Cuento chino
Cuando la azafata del viejo Ilyushin, vuelo de Pek¨ªn a Hohhot, capital de Mongolia Interior, empu?¨® una palmeta, me qued¨¦ un tanto perplejo. ?Iba a emprenderla a palmetazos contra los pasajeros? Contra todo pron¨®stico, lo que ella intentaba era matar moscas. Sobre todo, una de esas moscas rezongantes y molestas, incre¨ªblemente superviviente en el fr¨ªo ambiente del bimotor, por encima de las peladas, ocres sierras de la meseta mongola, por donde anta?o cabalg¨® Gengis Khan.Hay mil modos y mil im¨¢genes para narrar cu¨¢n atrasado e ingenuo es este inmenso pa¨ªs. Pero la compa?¨ªa Caac con sus azafatas provistas de palmetas para matar moscas en pleno vuelo me parece un detalle m¨¢s significativo que su pertinacia en el overbooking.
U otras cosas que no acaban de gustarte. No me gust¨® que en varias ocasiones sacaran a los pasajeros chinos y me dieran sus asientos, a pesar de la comodidad que representaba no estar tirado en aeropuertos de juguete como el de Hohhot, o el de Xilinghot, remoto poblach¨®n mongol. Hay como una rudeza para el propio y una almibarada gentileza -un tanto falsa- para el extranjero, que a m¨ª me altera, aunque proceda de un pa¨ªs como Espa?a, donde el servilismo hacia el turista tambi¨¦n ha hecho mucha pupa en esa cosa que antiguamente se llamaba orgullo espa?ol. No s¨¦ si los alemanes a¨²n contin¨²an diciendo eso de Stolz wie ein Spanier, orgulloso como un espa?ol.
La verdadera goller¨ªa es pensar qu¨¦ maravillosa es China a tenor de las sonrisas superficiales con que un turista es embalsamado a cada paso. Basta rascar un poco la costra de los programas preparados, dar una vuelta a cuanto te han preparado, y brotan las contradicciones y otra idea de China que a m¨ª me ha dolido. Con casi dos meses de estancia en la Rep¨²blica Popular de China a las espaldas, nunca como ahora, en un reciente viaje, he notado lo que fastidia caerse del guindo. Que tambi¨¦n puede suceder hasta a los m¨¢s empedernidos sin¨®logos y a bien dispuestos cronistas como uno. Se calculaba -es una idea bastante extendida en Occidente- que China, acaso por su antisovietismo militante, era una especie de comunismo bueno. Tal la falacia. Un comunismo bueno, el chino, todo risue?o y humano, y un comunismo hosco y perseguidor, el sovi¨¦tico. Como todos los estereotipos, el incremento relativo de buena imagen a favor de China no se tiene en pie al descubrir la gran capacidad de totalitarismo, de ineptitud e incluso de corrupci¨®n que puede generar el sistema chino.
Necesitas un poco de tiempo -algo m¨¢s que el de una visita tur¨ªstica- para enterarte de que una palabra absolutamente clave en China es guanxi: tener conocidos, practicar el amiguismo, pol¨ªtica de favores y astillas (todo lo leve que se quiera en un pa¨ªs donde un buen sueldo es de 3.000 pesetas mensuales). A veces las mordidas son un par de pollos. Si no hay billetes para Shanghai, hay que ir a la compa?¨ªa a¨¦rea por la homen, la puerta trasera. Los asuntos p¨²blicos de China tambi¨¦n tienen puerta delantera, donde son literalmente ingurgitados por la lentitud e incompetente arrogancia de los bur¨®cratas, y puerta trasera, la m¨¢s ¨²til para resolver temas con premura y exactitud.
La cacareada pobreza china es una verdad compacta, vasta. Un pa¨ªs de 1.031 millones de habitantes, al mero l¨ªmite de la supervivencia: un taz¨®n de arroz (o dos), una camisa, un pantal¨®n y unas sandalias. Ahorrar para comprarse una bici (180 yuanes, unas 8.000 pesetas) representa para ellos un esfuerzo econ¨®mico equivalente al que nosotros empleamos para comprarnos un coche.
Tal vez se piensa que esa pobreza es redentora y risue?a, cuando en realidad es bastante abyecta. Uno, que ha viajado, y contin¨²a, ha visto pobrezas a¨²n m¨¢s terribles en Egipto, en la India o en Tailandia, y no me ha parecido que esos otros pobres de la tierra tuvieran menos resignaci¨®n, sino hasta mejor humor y m¨¢s vitalidad. Ese achampi?onamiento del chino, su vivir vegetal, su probable aburrimiento puede que sea una ¨²ltima secuela de esa feroz aventura de los once a?os, cuando los guardias rojos quemaban las jaulas de p¨¢jaros, no s¨®lo los libros. Pero es que el Jarenheit mental contin¨²a. Nohay cr¨ªtica ni disensi¨®n toleradas por el r¨¦gimen. La unidad de producci¨®n -cada chino est¨¢ enclavado en una- piensa en todo: desde cupones de comida a
Pasa a la p¨¢gina 12
Cuento chino
Viene de la p¨¢gina, 11p¨ªldoras anticonceptivas. Llegado el caso, y ya que "es glorioso tener un hijo solo", la unidad aconseja a la pareja cu¨¢ndo es conveniente que nazca.
Orwell podr¨ªa perfectamente reaplicar all¨ª aquello de que todos los animales son iguales, s¨®lo que hay algunos que son m¨¢s iguales. Un domingo en las Colinas Perfumadas, un parque de las afueras de Pek¨ªn: era tal la multitud, que camin¨¢bamos todos a base de codazos. En esto pasa un formidable Hongqi, uno de esos bandera roja, cochazos con cortinillas de los jerifaltes. Se abre paso con la misma arrogancia de un cami¨®n entre un reba?o.
Igual siento esto por alcanzar a ver el Muro de Xidan, la t¨ªmida apertura del a?o 79, y ahora presenciar la viscosidad del rumbo de las cosas en China, donde, s¨ª es cierto que impera el praginatismo de Deng Xiaoping, los cerriles y tolerantes f¨²nciongrios de siempre contin¨²an agazapados en los niveles med¨ªos y bajos del sistema.
Deseaba ver el rastro de Qianmenwai, peque?a experiencia de venta directa. Ha sido suprimido hace unas semanas. Me aloj¨¦ en el maravilloso Hotel de la Paz (antes Cathay Hotel, donde vibra a¨²n el mariembadismo de la Shanghai de las Concesiones), pero la peque?a orquestina que tocaba sones tan revolucionarios como Tea for two ha sido quitada este verano. El escritor Ba Jin est¨¢ oficialmente enfermo y no se le puede ver. Quieres visitar una, comuna agr¨ªcola, y la barren tanto y dan tanto colorete a los ni?os que parece un pueblo de ciencia-ficci¨®n m¨¢s que un cl¨¢sico pueblo china, donde la vida es dura y el olor predominante -lo siento- emana de lo que David Bonavia llama el nightsoil, el, abono nocturno, y humano, que va reaplicado en ciclo continuo.
Como Bonavia, Fraser, Leys, Kenneson y tantos otros recientes observadrores, pienso que es muy duro dejar de querer, en general, a un pueblo como el chino, m¨¢xime no entendi¨¦ndole, s¨®lo gui¨¢ndose por su mansuetismo y su sonrisa.
Nada impide que tambi¨¦n,un espa?ol deje de encandilarse por un sistema incapaz, hasta el momento, de generar libertad ni riqueza.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.