Dulce colonia
En algo est¨¢n de acuerdo la mayor¨ªa y la oposici¨®n. Persiguen la misma utop¨ªa improbable. Un pa¨ªs limpio de colonialismos econ¨®micos y culturales, sin excesivas dependencias bochornosas, con la suficiente autonom¨ªa material y espiritual para hacer windsurf con cierta dignidad sobre la tercera ola. Est¨¢n de acuerdo en lo fundamental, pero lo fundamental se les resiste.Saco mi calculadora japonesa extraplana, sumo las grandes siglas extranjeras con presencia decisiva en nuestra econom¨ªa, conecto mi aparato de radio alem¨¢n para escuchar un poco de m¨²sica anglosajona que haga m¨¢s llevadero el arduo ejercicio aritm¨¦tico con instrucciones en lengua inglesa, enciendo un Winston, me tomo cierto analg¨¦sico de los laboratorios alemanes mezclado con una cola del Imperio para despejar el cerebro, miro impaciente el reloj digital nip¨®n, apago la radio por culpa de los anuncios incesantes de la Renault, la Philips, la Hitachi, la Thomson y la Ciba-Geigy, conecto la cadena hifi de la Sony, me recuesto pensativo en mi sill¨®n favorito de dise?o italiano, mordisqueo nervioso una chocolatina suiza que regala cromos de un telefilme yanqui, vuelvo a repasar las verdosas cifras espeluznantes de importaci¨®n y huyo desesperado en mi moto japonesa, repleta de combustible ¨¢rabe, hacia el ¨²ltimo estreno de Hollywood, por entre neones Siemens, fragancias McDonalds, frenazos Michel¨ªn.
Ignoro por qu¨¦ repiten que no tenemos modelo econ¨®mico, estrategia para salir del siglo, proyecto de futuro. Lo tenemos desde hace un mont¨®n de a?os y seguramente es el m¨¢s claro e irreversible de la civilizaci¨®n occidental. Somos una hermosa, soleada y envidiable colonia y lo seguiremos siendo durante much¨ªsimas legislativas. El error may¨²sculo est¨¢ en no asumir con desfachatez realista esta espl¨¦ndida situaci¨®n de ultramar, y disfrutarla sin preocuparse un segundo m¨¢s de la absurda idea de independencia industrial. Despu¨¦s de todo, no se vive tan mal en las colonias. Y la raza, la religi¨®n, la ideologia y la lengua de los nuevos colonizadores andan tan mezcladas con nuestro modo de ser que s¨®lo los especialistas en las tablas input-output son capaces de distinguirlas en sus ordenadores de importaci¨®n.
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