Los m¨¦dicos
Adoro a los m¨¦dicos. Creo en los m¨¦dicos. Creo en la ciencia de mi siglo. Creo m¨¢s en un laboratorio suizo que en los maestros de meditaci¨®n de cualquier aldea hind¨². Lo digo con Baroja: "Archieuropeo, archieuropeo".Estos d¨ªas ando de m¨¦dicos. El gran doctor Ortiz V¨¢zquez. El prestigioso doctor Cotarelo, apeflido de tan largas resonancias. Lo bueno que tiene hacerse un an¨¢lisis, ya en principio, es el madrug¨®n, salir a ese Madrid que es casi un premadrid, con viento de estraza y olor de lluvia sin lluvia, un abril en cada acacia. Eso ya le cura a uno. Pero yo pago a estos m¨¦dicos. Yo no tengo Seguridad Social. Yo no tengo ninguna clase de seguridad, ni por fuera ni por dentro. Y pienso con dolor en la huelga de m¨¦dicos, que afecta no a unos enfermos par¨¢sitos, sino a unos enfermos que pagan todo el a?o -y en exceso-, de su jornal, el servicio que ahora no les prestan, porque la Seguridad Social se ha puesto en huelga, como primera imagen de la Uni¨®n de Profesionales, as¨ª llamada, que ha tenido lugar en Madrid -avis¨¦ sobre ella con tiempo-, y ha sido glosada inosteriormente por el siemnre caucional Pedrol Rius. Elegir como carrera, como forma de vida, como ¨¦tica y est¨¦tica, la ingenier¨ªa o la arquitectura, es optar por el cemento armado el hormig¨®n pretensado, que tambi¨¦n tienen sus crisis de identidad -toda materia la tiene, pues que est¨¢ compuesta de ¨¢tomos inestables-, pero elegir como profesi¨®n, que (lo recuerdo una vez m¨¢s) viene de fe, la Medicina, es elegir al enfermo, al hombre herido, a la mujer rota, al muerto vivo, y esto, m¨¢s que una forma de ganarse la vida -ventajosa, con frecuencia-, es una manera de ganarle vidas a la muerte. Por eso una huelga de m¨¦dicos indefinida, a m¨ª, que hoy puedo pagarme un m¨¦dico, porque han venido unas transferencias de Barcelona, me pone como tristeza de vivir.
En mi ecolog¨ªa social hay siempre unos cuantos m¨¦ditos, porque el hombre que tanto me habla del cuerpo me est¨¢ hablando del alma, que no es sino el dinamismo extracorporal de ese cuerpo. La huelga de m¨¦dicos es una huelga contra los pobres. Pobres que, adem¨¢s, pagan, y mucho, durante todo el a?o. Y se les discrimina socialmente como clochards. Ferrer-Salat se lo dec¨ªa hace poco a Victoria Prego en televisi¨®n:
-En Europa, el Estado paga el cuarenta por ciento de la Segur¨ªdad Social. Aqu¨ª, el diecisiete.
M¨¢s o menos. Lo que no dec¨ªa Don Ferrer -ni le pregunt¨® mi muy admirada Victoria- es que, en esa Europa m¨¢s referencial y m¨ªtica que geogr¨¢fica, a que ¨¦l alude, los impuestos al empresariado son alt¨ªsimos (Bergman, el director de cine, tuvo que irse de Suecia porque no los soportaba, y aqu¨ª vino el cine yanqui huyendo del fisco de Washington). Un Estado liberal que practica el socialismo de los impuestos puede permitirse, Don Ferrer -y usted s¨ª que sabe-, pagar casi la mitad de la Seguridad Social, aliv¨ªando a patronos y currantes. "Con la presi¨®n, los trabajadores podemos cambiar la oferta de Insalud". Este peri¨®dico daba ayer, en primera, la foto de un anciano de pelo blanco, con muletas, pasando bajo el cartel de la huelga y las reivindicaciones. Gran acierto de Escalera, maestro en el periodismo gr¨¢fico. Aqu¨ª, a la reforma fiscal de Fern¨¢ndez Ord¨®?ez la dejaron desnarigada los de la uced¨¦, Cabo Sotelo y as¨ª, consiguiendo hacerla antipopular, ya que, como dec¨ªa Alonso Mill¨¢n en uno de sus espect¨¢culos, con la inquietante Sara Mora, "s¨®lo tributamos los jubilados". Una vez m¨¢s, se par¨® el proyecto fiscal en las clases medias, y no por culpa de Pacord¨®?ez (con el que estoy gestando un libro/joya con in¨¦ditos de Neruda y su primera amante, Albertina, como la de Proust). Soy hombre de m¨¦dicos y de frascos (los m¨¦dicos siempre mandan frascos), porque, muerta la filos¨®fia, la medicina me parece el ¨²ltimo humanismo sobre la Tierra. Y un humanismo en huelga me desertiza moralmente y mata.
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