La gran olvidada
No es demagogia ni una recopilaci¨®n aglutinada de opiniones propias. Al ser asturiana, como tal me veo herida en intereses apasionados en mi paisanaje. No voy a decir aqu¨ª lo que por dem¨¢s sabemos todos, en cuanto al olvido en que nos tiene la Administraci¨®n, ni voy a disertar de pol¨ªtica ni a ponerme como ave perdida en la monta?a de mis nostalgias. Digo que todos los asturianos lanzamos un grito de ira ante lo que para nosotros significa nuestra Asturias, que es de hecho nuestro m¨¢s sincero y profundo amor. No soy yo sola en opini¨®n aislada la que anuncia el eco sin respuesta de nuestra llamada. Es Asturias entera. Y como para que alguien se d¨¦ cuenta de lo que quiero decir, a?adir¨¦, como enamorada de mi tierra, lo mucho que poseemos de po¨¦tico, de l¨ªrico y sincero en este mundo tan nuestro que es Asturias.Y tan de todos. Los asturianos somos as¨ª. Nos damos siempre; nos damos como el paisaje verde y vivo que nos rodea; como sus manzanas doradas, con su amarillo te?ido de arco iris; como sus playas, que componen todo el litoral y que no son adornos ni lugares de elite para veraneos placenteros. Son realidades, eso que la naturaleza dej¨® en su d¨ªa entre ariscas rocas y arena y que nos ofreci¨® como premio a nuestra sinceridad y a nuestra sencillez. No estoy haciendo un libro de amor, pero me pregunto si amor no es Asturias en su af¨¢n de darse con sus acantilados en Gij¨®n, sus riberas de Cand¨¢s, sus playas de Luanco...
No podr¨ªa, sin abundar en pedanter¨ªa, citar cada uno y todos nuestros rincones, pero si dir¨¦ y digo que nuestra regi¨®n abunda en riqueza agr¨ªcola, en riqueza minera y en riqueza humana para los que aparcan cada a?o por aqu¨ª, gustosos de la frescura sin poluci¨®n del invierno y de la c¨¢lida brisa regalada a veces en verano.
Me piden un relato apasionado de mi tierra, de esa regi¨®n tan rica en afectos para todos y tan olvidada de muchos. Me pregunto si no es apasionamiento mismo el que siento yo, y conmigo cada paisano, en ese af¨¢n de recopilarlo todo en dos cuartillas. Pienso que con decir tanto, mucho me queda por decir.
Hasta los d¨ªas nebulosos de esos inviernos frescos nos ofrecen la seguridad de una f¨¦rtil agricultura y agudizan el af¨¢n anhelante de un pr¨®ximo verano que nos aleje de las nieves, que en su ¨¦poca nos ofrecieron el regodeo en las monta?as, y abundan las bines naturales, que demuestran patentemente lo mucho que pudimos extraer de nuestra comarca si nos hubieran puesto en las manos armas para su explotaci¨®n. No digo aqu¨ª, porque ya ser¨ªa decir mucho -aunque, bien mirado, me gustar¨ªa en dos frases decirlo todo-, que nuestro puerto del Musell ya no es refugio para los grandes buques que en su d¨ªa vi atracar en sus anchos y bien cuidados muelles. Parece ser que ni la muchedumbre saliendo a la calle en una total solidaridad es suficiente para demostrar lo mucho que nos falta, lo poco que nos dan y lo nada que nos ofrecen.
Y si lanzamos una mirada a nuestro mundo intelectual, dir¨¦ que aqu¨ª nacieron grandes pensadores -sus viejas glorias, que no voy a citar porque est¨¢n en la mente de todos tanto los vivos y los muertos- y que nuestra t¨ªpica Cimadevilla, y con ella todo el paisaje puro de nuestra tierra, ha tra¨ªdo el digno orgullo mundial del oscar, por una pel¨ªcula altamente pacifista y costumbrista en la que Garci pone su amor y su arte m¨¢s evidente. Pero para mayor decepci¨®n de esta Asturias sincera y verdadera, cuando Televisi¨®n hace un reportaje sobre ella con todos los recortes, nos dejan anonadados, demostr¨¢ndonos una vez m¨¢s cu¨¢n olvidados estamos. Pero no s¨¦ si ese olvido importa demasiado.
Los asturianos, como gente fuerte, valiente y generosa, que sabe luchar con grandeza, no duda jam¨¢s en poner de relieve su procedencia, por lo tanto dispensa y excusa. Hay una cosa que tenemos en claro los asturianos: a la ahora de luchar sabemos hacerlo todos juntos en esa colectividad apasionante que no difiere jam¨¢s entre s¨ª. Si algo yo pondero, y que al fin y al cabo es una ponderaci¨®n de todos, del que lo niega y del que se lo calle, o del que lo sabe y no lo dice, es la dignidad del ser quien eres. Y es que ser asturiano enorgullece y obliga a enriquecer las dignidades propias y las ajenas.
Yo no nac¨ª en Gij¨®n, pero soy asturiana y mis ra¨ªces est¨¢n aqu¨ª y no necesito ir a buscarlas fuera, ya que por vivir en Gij¨®n tantos a?os me siento profundamente gijonesa, lo que me ofrece el sello de mis vivencias d¨ªa a d¨ªa, a?o tras a?o, en esta tierra de verdor y azul, y repito el amarillo de las manzanas, aprendiendo incluso a escanciar la sidra, como si hubiese nacido en uno de sus lagares. Me gustar¨ªa ser poeta y poder aqu¨ª lanzar un poema a esta regi¨®n llena de riqueza inexplotada, llena de hombres de tes¨®n que luchan con denuedo por mantener sus puestos de trabajo, y a esas sardineras que cada ma?ana pregonan su pescado con voz cantarina y en sus matices sentimos el sabor del salitre de nuestros pescadores, de nuestro mar y de nuestra apacible tarde de descanso. Pero no soy poeta y adem¨¢s, para mayor abundamiento de mi incompetencia, soy novelista de obras sentimentales (que no siempre lo son tanto), y al marcarte en estos temas, seas o no seas terminar¨¢s siendo, lo quieras o no lo quieras. Pienso que ser¨ªa magn¨ªfico que resucitaran Clar¨ªn o Vald¨¦s y pudieran m¨¢s justamente que yo usar de su dial¨¦ctica escrita para poderos decir con mayor precisi¨®n y riqueza literaria lo que es nuestra regi¨®n. A mi manera y desde mi amor y mi af¨¢n, creo haberos dicho algo, aunque mucho me queda por decir. Lo ¨²nico que ofrezco es mi trabajo y mi empe?o para enviar a trav¨¦s del mundo entero, por medio de mis libros, el mensaje de amor de esta Asturias nuestra.
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