Acontecimiento excepcional, con la 'Novena' en homenajea Argenta y la batuta de plata a L¨®pez Cobos
A la llamada de la Novena Sinfon¨ªa en homenaje a Ataulfo Argenta, organizado por la Casa de Cantabria, acudieron m¨¢s de 2.000 personas, tantas que los pasillos y escaleras del teatro Real sirvieron para ampliar su aforo. La Novena conserva, a trav¨¦s del tiempo y el aumento de difusi¨®n, ese aire de acontecimiento excepcional cargado de espectativas.Jes¨²s L¨®pez Cobos, que recibi¨® al final del concierto-homenaje la primera batuta de plata Ataulfo Argenta que otorga la Casa de Cantabria en Madrid, hizo una versi¨®n de la gran partitura beethoveniana, excelentemente planteada y resuelta con vigor, aliento y controlada expresividad.
Coro y orquesta nacionales se crecieron ante un auditorio de excepci¨®n, cuyo amplio margen de inter¨¦s e ilusi¨®n no pod¨ªa ser defraudado. El cuarteto solista, con Mar¨ªa Or¨¢n, Anna Ricci y los invitados Keith Lewis, neozeland¨¦s, y Harald Stamm, de Francfort, cuyos interesantes medios brillaron en la interpretaci¨®n de Las estaciones, de Haydn, hace unos d¨ªas.
'Novena Sinfon¨ªa', de Beethoven
Orquesta y Coros Nacionales. Director: J. L¨®pez Cobos. Coro: Enrique Rib¨®. Solistas: Mar¨ªa Or¨¢n, Anna Ricci, Keith Lewis y Harald Stamm.Teatro Real, 16 de marzo.
Un gran director
En cuanto al trabajo preparatorio del Coro Nacional es evidente el resultado del trabajo y la capacidad del maestro barcelon¨¦s, Enrique Rib¨®, cuya formaci¨®n de instrumentista se une a sus largas pr¨¢cticas como director coral. Enrique Rib¨® ha supuesto una valiosa incorporaci¨®n al ambiente musical madrile?o, lo que se advierte d¨ªa a d¨ªa.Para los que conocimos a Ataulfo Argenta y pudimos seguir su carrera, el recuerdo de su figura y la certeza de su val¨ªa, se unen a la pena de su muerte temprana, junto cuando iba a dar el salto definitivo. A quienes no lo conocieron o s¨®lo escucharon de ni?os algunos de sus conciertos, el nombre de Argenta les lleg¨® convertido en mito; lo que pudiera ser mitificaci¨®n nacional se torna juicio sereno en labios de los m¨²sicos extranjeros, tal y como L¨®pez Cobos, en sus estancias suizas, francesas o italianas, ha escuchado una y otra vez "Argenta era un gran director". Recuerdo haber hablado m¨¢s de una vez y de dos con Ernest Ansermet sobre nuestro titular de la Nacional: sus opiniones superaban el elogio y adquir¨ªan tintes de emoci¨®n.
Ataulfo Argenta, su radical ser y sentir c¨¢ntabros, su natural sentimiento romanticista, un tanto a la germana, su gusto por la b¨²squeda del color propio de los impresionistas, fue una personalidad compleja que, como director, busc¨® siempre la claridad, el mejor orden y la m¨¢s fuerte expresividad. Resultaba imposible la indiferencia ante un arte tan vital e impulsivo como el de Argenta, s¨ªntesis de dos principales tendencias de la escuela europea: la germana, con su cargada tensi¨®n y su af¨¢n introspectivo y la italiana, con su voluntad de luz y su perfeccionismo de detalle.
Entre los dos polos, el iberismo de Argenta defin¨ªa por v¨ªa de lo diferencial una cien veces probada voluntad universalista. Pienso que el mejor homenaje de L¨®pez Cobos a su antecesor en la cabecera de la Orquesta Nacional consiste, como en el caso de la Novena sinfon¨ªa ahora escuchada, en recoger su herencia y prolongarla a trav¨¦s de su propia personalidad y los imperativos de la hora actual.
El p¨²blico dedic¨® a todos, director, solistas, coro y ONE interminables ovaciones; en ellas iba tambi¨¦n el homenaje a Ataulfo Argenta en el 25? aniversario de su muerte.
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