Profundas diferencias entre los ayuntamientos rurales y urbanos en Galicia
Cuatro a?os despu¨¦s de que las primeras elecciones municipales del posfranquismo confirmaran, por v¨ªa de voto a izquierda y derecha, la tradicional divisi¨®n social, econ¨®mica y pol¨ªtica entre la Galicia urbana del litoral y la rural del interior, los resultados de este per¨ªodo inicial de gesti¨®n democr¨¢tica no han hecho sino acentuar las caracter¨ªsticas que diferencian a cada uno de los dos sistemas. Mientras en las ¨¢reas metropolitanas de Vigo y La Coru?a-El Ferrol, mayoritariamente gobernadas por la izquierda, las corporaciones locales han afrontado, con desigual balance, la modernizaci¨®n presupuestaria, administrativa, urban¨ªstica y participativa del ayuntamiento, los municipios de la Galicia rural apenas si han experimentado alguna mejora puramente cuantitativa.
La percepci¨®n del cambio democr¨¢tico en la Administraci¨®n local ha estado, parad¨®jicamente, limitada, durante este cuatrienio, a los residentes en las ¨¢reas urbanas de una comunidad, como la gallega, donde m¨¢s de la mitad de la poblaci¨®n vive en municipios muy diseminados, de menos de 10.000 habitantes.Izquierda y nacionalistas, que tuvieron en las elecciones locales de 1979 su primera experiencia de poder en Galicia -pese al triunfo local de la derecha-, no consiguieron, quiz¨¢ por exceso de atomizaci¨®n, transformar su relativo ¨¦xito en sistemas estables de gobierno municipal.
De hecho, los pactos firmados pocos d¨ªas despu¨¦s de los com¨ªcios por el PSOE, el Partido Comunista de Galicia, el Bloque Nacional Popular Gallego y la ya disuelta Unidade Galega guardaban m¨¢s relaci¨®n con un simple reparto de alcald¨ªas que con la elaboraci¨®n de un programa com¨²n de acci¨®n municipal en el ¨¢mbito de los ayuntamientos de izquierda. Este ¨²ltimo era, sin embargo, el prop¨®sito confeso de quienes negociaron los llamados pactos del hostal -por haber sido firmados en el hostal de los Reyes Cat¨®licos, de Santiago-, que propiciaron la elecci¨®n de alcaldes de izquierda en 40 de los 312 municipios gallegos, entre ellos, en principio, los de La Coru?a, Vigo y El Ferrol, que por s¨ª solos, agrupan a casi una quinta parte de la poblaci¨®n global y a la mayor¨ªa de la espec¨ªficamen te urbana existente en Galicia.
Posteriores desacuerdos entre la izquierda nacionalista radical y, fundamentalmente, el PSOE for zaron la ruptura de los pactos en el Ayuntamiento de La Coru?a, donde el nacionalista Domingo Merino cedi¨® el bast¨®n de alcalde al cabeza de lista de UCD, Joaqu¨ªn L¨®pez Men¨¦ndez, no sin que antes ¨¦ste asumiera el compromiso de llevar adelante un nuevo acuerdo de gobierno municipal, suscrito por Coalici¨®n Democr¨¢tica, UCD, PSOE y PCG. Pese a todo, la izquierda -incluso la nacionalista, que se ccinstituy¨® en ¨²nica oposici¨®n- tuvo acceso a significativas ¨¢reas de poder municipal como consecuencia de este at¨ªpico pacto, que hizo del Ayuntamiento de La Coru?a el ¨²nico gobernado conjuntamente por los cuatro principales partidos espa?oles. En los dem¨¢s municipios donde la izquierda obtuvo la mayor¨ªa, los pactos del hostal fueron respetados todo lo escrupulosamente que la heterog¨¦nea composici¨®n de los concejos pod¨ªa permitir.
Los l¨ªderes de UCD, el partido triunfador desde la simple perspectiva num¨¦rica, tras obtener m¨¢s de la mitad de las alcald¨ªas de Galicia, se vieron en la obligaci¨®n de aceptar la relatividad de un ¨¦xito que se basaba en las ¨¢reas rurales de voto dirigido. Nada menos que 109 del total de 180 alcaldes centristas gallegos fueron elegidos en las provincias interiores de Orense y Lugo. Las capitales de estas dos ¨²ltimas conformaron, junto a las ciudades de Pontevedra y Santiago, el mapa electoral urbano de la derecha en Galicia, completado por un amplio n¨²mero de peque?os municipios rurales en los que la escasez de presupuesto y la diseminaci¨®n de sus n¨²cleos habitados hacen pr¨¢cticamente imposible una m¨ªnima planificaci¨®n del gobierno local.
