La industrializaci¨®n espa?ola y el sector militar
Las relaciones entre el sector militar y la industria privada fueron hist¨®ricamente intensas. y econ¨®micamente rentables: los militares ayudaron primero a consolidar en Espa?a las innovaciones t¨¦cnicas de la revoluci¨®n industrial y asumieron despu¨¦s el programa de los industriales de nacionalizar los suministros de los Ej¨¦rcitos, contribuyendo as¨ª a la expansi¨®n de la industria b¨¢sica espa?ola desde finales del siglo XIX.
Los comienzos de la revoluci¨®n industrial en Espa?a deben mucho a los est¨ªmulos surgidos del sector militar. El carb¨®n mineral empez¨® a explotarse regularmente para ser utilizado en los arsenales de La Cavada y El Ferrol; las f¨¢bricas de armas del Pa¨ªs Vaso y Asturias asentaron la industria del hierro en el Norte; ingenieros militares, como Antonio Elorza, introdujeron la moderna siderurgia con altos hornos al coque en Espa?a, y en todas partes las f¨¢bricas, arsenales y talleres militares fueron una escuela de poblaci¨®n obrera cualificada.Sin embargo, hasta finales del siglo XIX la contribuci¨®n de la demanda militar a la expansi¨®n de la industria privada y espa?ola fue poco significativa, pues las guerras -carlistas y coloniales- y los gastos corrientes -personal y administraci¨®n- consumieron buena parte de los presupuestos militares, y sobre todo porque la escuadra, los astilleros y las f¨¢bricas de armamento acudieron generalmente al mercado extranjero para proveerse de combustible y productos industriales.
El atraso de la industria b¨¢sica espa?ola justificaba la posici¨®n de los militares, convencidos de la necesidad de emplear los mejores medios en defensa de los intereses nacionales. Por eso la Marina se opuso siempre al consumo de las hullas asturianas, y s¨®lo aceptaba en las subastas el carb¨®n ingl¨¦s, que imprim¨ªa m¨¢s rapidez a sus vapores. Las f¨¢bricas nacionales de Oviedo y Trubia recurr¨ªan al hierro fundido gris del Reino Unido para elaborar piezas de artiller¨ªa y armas, a pesar de encontrarse inmediatas a las m¨¢s modernas industrias del hierro espa?olas. Los astilleros importaban los equipos y las chapas necesarios para montar los barcos, que otras veces se compraban acabados. ¨²nicamente ropas y calzados eran servidos por la industria espa?ola.
Los industriales se opusieron siempre a esta situaci¨®n en nombre de esos mismos intereses nacionales, alegando la dependencia "con los acopiadores" en caso de guerra, pues entonces, "?d¨®nde buscar¨¢ Espa?a el carb¨®n para sus buques de vapor, no teniendo sus propias minas en estado de suministrarlo?, ?d¨®nde encontrar¨¢ los blindajes y las torres de sus nav¨ªos acorazados, y d¨®nde reemplazar¨¢ sus poderosos motores? Sin recursos procedentes de s¨ª misma, de sarmada, asistir¨¢, impotente, a su deshonor y a su ruina". Adem¨¢s, comprando en el propio pa¨ªs aumentar¨ªa la producci¨®n nacional, prosperar¨ªan muchas regiones y, "consiguientemente, podr¨ªan adquirir incremento los recursos del Estado". As¨ª, para preservar la independencia militar y aumentar la riqueza econ¨®mica era necesario que los ej¨¦rcitos consumiesen productos nacionales.
Con estos criterios, los industriales exigieron desde la crisis econ¨®mica de 1860 el consumo de hierros y carbones nacionales. En la d¨¦cada siguiente los hulleros asturianos organizaron una asociaci¨®n que se propon¨ªa "desterrar los carbones extranjeros de la Armada y arsenales", y en 1885, cuando los efectos de la crisis econ¨®mica internacional alcanzaron Espa?a, las m¨¢s destacadas empresas sider¨²rgicas ofrecieron sus servicios "para las construcciones de hierro que necesitan los arsenales y f¨¢bricas de artiller¨ªa del Estado", insistiendo en "hermanar los intereses del Estado y la industria privada" con la realizaci¨®n "del bello ideal de no depender del extranjero para la construcci¨®n de todos los medios de ataque y defensa de la patria".
