Espa?a y la transici¨®n a la democracia en Latinoam¨¦rica / y 3
Tras un an¨¢lisis del peculiar proceso de Latinoam¨¦rica hacia la democracia, el autor de este texto analiza el papel de Espa?a en esta transici¨®n. Un papel que consiste en ayudar al pensamiento y la reflexi¨®n que las dictaduras impiden, y contribuir diplom¨¢ticamente a la desarticulaci¨®n de campa?as y maniobras desestabilizadoras.
La fecha simb¨®lica de 1992 -el quinto aniversario del descubrimiento de Am¨¦rica- puede observar el reforzamiento de la democracia en todos los Estados de habla hispana.Sin embargo, y pese a todos los antecedentes alentadores que se han dado en las cr¨®nicas anteriores, el proceso de transici¨®n a la democracia en Latinoam¨¦rica no ser¨¢ una empresa f¨¢cil. Hay muchos intereses que ser¨¢n perjudicados y se requiere, por tanto, de claridad de ideas y de la elaboraci¨®n de una estrategia internacional de democratizaci¨®n. Y en este sentido, Espa?a tiene una gran importancia, debido a que se trata de un pa¨ªs de habla hispana y ha experimentado en carne propia las vicisitudes que conlleva un proceso de transici¨®n a un sistema democr¨¢tico.
Bajo la protecci¨®n de los. autoritarismos, han emergido nuevos grupos sociales, que son susceptibles de temer el cambio y el retorno a la democracia. Y no se trata de torturadores o gente que se haya enriquecido en forma ileg¨ªtima. En varios pa¨ªses han ido surgiendo clases medias como consecuencias del desarrollo, y precisamente los sistemas autoritarios tratan de vincular a estos grupos con el mantenimiento del estado actual. Situaci¨®n, por lo dem¨¢s, que es sobradamente conocida para los espa?oles, ya que les toc¨® vivirla.
Por otra parte, pese a que hoy los militares est¨¦n dispuestos a entregar el poder, ello no implica que ma?ana no est¨¦n prestos a tomarlo de nuevo.
Hay que elaborar, entonces, estrategias l¨²cidas para la conservaci¨®n y reforzamiento del sistema democr¨¢tico. Y en este sentido, temas como la emergencia del terrorismo o la divulgaci¨®n de la guerrilla deben de ser analizados fr¨ªamente. Hay que corregir un pensamiento, que se da en algunos sectores europeos, que consiste en la creencia de que, si bien la guerrilla es repudiable en Europa, debe ser alentada en Latinoam¨¦rica, ya que all¨ª la democracia es una mascarada sustentada por las oligarqu¨ªas y el imperialismo yanqui. Es indudable que este tipo de actitudes mentales plenas de simplismo- no ayudan al desarrollo de la transformaci¨®n social; por el contrario, estimulan la violencia y, por ende, a la toma del poder por parte de aqu¨¦llos que son capaces de exterminar a los terroristas: los militares, que tienen un mayor poder¨ªo b¨¦lico y sistemas de represi¨®n que, aunque brutales, son eficientes. Y se reanuda entonces el ciclo de las dictaduras. Ya hay guerrillas en Per¨², reci¨¦n democratizado, y m¨¢s de alg¨²n militar piensa que hay que presionar a un Gobierno d¨¦bil;
La coordinaci¨®n internacional
La emergencia de sistemas autoritarios en la d¨¦cada de los setenta llev¨® a una estrecha coordinaci¨®n entre los servicios de inteligencia. En varias oportunidades la Prensa suramericana ha mencionado la existencia de una Operaci¨®n C¨®ndor, que coordina los servicios de represi¨®n a nivel regional. Y para ello se citan dos casos bastante conocidos.
Hace unos a?os aparecieron en una plaza de Valpara¨ªso (Chile) dos ni?os con acento uruguayo. Hechas las investigaciones por los organismos vinculados a la defensa de los derechos humanos, se comprob¨® que eran hijos; de tupamaros uruguayos que hab¨ªan desaparecido de su pa¨ªs de origen. Los servicios represivos de Argentina, Uruguay y Chile colaboraron en el
traslado de los ni?os, que recorrieron tres pa¨ªses antes de ser abandonados en una plaza p¨²blica de Valpara¨ªso.
En Brasil fue asesinado Norberto Haabeger, dirigiente pol¨ªtico argentino, por la polic¨ªa pol¨ªtica de su pa¨ªs, que cont¨® con la colaboraci¨®n de sus colegas brasile?os.
