La propina, el visado y el grillo
En mayo de 1980, cuando Ronald Reagan era s¨®lo un candidato a la presidencia, varios de sus asesores (entre ellos, el ultraconservador Roger W. Fontaine) confeccionaron el hoy c¨¦lebre Informe de Santa Fe, que hasta mediados de 1981 se mantuvo en estricto secreto. Aquel documento inclu¨ªa acotaciones tan temerarias como ¨¦sta: "Si la propaganda falla, debe ser lanzada una guerra de liberaci¨®n contra Castro", o tan belicistas como esta otra: "En la guerra no hay sustitutos de la victoria, y Estados Unidos est¨¢ comprometido en la tercera guerra mundial". Sin embargo, ahora s¨®lo quiero destacar un p¨¢rrafo de aquel informe: "Debe ser iniciada una campa?a para captar la elite intelectual iberoamericana mediante radio, televisi¨®n, libros, art¨ªculos y folletos, m¨¢s donaciones, becas y premios. Consideraci¨®n y reconocimiento es lo que m¨¢s apetecen los intelectuales, y tal programa puede atraerles".Al parecer, esta altanera recomendaci¨®n del comit¨¦ de Santa Fe es uno de los pocos consejos del informe que no fueron incorporados a la contundente pr¨¢ctica de la Administraci¨®n Reagan. En vez del c¨®ctel de tentaciones y a?agazas que menciona aquel texto, el Departamento de Estado ha preferido negar una y otra vez los correspondientes visados a escritores y artistas de Am¨¦rica Latina, y s¨®lo en algunos casos ha accedido a otorgarles un waiver, o sea, el salvoconducto que normalmente se usa para ciertas categor¨ªas que tienen prohibida la entrada en Estados Unidos, a saber: traficantes de drogas, ex presidiarios, tratantes de blancas, contrabandistas y -last but not least- comunistas, o m¨¢s bien lo que el Departamento de Estado califica como tales. Esos rechazos y/o salvoconductos (que no siempre son aceptados por los salvoconducidos) fueron aplicados en distintas ¨¦pocas a nombres tan notorios como Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, Julio Cort¨¢zar, Carlos Fuentes, Miguel Otero Silva, Daniel Viglietti, Alonso Aguilar, etc¨¦tera. Sabidos son, adem¨¢s, los problemas enfrentados por ?ngel Rama y Ariel Dorfman, cuyas expulsiones de territorio norteamericano s¨®lo fueron evitadas merced a una fuerte presi¨®n internacional.
El pretexto m¨¢s frecuente es la calificaci¨®n de comunista, aunque la gran mayor¨ªa de esos indeseables jam¨¢s haya militado en ning¨²n PC y a pesar de que a muchos reales comunistas del ancho mundo se les otorguen los visados sin mayor problema. En mi caso particular, cuando en mayo de 1980 pregunt¨¦ por qu¨¦ se me negaba el visado, fui informado de que el rechazo se deb¨ªa a haber integrado en mi pa¨ªs la Mesa Ejecutiva del Frente Amplio en el per¨ªodo 1971-1973. La, ilegalidad del Frente Amplio (coalici¨®n de centro-izquierda que incluye el Partido Comunista, el Partido Socialista, pero tambi¨¦n otros grupos pol¨ªticos, entre los cuales el Partido Dem¨®crata Cristiano) fue decretada por la dictadura uruguaya en ocasi¨®n del golpe militar de 1973. O sea, que el Departamento de Estado avala sin tapujos la ?legalidad decretada por una dictadura que viola constantemente los
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derechos humanos y empuja al exilio a la sexta parte de su poblaci¨®n.
Ni tanto ni tan poco
Un reciente art¨ªculo aparecido en The New York Times bajo la firma de Alan Riding se refiere al problema en otros t¨¦rminos: "Las Administraciones sucesivas en Washington han pasado por alto el vivo debate en Am¨¦rica Latina, o lo han observado con profunda sospecha, negando a Garc¨ªa M¨¢rquez y a muchos otros autores visados permanentes para su entrada irrestricta en Estados Unidos", y tambi¨¦n: "Lo que hace que el debate sea trascendente es que los intelectuales ejercen enorme: influencia en Am¨¦rica Latina. Son ellos los que dan respetabilidad a los Gobiernos en el poder". Bueno, ni tanto ni tan poco. Al menos, la ¨²ltima afirmaci¨®n es refutada por la larga n¨®mina de escritores y artistas asesinados o desaparecidos o presos, adem¨¢s de los centenares que han debido recurrir al exilio. Pero m¨¢s que el articulista del NYT desbarran los expertos de Santa Fe cuando dejan entrever que los intelectuales latinoamericanos pueden ser manipulados o silenciados mediante el bien dosificado otorgamiento de "donaciones, becas, premios". Se equivocan Fontaine y sus colegas si estiman que el confort individual y el ¨¦xito profesional constituyen las prioridades b¨¢sicas para escritores y artistas. Es cierto que hay unos pocos que tienden exclusivamente a esas metas, y tales excepciones son citadas por Alan Riding, que inlcuso las califica de "minor¨ªa de intelectuales", pero los m¨¢s no son cotizables en el mercado de prebendas seudoculturales.