Hacia la nacionalizaci¨®n de suministros
Las continuas presiones de industriales y organizaciones patronales empezaron a ser atendidas poco a poco, con el consumo de algunos carbones y diversos hierros. Pero a partir de 1887 se inicia una nueva fase de intensa colaboraci¨®n entre industria y mil¨ªci¨¢, cuando se aprueba un amplio programa de inversiones para renovar la fuerza naval, que se encarga principalmente a la industria espa?ola. As¨ª comienza la expansi¨®n de Altos Hornos de Bilbao, la renovaci¨®n t¨¦cnica de Duro y Compa?¨ªa, que puede montar su primer horno Martin-Siemens con la garant¨ªa de los pedidos realizados y, en fin, surge pujante Astilleros del Nervi¨®n fabricando tres grandes cruceros para la Armada.
Los militares y los industriales estuvieron tambi¨¦n de acuerdo en un proyecto de gran importancia para la expansi¨®n posterior de la industria b¨¢sica: la construcci¨®n de los ferrocarriles secundarios de v¨ªa estrecha, que antes se llamaron estrat¨¦gicos porque fueron concebidos como un sistema defensivo, a lo largo de las costas, que permitiera la r¨¢pida movilizaci¨®n de tropas y pertrechos.
Desde el cambio de siglo, la colaboraci¨®n entre la industria y el sector militar se estrech¨®, tanto por la continuaci¨®n del nacionalismo econ¨®mico general como por el desastre naval en Cuba, que forz¨® la creaci¨®n de una nueva flota. En 1907, efectivamente, se aprueba, durante el gobierno largo de Maura, una ley de reconstituci¨®n mar¨ªtima, que encarga a una sociedad privada creada ad hoc, Constructora Naval, el montaje de la escuadra con aceros de f¨¢bricas espa?olas y con m¨¢quinas tambi¨¦n nacionales, aunque la tecnolog¨ªa punta era inglesa. Despu¨¦s, en 1913, se nacionalizaron varios concursos de suministros de productos auxiliares, y durante la primera guerra mundial los buques de la Armada empezaron a consumir regularmente carb¨®n nacional.
A¨²n se reforzaron m¨¢s los v¨ªnculos entre los militares y los fabricantes con la participaci¨®n del Ej¨¦rcito en el norte de ?frica en respuesta, sobre todo, a "la leg¨ªtima influencia exterior espa?ola" propuesta por muchos industriales, que aspiraban a disponer all¨ª de otro mercado, una vez consolidado en Marruecos el dominio militar. Los ej¨¦rcitos no eran ahora ¨²nicamente un mercado reservado: pod¨ªan servir adem¨¢s para crear nuevos espacios comerciales.
La colaboraci¨®n patri¨®tica entre los sectores militares y la industria espa?ola se iba a prolongar durante varias d¨¦cadas. Pero los avances en la industria naval y la revoluci¨®n aeron¨¢utica, primero, y los acuerdos con Estados Unidos de Am¨¦rica, despu¨¦s, abrieron otra vez los mercados exteriores para los ej¨¦rcitos.
La discutida compra de los aviones norteamericanos o europeos dentro del programa FACA es el ¨²ltimo episodio de este nuevo proceso: el viejo programa de los industriales decimon¨®nicos de nacionalizar los suministros de los ej¨¦rcitos es hoy un imposible, porque la tecnolog¨ªa espa?ola no se corresponde con las exigencias de los m¨¢s modernos aparatos de guerra y defensa.
es profesor de Historia Econ¨®mica en la universidad de Oviedo.
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