Se pueden contar innumerables historias similares, y hoy es cada vez m¨¢s claro que la colaboraci¨®n entre los sistemas de inteligencia se extiende desde el cono Sur a Centroam¨¦rica. Y estos servicios seguir¨¢n funcionando, incluso cuando los civiles asuman el Gobierno, y tratar¨¢n de continuar actuando sin someterse, en la medida de lo posible, a las autoridades constitucionales.
Esta situaci¨®n contrasta con la debilidad de los partidos pol¨ªticos y su incipiente colaboraci¨®n internacional. Es indudable que no hay democracia sin partidos pol¨ªticos, y no hay estabilidad de los Gobier nos sin organizaciones s¨®lidas que los respalden. Esto supone un trabajo importante en la formaci¨®n de cuadros, en la colaboraci¨®n en lo relativo a la elaboraci¨®n de pro gramas de gobierno y en la formulaci¨®n de las nuevas normas que deben de servir de base a una constituci¨®n. Uno de los grandes probIemas que acarrea un sistema autoritario es que limita seriamente la capacidad para reflexionar: sobre la pol¨ªtica o el Gobierno. No se trata solamente de la adopci¨®n de medidas represivas que impidan la expresi¨®n del pensamiento, sino, y fundamentalmente, dos factores conspiran contra la reflexi¨®n pol¨ªtica. En primer lugar, el ambiente de represi¨®n y desconfianza, propio de todo . sistema autoritario, hace que la gente desconf¨ªe de su vecino,, y "en estas condiciones el di¨¢logo se dificulta. Por otra parte, los intelectuales y los dirigentes democr¨¢ticos carecen de la tranquilidad psicol¨®gica que les permite reflexionar. Su primera preocupaci¨®n est¨¢ en su superviviencia y, en segundo lugar, en tratar de obtener un cambio en la situaci¨®n Pol¨ªtica. No hay tiempo, ni calma, para elaborar programas de gobierno para cuando llegue la democracia. Por ello, muchas veces los civiles aparecen como dirigentes improvisados al asumir el Gobierno. Y esto refuerza la convicci¨®n de algunos de que nuestros pa¨ªses no est¨¢n preparados para la democracia.
Las tentaciones de desestabilizaci¨®n
Es aqu¨ª donde Espa?a puede jugar un papel importante, ya sea en las labores de formaci¨®n de cuadros, sirviendo de sede para seminarios y otros encuentros de pensadores y dirigentes democr¨¢ticos, facilitando, en otras palabras, la labor de reflexi¨®n necesaria para elaborar planes de gobierno y estrategias de consolidaci¨®n de la democracia en pa¨ªses que tienen una realidad tan parecida a la espa?ola.
No hay que descontar tampoco las medidas de desestabilizaci¨®n econ¨®mica que puedan desarrollar aquellos grupos perjudicados por el cambio pol¨ªtico. Y, en tal sentido son previsibles -medidas como la especulaci¨®n de divisas, el abandono de capitales o campa?as de rumores en los centros financieros internacionales. Est¨¢s posibilidades son, obviamente, preocupantes en momentos en que casi todos los pa¨ªses latinoamericanos est¨¢n renegociando su deuda externa. Aqu¨ª, de nuevo, la colaboraci¨®n internacional de los pa¨ªses democr¨¢ticos es de suma importancia.
En resumen, la d¨¦cada de 1980 ser¨¢ importante para establecer en Latinoam¨¦rica un mayor n¨²mero de democracias y para robustecer el sistema democr¨¢tico en la Pen¨ªnsula Ib¨¦rica. Para ello es indispensable una gran claridad en el diagn¨®stico para poder operar con la eficiencia adecuada. Desgraciadamente, los largos a?os de aislamiento de Espa?a con respecto de Latinoam¨¦rica han influido en el desconocimiento de la realidad pol¨ªtica, econ¨®mica y social de los pa¨ªses latinoamericanos. Por ende, la visi¨®n es muchas veces. inexacta.
Y en este sentido, se desaprovechan las oportunidades de colaboraci¨®n con una regi¨®n de creciente peso en el mundo, y en la cual Espa?a tiene condiciones privilegiadas para actuar. En especial, en un momento en que los sistemas pol¨ªticos, por primera vez en siglo y medio, comienzan a acercarse.
Es el momento, pues, que espa?oles y latinoamericanos comencemos a pensar juntos.
es chileno, profesor de Relaciones Internacionales, ex columnista de la revista Hoy, de Santiago de Chile.
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