Carta abierta a mi mediterraneidad
Se me pide casi lo imposible, y a¨²n sin el casi. Que, como valenciano, significativo, m¨¢s a¨²n, dir¨ªa yo, significante, env¨ªe para EL PAIS mi opini¨®n sobre Valencia. Comprensible el tema, pero agobiante, por el momento que estoy viviendo, complaciente, pero abrumador, y la falta material, ¨¦se es el t¨¦rmino, de tiempo. El que se me considere un valenciano no tanto t¨ªpico como relevante, me consterna.En diciembre se me concedi¨® el premio Valentino de las letras y Alcoy acaba de honrarme con el t¨ªtulo de hijo predilecto -yo soy un valenciano alicantino-. En una y otra ocasi¨®n me somet¨ª a un sondeo personal como entidad risica y espiritual correspondiente a mi ciudadan¨ªa; con lo que declaro de momento mi aniquilamiento. Carezco, pues, de tiempo y de material. Pero, como se ve, hago lo indecible para que no se me acuse de perezoso y, lo que me herir¨ªa m¨¢s, de mal amigo.
?Me considero valenciano y alicantino en un sentido honorario y, por tanto, en un sentido racial? A estas alturas s¨ª, bien que apoyado inevitable y caracter¨ªsticamente en un factor geogr¨¢fico universal y a la vez especial¨ªsimo: lo mediterr¨¢neo. S¨ª, es una zona mar¨ªtima y dir¨ªamos que interior, perfectamente aquilatada. Todo yo, toda mi obra, est¨¢ vista y vivida a trav¨¦s de esa lente: la mediterraneidad. Pero cosa curiosa en m¨ª, la inspiraci¨®n, en lo que el t¨¦rmino puede tener de radiante, de calificador, pertenece, claro, a esa zona cultural, la mediterr¨¢nea, pero con este distintivo: es el campo, no el mar, lo que fue en mi alborear motivo fundamental de asombro; ahora bien, un campo no de interior sino, en el que entre los esbeltos pe?ascos de la costa resplandece el agua. Condici¨®n tan mironiana y azoriniana como m¨ªa, es decir, alicantina. Ese campo fundamental se me revela en mi primera edad, del nacer a los siete a?os, en la vega de J¨¢tiva. A partir de ah¨ª acaba configur¨¢ndome en el Salt de Alcoy y en ambas zonas, mirado y abarcado desde lo alto, como en un balc¨®n, desde el que vegetaci¨®n y humanidad se me mostraban extendidas y vivientes, a mis pies, mientras el sol y las nubes parec¨ªan pertenecerme.
Esta distancia es la que me ha conferido -digamos como sistema de vida- la contemplaci¨®n, no tanto de tipo idealizador, como enaltecedor de m¨ª mismo. Como si se me hubiera aleccionado: contempla y vive
en un mismo haz. Es asi como estas dos zonas selectas de mi ni?ez han podido dar, como fruto de madurez, dos t¨ªtulos decisivos, en cuanto a mi localidad: Intento de una catalogaci¨®n valenciana, apenas llegado de mi exilio, y unos a?os despu¨¦s Concierto en mi menor. Dos libros personales que demuestran hasta qu¨¦ punto la intimidad y lo social no son t¨¦rminos contrapuestos, o pueden no serlo en aquellos que, gozadores de su exclusiva soledad, no mantienen sus ojos y su expectaci¨®n de espaldas a la Naturaleza. Diria yo que no son complementarios, son totales. Abarcan la inmensidad, aunque sin confundir los t¨¦rminos. No es que sean pozos de sabidur¨ªa; yo los llamar¨ªa contemplativos vitales, entre los que me cuento.
Estoy seguro que los que me leen, pocos o muchos, m¨¢s bien pocos, puesto que mi obra es minoritaria, ya que siempre habr¨¢ minor¨ªas y aglomeraciones, me reconocen y a trav¨¦s de estos renglones escritos al azar, me constatan, no tan s¨®lo como persona, tambi¨¦n como ciudadano y como habitante de un mundo que posee su geografia y su entendimiento, es decir, su caracter¨ªstica vital e hist¨®rica, hasta el d¨ªa -me temo a veces- en que por la marcha de unanimidad tediosa, no importa su ruidosidad, en la que parecemos sumidos, hayamos consumido m¨¢s que consumado la vuelta entera.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.