Manolo Escobar, un cuarto de siglo cantando a la Espa?a t¨®pica
"No me gusta que a los toros te lleves la minifalda", "Mi carro me lo robaron anoche cuando dorm¨ªa", "Viva el vino y las mujeres, que por algo son regalo del se?or", "Madrecita, Mar¨ªa del Carmen". Ha pasado ya un cuarto de siglo desde que Manolo Escobar apareci¨® en p¨²blico y parece que la f¨®rmula todav¨ªa funciona. "Mi ¨²nico m¨¦rito ha sido saber comercializar una facilidad para el cante que es general en Andaluc¨ªa", ha confesado alguna vez.
Manolo Escobar naci¨® en El Egido cuando faltaba todav¨ªa mucho tiempo para que los cultivos extratempranos llevaran la riqueza a aquella zona del desierto almeriense. Por entonces, esa dura tierra apenas ofrec¨ªa posibilidades de supervivencia, y una familia como la de los Escobar -diez hermanos- ten¨ªa que pasarlo mal por fuerza. El 46 fue el a?o del hambre en Almer¨ªa, y Manolito, que ten¨ªa entonces doce a?os, se march¨® a Barcelona con dos de sus hermanos mayores.Su primer trabajo fue realmente curioso. Consist¨ªa en estar asomado a la ventana de su casa del Barrio Chino y gritar a todo pulm¨®n ?agua! cuando por el fondo de la calle aparec¨ªa el municipal. Entonces, sus hermanos y dem¨¢s vecinos que vend¨ªan en los portales productos de estraperlo recog¨ªan el puesto a toda prisa y sub¨ªan a casa. Luego fue sucesivamente empleado en una empresa de restaurac¨ª¨®n de metales por siete duros semanales, ebanista por 10 y alba?il por 35, hasta que lleg¨® a una f¨¢brica de productos qu¨ªmicos en la que le correspondi¨® el curioso honor de embotellar la primera botella de mistol que se hizo en Espa?a.
Las cosas iban, pues, a mejor cuando Manolo se fue al servicio militar. Aunque para entonces no hubiera conseguido enamorar, como era su sue?o de adolescente, a Amparo Rivelles ni a Esther Williams, sin duda por falta de oportunidades, al menos la miseria parec¨ªa ya una pesadilla lejana. Ante ¨¦l se abr¨ªa un futuro de currante feliz, y el optimismo se le escapaba en cantes populares de su tierra. Manolo Caracol, Pepe Blanco, Juanito Valderr¨¢rna, Concha Piquer, Juanita Reina... Todos esos eran sus modelos. Un buen d¨ªa, alguien que conoc¨ªa a no s¨¦ qui¨¦n, que a su vez era amigo de Fulano, le llev¨® a la radio, y sus compa?eros de trabajo pararon ese d¨ªa por dos minutos la producci¨®n para escucharle con orgullo y decir: "Ha estado bien, pero a veces lo hace mejor. Se le han notado los nervios."
Pero volvi¨® la semana siguiente, y luego otra vez, y otra m¨¢s. Un d¨ªa confesar¨ªa con sencillez: "Lo m¨ªo gust¨® en Barcelona, pero en Andaluc¨ªa lo hace cualquiera. Yo tuve esa suerte y..."
Y ya va un cuarto de siglo y sigue la racha. Le canta a Espa?a, a la Espa?a t¨®pica de la que muchos quieren olvidarse, pero que a su p¨²blico le llena y que a ¨¦l le da trabajo los 365 d¨ªas del a?o. Una f¨¢brica de vaqueros que funcion¨® mal casi se le come todos los ahorros, pero se rehizo. Quiz¨¢ cometi¨® el error de traicionarse a s¨ª mismo al ponerse a fabricar un producto importado en lugar de mantillas, peinetas o monteras.
El caso es que la f¨®rmula sigue funcionando ("Pap¨¢ te quiero mucho") y que su final no parece pr¨®ximo.
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