En 1959 estuve, por ¨²nica vez, en Estados Unidos, invitado por el American Council of Education. En esa ocasi¨®n me concedieron el visado sin el recurso del waiver, aunque s¨ª haci¨¦ndome firmar una declaraci¨®n por la que juraba "no ejercer la prostituci¨®n en territorio norteamericano" ni "atentar contra la vida del presidente de Estados Unidos". No tuve inconveniente en hacer el doble juramento, ya que ninguna de esas empresas figuraba en mi agenda cultural. (Tengo entendido que por lo menos el segundo y singular requisito ha sido eliminado, quiz¨¢ por haberse comprobado que el asesinato de cuatro presidentes y los atentados contra varios m¨¢s nunca fueron perpetrados por extranjeros, sino por expeditivos compatriotas de las ilustres v¨ªctimas.)
Recuerdo que en esa oportunidad, un conocido poeta negro me invit¨® a su casa y durante la cena le hice varias preguntas sobre discriminaci¨®n racial. Cuando nos desped¨ªamos me coment¨®: "Cada vez que me encuentro con latinoamericanos, ¨¦stos me someten a un exhaustivo interrogatorio sobre discriminaci¨®n. Me he preguntado por qu¨¦ les interesa tanto ese tema, y creo que la explicaci¨®n est¨¢ en que el Departamento de Estado los trata como a negros". En ese instante tom¨¦ conciencia por primera vez de que tanto ¨¦l (aunque residiera en pleno centro del desarrollo) como yo (oriundo de un peque?o pa¨ªs suramericano) pertenec¨ªamos ineludiblemente al Tercer Mundo. Y record¨¦ que pocos d¨ªas antes hab¨ªa sabido que los invitados del American Council of Education ten¨ªan tres tipos de vi¨¢ticos: veinticinco d¨®lares diarios para los europeos; dieciocho, para los asi¨¢ticos, y once, para africanos y latinoamericanos.
En ese detalle contante y sonante est¨¢ quiz¨¢ el germen de una explicaci¨®n mayor, y cuando Foreman y su equipo piensan que los premios, las becas y las donaciones van a conseguir la adhesi¨®n de los artistas latinoamericanos, ello forma parte de un desconocimiento, pero tambi¨¦n de un menosprecio. Despu¨¦s de todo, ?de qu¨¦ valen las becas y las donaciones si los Chicago boys siguen arruinando nuestras econom¨ªas, si los asesores de la CIA y el propio embajador norteamericano (acaba de revelarlo la revista Time, aleluya) financian, arman, avituallan y preparan a los ex guardias somocistas en Honduras; si la asistencia militar a la Junta salvadore?a ya R¨ªos Montt sirve para prolongar sus respectivas operaciones de genocidio; si las academias de Fort Gulick contin¨²an adiestrando a verdugos para el Cono Sur? No hay propinas capaces de ocultar esa ominosa realidad, y no hay intelectual latinoamericano (ni siquiera los convictos y confesos de derecha) que aprueben ese paternalismo filicida. Aumento de propinas y cierre de visados; bella combinazione, si las hay. Pero ?qu¨¦ terrible fermento podr¨¢n los intelectuales latinoamericanos introducir en la sociedad estadounidense como para que su presencia sea tan indeseable o s¨®lo admitida como indulto provisional a un delincuente?
Hace m¨¢s de cuarenta a?os, el conformista Walt Disney hizo, sin embargo, una linda pel¨ªcula, Pinocho, en la que cierto personaje, un grillito (el c¨¦lebre Grillo Parlante del estupendo libro original del florentino Collodi) oficiaba de conciencia del protagonista. En su momento, hubo quienes reconocieron en esa simp¨¢tica figura a la conciencia popular. Hoy me pregunto si la tozuda resistencia del Departamento de Estado a que los intelectuales de Am¨¦rica Latina nos comuniquemos con la sociedad norteamericana no tendr¨¢ que ver con la explicable aprensi¨®n de que nuestros testimonios sean escuchados, comprendidos y, en definitiva, apoyados por el grillo del cuento.
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