El general Cristino Nicolaides asegura que el Ej¨¦rcito argentino no volver¨¢ a derrocar por las armas a un Gobierno constitucional
Primero fue el almirante Franco, jefe de la Armada; ahora acaba de hacerlo el teniente general Cristino Nicolaides, jefe de las tropas de Tierra. En la ciudad de Tandil, durante una gira de inspecci¨®n, ha declarado enf¨¢ticamente que "el Ej¨¦rcito nunca jam¨¢s volver¨¢ a derrocar a un Gobierno const¨ªtucional". S¨®lo falta ya el representante del Aire en la Junta para completar este triunviro de desd¨¦n hacia la intervenci¨®n militar en los asuntos civiles.Sin embargo, no es exactamente un convencimiento de las bondades de la democracia lo que subyace en estas declaraciones de los miembros de la Junta, sino el reflejo de las desgarraduras internas y la animadversi¨®n popular en que han ca¨ªdo los militares. Los mejores de entre ellos no quieren otra cosa que aislarse por unos a?os en los cuarteles para reconstruirse y restaurar su imagen.
Pero ¨¦ste es tambi¨¦n el temor de los l¨ªderes pol¨ªticos: que ahora los militares se desembaracen de una situaci¨®n social y econ¨®mica ca¨®tica que han creado y no saben resolver, y vuelvan frescos por sus viejos fueros en cuanto la democracia parlamentaria comience a desgastarse. Lo que acaba de declarar pesin¨²sta y c¨ªnicamente Jorge Luis Borges en Nueva York: "Ganar¨¢n los peronistas y habr¨¢ otro golpe militar".
De ah¨ª que los partidos vayan sugiriendo la necesidad de reformas en la instituci¨®n militar. Cambiar su ense?anza y sus costumbres para que nunca m¨¢s el militar argentino crea, como hasta ahora, que el colof¨®n de su carrera es la presidencia de la naci¨®n o, en su defecto, de una multinacional.
Ra¨²l Alfons¨ªn, l¨ªder radical y precandidato presidencial, ha solicitado cambios profundos en la organizaci¨®n de las Fuerzas Armadas y el abandono de la teor¨ªa de la frontera ideol¨®gica (que tan importante como la frontera geogr¨¢fica es el frente interior), y el sector m¨¢s moderado del peronismo ha pedido que se suprima el cargo de comandante en jefe y que el escalaf¨®n militar acabe en el jefe de Estado Mayor de cada arma.
Dado que para los militares argentinos la no ingerencia en el poder civil consiste fundamentalmente en que los civiles no se ocupen de los asuntos militares, la prueba de fuego de la cercana democracia argentina consistir¨¢ en ver si el futuro presidente se atreve o no a designar una nueva c¨²pula militar. Y la actual Junta pretende seguir dirigiendo el Ej¨¦rcito despu¨¦s de la entrega del poder.
La ley electoral
Nicolaides acaba de advertir a los pol¨ªticos que "deben reflexionar bien" antes de propiciar reestructuraciones en las Fuerzas Armadas. Pero la mejor arma de la Junta es la ley electoral que est¨¢ elaborando el ministro del Interior, general Reston, y la posibilidad de propiciar reformas constitucionales. El presidente Reynaldo Bignone insiste en que s¨®lo a petici¨®n de los partidos se modificar¨ªa la Constituci¨®n y que la ley electoral se est¨¢ consultando con las fuerzas pol¨ªticas.Es verdad, pero los militares ya han sugerido los siguientes cambios: Ballotage (segunda vuelta en las elecciones) y elecci¨®n directa del alcalde de Buenos Aires. No han necesitado m¨¢s; la discordia devora a los l¨ªderes partidarios. El ballotage es una de las pocas esperanzas que tienen los radicales de triunfar sobre el peronismo, y la posibilidad para los restantes partidos (siempre a gran distancia de los dos grandes) de tener alguna influencia en el proceso electoral.
Los m¨¢s prudentes, empero, estiman que una segunda vuelta de las elecciones partir¨¢ en dos al pa¨ªs entre peronistas y antiperonistas. El caso es que los militares mantienen un di¨¢logo interesado con los partidos a base de amenazas que dar¨¢n como primer resultado a¨²n una mayor debilidad de la clase pol¨ªtica argentina.
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