Escritores latinoamericanos denuncian en Buenos Aires la represi¨®n cultural en Argentina y Chile
Convocados por la editorial espa?ola Bruguera, cinco notables escritores argentinos y uno chileno, que participan en la Feria del Libro que se realiza en Buenos Aires, convirtieron una mesa redonda sobre el tema Literatura, censura y educaci¨®n, en el primer y m¨¢s duro ataque contra la represi¨®n cultural desatada en Argentina por el r¨¦gimen militar. Tambi¨¦n hubo referencias a la censura en Chile.
La reuni¨®n, programada como un acto de los que se celebran en forma paralela a la feria, suscit¨® un especial inter¨¦s del p¨²blico, que desbord¨® la capacidad de la peque?a sala puesta en el Centro de Exposiciones ubicado junto a las facultades de Derecho y Ciencias Sociales en el centro de Buenos Aires.El presidente de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), Ulyses Petit de Murat, quien actu¨® de moderador, cedi¨® la palabra al escritor argentino Enrique Medina, quien tiene la mayor parte de su obra prohibida. Medina record¨® que sus padecimientos comenzaron antes de que se produjera el golpe de Estado de 1976. "Me persiguieron igual que a Manuel Puig, H¨¦ctor Lastra, Pich¨®n Riviere y otros autores. Incluso gan¨¦ un juicio, pero la censura consider¨® que el fallo no afectaba a mi obra. En 1976, me decid¨ª a publicar mi novela El Duque, que trataba sobre la acci¨®n de los grupos parapoliciales, y tambi¨¦n fue prohibida. Despu¨¦s sucedi¨® lo mismo con Los perros de la noche. Medina estim¨® que los censores deben ser juzgados igual que los torturadores y asesinos, "porque, como escribi¨® Whitman, quien toca un libro toca a un hombre. Aqu¨ª todo el mundo recuerda c¨®mo los camiones secuestraron e incendiaron miles de hombres con forma de libros".
La novelista Luisa Valenzuela, que reside en Estados Unidos, precis¨® que se hab¨ªa marchado del pa¨ªs porque se sent¨ªa incapaz de resistir una situaci¨®n de censura no institucionalizada que, adem¨¢s, se negaba sistem¨¢ticamente "y pon¨ªa en peligro no s¨®lo la edici¨®n de los libros sino tambi¨¦n la vida del autor, el editor, de sus familias, de sus amigos y hasta de los lectores. La amenaza fue siempre velada y as¨ª lograron que la autocensura funcionara mejor que la propia censura. Recuerdo el caso de dos editores que pensaban lanzar libros sobre psicolog¨ªa y sociolog¨ªa y pidieron antes una reglamentaci¨®n al ministro de Educaci¨®n de turno. ?ste se sinti¨® ofendido por el supuesto de que se ejerciera una censura previa, pero a la vez les advirti¨® que no pod¨ªa hacerse responsable si alg¨²n grupo le pon¨ªa una bomba a la editorial".
Sobre la "bestia de la autocensura" insisti¨® el cuentista Bernardo Kordon, quien asegur¨® que la lectura previa de los originales, tal como se practicaba en la Espa?a franquista o ahora en el Chile de Pinochet, parece un juego de ni?os frente a la refinada e insondable autocensura imperante en la Argentina. Por su parte, Isidoro Blaistein, uno de los autores actuales m¨¢s le¨ªdos, record¨® tambi¨¦n que el director del Ente de Calificaci¨®n Cinematogr¨¢fica admiti¨® en un reportaje que "soy un nazi al que s¨®lo le falta la cruz de hierro".
Edwards, censurado
El escritor chileno Enrique Lafourcade, especialmente invitado a participar en la muestra, asegur¨® que la censura en Chile es kafkiana y precis¨® que "se da el caso, por ejemplo, de que la excelente obra Persona non grata, de Jorge Edwards, que es una de las cr¨ªticas m¨¢s ir¨®nicas y sagaces al r¨¦gimen de Fidel Castro, est¨¢ prohibida ¨²nicamente en dos pa¨ªses: en Cuba y en Chile". Lafourcade insisti¨® en que ¨²nicamente la vigencia plena de la democracia puede servir como arma efectiva contra la censura en Latinoam¨¦rica.La mesa redonda se cerr¨® con la intervenci¨®n del argentino Oswaldo Soriano, quien regres¨® por primera vez a su pa¨ªs desde Par¨ªs despu¨¦s de un exilio que se prolong¨® por m¨¢s de seis a?os y cuya obra, traducida ya a varios idiomas, comenz¨® a difundirse hace pocos meses en Buenos Aires.
Soriano, que fue ovacionado por el p¨²blico que colmaba el sal¨®n, ley¨® un texto en que fij¨® su posici¨®n sobre el tema, y aclar¨® que "aunque algunos ingenuos todav¨ªa creen que la censura incentiva la imaginaci¨®n, y hasta dan ejemplos aislados, como el del cineasta Carlos Saura bajo el r¨¦gimen franquista, debemos decir de una vez por todas que esto es falso. En los escasos d¨ªas de libertad que conoci¨® nuestro pa¨ªs se pudo comprobar c¨®mo las artes y la cultura florecieron de forma inusitada".
"Todav¨ªa hoy, esta feria padece de censura y autocensura. Aqu¨ª no estamos todos. De los argentinos faltan obras de Rodolfo Walsh, Haroldo Conti, Juan Gelman, David Vi?as, Tom¨¢s Eloy Mart¨ªnez y Oswaldo Bayer, entre otros, y basta con darse una vuelta por la caseta de Uruguay para advertir la ausencia de Juan Carlos Onetti, uno de los mayores narradores del continente".
"El oficio de intelectual en la Argentina fue condenado a pena de muerte. Los secuestros y las desapariciones fueron constantes dentro de una pol¨ªtica organizada de destrucci¨®n de la cultura, con la misma coherencia con que se destruy¨® el aparato productivo del pa¨ªs".
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