociedad civilizada y adulta, en paz y fraternidad, a la vez pluralista y solidaria, cr¨ªtica y realista, dial¨¦ctica y respetuosa.
Ya s¨¦ que los obispos no somos la Iglesia, aunque s¨ª que tenemos en ella un papel importante y decisivo, de hecho y de derecho. Pero yo hablaba ahora expresamente no de la Iglesia cat¨®lica en general, sino del colectivo de los obispos en particular. Admito hasta la hip¨®tesis de que algunas cr¨ªticas aludidas anteriormente no siempre fueran dirigidas hacia m¨ª en concreto, al menos por parte de los que las expresaron en su momento. Raz¨®n de m¨¢s, entonces, para que con mayor independencia pueda moverme, por el bien de la Iglesia y de Espa?a, a romper esta lanza, y, con cierto esp¨ªritu de ecolog¨ªa social y no sin cierto humor intraeclesial, proponga esta campa?a: "?Salvemos los obispos!".
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