C¨®mo conservar un marido
Pese a la posibilidad del divorcio y a la facilidad, con dinero, de la anulaci¨®n, pienso que a las mujeres no les sienta bien el matrimonio. Pero si, a pesar de ello, deciden cometer la equivocaci¨®n de casarse que, al menos, no se les ocurra hacerlo por amor. Mucho mejor una boda de humor que de amor. Y, desde luego, mejor una boda de conveniencias, de inter¨¦s, pero tornando todas las preocupaciones. Conozco a un dos veces pobre marqu¨¦s que a menudo se lamenta de que, habi¨¦ndose casado por dinero, su mujer se lo negaba y, en cambio, ella s¨ª hab¨ªa conseguido ser marquesa, que era, a fin de cuentas, lo que pretend¨ªa al contraer matrimonio con ¨¦l.Aunque exista un gran amor, ?qu¨¦ pasar¨¢ despu¨¦s de seis a?os o de seis meses? Ya Natalie de Noailles advert¨ªa del riesgo al confesar, con ejemplar sencillez, a una amiga: "Soy muy desgraciada. Tan pronto como me enamoro, me encuentro con otro que me gusta m¨¢s".
S¨ª. El amor es una cosa y el matrimonio otra muy distinta. El amor es atracci¨®n y es pasi¨®n. Incluso etimol¨®gicamente, pasi¨®n viene de padecer, es la acci¨®n de padecer: se dice la Pasi¨®n de Cristo. El matrimonio, en cambio, o sea, la vida en com¨²n, exige menos pasi¨®n y m¨¢s tolerancia. Necesita, si se me permite decirlo, mucha amistad y, adem¨¢s, llevar en la mochila conyugal grandes dosis de paciencia, que es preciso ir administrando sabiamente en el transcurso del largo viaje. El amor se mide por su intensidad. El matrimonio y la amistad, por su duraci¨®n. Anouilh, que a veces hac¨ªa humorismo sin darse cuenta, aconsejaba a una mujer que se aburr¨ªa con sus amantes que se casara, pues ello le dar¨ªa picante al asunto. Borel, m¨¢s triste, pero m¨¢s l¨²cido, afirmaba, al contrario, que el invento del matrimonio era un expediente para vengarse del g¨¦nero humano, una trampa para cazar a los hombres e irles consumiendo d¨ªa a d¨ªa a fuego lento.
Pero quiz¨¢ sea m¨¢s acertado decir que a menudo lo ¨²nico que separa a una mujer adorable de un hombre encantador es que los dos est¨¦n casados entre ellos, o sea, contra ellos. Es decir, que sean marido y mujer.
Bueno, como comienzan siempre su respuesta los entrevistados en televisi¨®n. Supongamos que, sin hacer caso de la sabia recomendaci¨®n a la solter¨ªa que le han hecho todas las personas solventes -no me des consejos, dec¨ªa Pitigrill, prefiero equivocarme s¨®lo-, una inocente criatura perteneciente al g¨¦nero femenino -la incompatibilidad puede no existir, aunque raramente-, decide casarse y, adem¨¢s, conservar el marido. ?Que hacer?
Antes, las mujeres enga?aban a menudo a sus maridos, pero lo hac¨ªan con discreci¨®n, sin que
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C¨®mo conservar un marido
Viene de la p¨¢gina 9 nadie se enterara. Pero hoy, con esto de la liberaci¨®n femenina, de la honradez, de la franqueza, del compa?erismo, se empe?an en hacerle saber al marido que aman a otro y en explic¨¢rselo con detalle, lo que desasosiega al hombre y hasta le obliga, algunas veces, a unas resoluciones que no le apetec¨ªa tomar, ya que prefer¨ªa seguir ignorando su condici¨®n. Es aquel famoso ruego: "Haz que no lo sea; si lo soy, haz que no me entere. Y si me entero, glorioso san Jos¨¦, dame paciencia". Deben, pues, evitar las mujeres el exceso de honradez y, sobre todo, las explicaciones en materia tan escabrosa si quieren conservar el marido, lo cual tampoco es muy recomendable porque, la verdad sea dicha, los maridos suelen ser unos pelmazos aburridos e indignos de inspirar amor o admiraci¨®n, aunque sean h¨¢ndicap 14 en golf o cobren treinta p¨¢jaros, pues sucede lo que dec¨ªa Natalie de Noailles: siempre se encuentra otro que es h¨¢ndicap 3 y mata ochenta perdices en un ojeo.
Pero s¨ª, a pesar de todo, siguen decididas a guardar el marido, si realmente quieren retenerlo, s¨®lo existe un sistema infalible: aburrirle y fastidiarle a iguales dosis. ?C¨®mo se consigue? Es f¨¢cil. Pregunt¨¢ndole mil cosas y no escuchando sus respuestas, haci¨¦ndole escenas, cre¨¢ndole mala conciencia, exigi¨¦ndole constantes servicios, pidi¨¦ndole que se ocupe del pasaporte. del carnet de conducir, del documento nacional de identidad que ha caducado, de las multas por mal aparcamiento. Montaigne, que era culto, humanista y sabido, exig¨ªa de su mujer que le descargara de todas las preocupaciones de la vida dom¨¦stica para poder dedicarse a la meditaci¨®n y a la escritura de sus famosos ensayos. Pues es preciso hacer lo contrario de lo que aceptaba Fran?oise de Chassaigne, se?ora de Montaigne. justo al rev¨¦s de ella, de manera parecida a lo que, seg¨²n el sargento instructor, era la media vuelta a la izquierda lo mismo que la media vuelta a la derecha, "s¨®lo que al rev¨¦s".
Es preciso, pues, hacerle al marido la vida imposible, si es que se pretende, err¨®neamente, conservarlo. Darle la lata. No dejar que fume, que beba, que lea o escriba e, incluso, que vea la televisi¨®n con tranquilidad. Preguntarle tonter¨ªas. Incordiarle. Atosigarle.
Ponerse en bata, zapatillas y con bigud¨ªs en la cabeza. Eso. Los bigud¨ªs para el marido y los saltos de cama, los escotes y los encajes de puntillas para los amantes.
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