El porqu¨¦ de un congreso
Cuando por primera vez representantes de una gran mayor¨ªa de profesiones van a reunirse en Espa?a, conviene explicar su significado.Aclaremos, de entrada, que tantos profesionales diferentes no se re¨²nen para plantear reivindicaciones. Y subrayemos que los congresos interprofesionales vienen celebr¨¢ndose habitualmente en Europa con el prop¨®sito de corregir una excesiva dispersi¨®n de las especializaciones t¨¦cnicas. Se distinguen de los congresos cient¨ªficos por recoger las preocupaciones sociales que los profesionales aportan por haberlas recibido de sus clientes. Les distingue tambi¨¦n un prop¨®sito de rendici¨®n de cuentas a la sociedad, porque la formaci¨®n de un profesional exige, junto al esfuerzo individual, una inversi¨®n colectiva que merece ser rentable para la comunidad.
Era previsible que llegase tambi¨¦n a Espa?a el deseo de un encuentro p¨²blico entre nuestros profesionales, y pienso que puede ser fruct¨ªfero si sirve para aflorar algunos planteamientos hasta ahora insuficientemente expresados, aunque afortunadamente presentes en la realidad profesional.
Del entramado corporativo salen ahora frecuentes reivindicaciones, con lo que la opini¨®n p¨²blica llega a contemplar a los colegios como centros exclusivamente dedicados a la defensa de los intereses de sus componentes.
No pretendo, ciertamente, negar que tales intereses propios existen, ni desconocer que los profesionales, como cualquier otro de los grupos sociales mencionados en el art¨ªculo 9.2 de la Constituci¨®n tienen perfecto derecho a defenderlos a trav¨¦s de su ¨®rgano natural, que es su colegio. Pretendo simplemente explicar que existe otra vertiente colegial, hasta ahora difuminada, y que es precisamente donde pueden encontrarse m¨¢s ilusionantes perspectivas.
En efecto, un profesional debe entregarse al servicio de su cliente en una relaci¨®n donde la entrega prima sobre sus intereses personales. Pero, cumplido el servicio, el profesional espera tambi¨¦n la remuneraci¨®n de su trabajo, que constituye su medio de vida. Y si el buen cumplimiento se junta con el ¨¦xito, puede aspirar tambi¨¦n a consolidar su fama en el oficio.
El colegio o consejo profesional no atienden a clientes propios y pueden servir con total generosidad las necesidades colectivas ofreci¨¦ndose a la sociedad sin necesidad que se presente ante su puerta.
Atender las necesidades ajenas
Vengo diciendo que el colegio o consejo pueden hacerlo, y sigo diciendo ahora que deben hacerlo. Esta idea de rebasar las necesidades propias y atender a las ajenas inspira ya viejos textos colegiales. Cuando, por ejemplo, se funda en 1596 el Colegio de Abogados de Madrid, sus constituciones recuerdan que est¨¢n "m¨¢s obligados los que han recibido mayores favores de la mano de Dios" y se ocupan de prever la asistencia gratuita a los pobres en sus pleitos y que, si fuesen encarcelados, el decano "provea con mucho cuidado" la "ejecuci¨®n de su defensa". Los mayores favores alud¨ªan al conocimiento de su t¨¦cnica, y no al poder pol¨ªtico, del que no disfrutaron nunca, y menos todav¨ªa el poder econ¨®mico, ya que las propias constituciones tuvieron que ocuparse del entierro de los abogados muertos en la pobreza.
Recibe el profesional de sus clientes confidencias que en ning¨²n otro o¨ªdo se vierten y que desde luego no llegan a las v¨ªas de comunicaci¨®n oficial: aspiraciones reprimidas, temores, ilusiones, necesidades, angustias y esperanzas. Ning¨²n banco de datos oficial es capaz de reunir tan palpitante y sincera informaci¨®n. ?Ser¨ªa l¨ªcito que los colegios guardasen para su uso exclusivo una experiencia que trasciende de su profesi¨®n? ?Ser¨ªa razonable que la Administraci¨®n despreciase una tan importante fuente informativa?
El congreso puede servir, en primer lugar, como demostraci¨®n de que los profesionales espa?oles est¨¢n dispuestos a trabajar comunitariamente sin necesidad de que los convoque una tragedia como la del s¨ªndrome t¨®xico.
No es, ni pod¨ªa ser, el temario del congreso inventario de reivindicaciones profesionales. Significativamente, los organizadores han colocado en primer t¨¦rmino la deontolog¨ªa profesional, recordando con esta autoexigencia de deberes que las potestades disciplinarias otorgadas a los colegios deben servir para mantener entre sus miembros un nivel ¨¦tico aceptable. Confiamos que, a pesar de sus peculiaridades distintivas, puedan los congresistas coincidir, en una amplia zona de deontolog¨ªa com¨²n.
Se ocupar¨¢ asimismo el congreso de fijar el papel del profesional y de los colegios dentro de la sociedad. No caben aqu¨ª y ahora torres de marfil ni murallas de privilegios hist¨®ricos desligados de una necesidad funcional. Caracteriza el profesional una permeabilidad por raz¨®n de su heterogenia procedencia y de la multiplicidad de situaci¨®n de sus clientes. Propensos al di¨¢logo, a la tolerancia, al equilibrio y, por su propia estructura mental, muy mayoritariamente a la libertad.
Sali¨¦ndose del campo profesional, tratar¨¢ el congreso, hacia afuera, de tres problemas apremiantes de nuestra ¨¦poca: la protecci¨®n a la tercera edad, el medio ambiente y la defensa del consumidor. Dos conferencias de insignes pensadores confirmar¨¢n el ambiente human¨ªstico del congreso.
Ofrenda a la opini¨®n p¨²blica
Los trabajos presentados deben interpretarse como la primera ofrenda global que los colegios hacen a sus conciudadanos, marcando el inicio de una nueva y noble apertura de di¨¢logo hacia la opini¨®n p¨²blica, que hasta ahora no los ha conocido desde esa perspectiva. Calificaba Mara?¨®n a la desconfianza como el m¨¢s triste vicio de la sociedad de su tiempo. Alg¨²n d¨ªa los espa?oles aprenderemos a confiar los unos en los otros, lo que exige que empecemos a aprender a conocernos mejor. El congreso de uni¨®n profesional puede prestar un gran servicio para ese aprendizaje.
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