Por el contrar¨ªo, la izquierda, que obtuvo la mayor parte de sus relativamente escasos ayuntamientos en la franja costera atl¨¢ntica, sobre la que se asientan los m¨¢s importantes n¨²cleos de poblaci¨®n de Galicia, afront¨® desde un primer momento la necesidad de, adecuar vol¨²menes presupuestarios, en muchos casos rid¨ªculos, a las demandas de municipios en los que el mayor grado de urbanizaci¨®n y un cierto nivel econ¨®mico hac¨ªan v¨ªable un plan de acci¨®n municipal coherente.
El d¨¦ficit y las guerras tributarias
Alcaldes de izquierda y derecha de las siete principales ciudades de Galicia coincidieron, pese a estas diferencias, en recibir un legado financiero muy similar junto con el bast¨®n de mando que acreditaba su reci¨¦n estrenada condici¨®n de regidores del municipio. El ejemplo extremo de la situaci¨®n en que se encontraban los ayuntamientos gallegos podr¨ªa ofrecerlo Vigo, donde los concejales reci¨¦n elegidos se vieron en la obligaci¨®n de pagar de su propio bolsillo el combustible para los camiones del servicio de recogida de basuras ante la absoluta falta de fondos municipales y la carencia de cr¨¦dito. Los proveedores de la casa aumentaban, como procedimiento habitual, los precios de sus suministros en previsi¨®n de que el pago sufriera -de modo habitual tambi¨¦n- retrasos de meses y hasta de a?os. En Pontevedra, la corporaci¨®n debi¨® recurrir a cr¨¦ditos de la banca privada para atender el pago de n¨®minas en los primeros meses, y en el caso de El Ferrol, el d¨¦ficit
Profundas diferencias entre los ayuntamientos rurales y urbanos en Galicia
lleg¨® a superar los 1.000 millones de pesetas en un ayuntamiento de menos de 100.000 habitantes.La pol¨ªtica recaudatoria que los principales ayuntamientos se impusieron como prioridad b¨¢sica para resolver esta situaci¨®n encontr¨® la oposici¨®n frontal de los empresarios y s¨®lo en contados casos consigui¨® cubrir por completo sus objetivos. Los impuestos de radicaci¨®n, plusval¨ªa y gastos suntuarios sirvieron de pretexto para una campa?a empresarial que, aun no ahorrando cr¨ªticas a ayuntamientos y diputaciones de UCD como de Orense y Lugo, se centr¨® de manera especialmente agresiva en la Corporaci¨®n de Vigo, el municipio de mayor poblaci¨®n de Galicia, convertido por el PSOE en banco de pruebas de su pol¨ªtica local en la comunidad aut¨®noma.
Presidida por Antonio Ramilo, uno de los m¨¢s caracterizados representantes del sector duro de la patronal gallega, la Confederaci¨®n de Empresarios de Pontevedra utiliz¨® desde avionetas publicitarias con leyendas descalificadoras para el alcalde, Manuel Soto, hasta el recurso por v¨ªa judicial contra la elevaci¨®n de los impuestos. La campa?a espectacular, en ocasiones, retras¨® notablemente el saneamiento financiero del ayuntamiento que la corporaci¨®n pretend¨ªa completar en sus dos primeros a?os de mandato. Pese a todo, el presupuesto de actuaci¨®n municipal fue cuadruplicado -de 1.100 a 4.300 millones de pesetas- durante este per¨ªodo.
El balance de las primeras corporaciones municipales elegidas en Galicia desde los tiempos de la Rep¨²blica es desigual en el cap¨ªtulo de actuaciones espec¨ªficas, aun que en l¨ªneas generales podr¨ªa afirmarse que la imagen de los nuevos ayuntamientos ha mejorado sensiblemente en las principales ciudades. En los m¨¢s peque?os municipios, donde la continuidad del anterior sistema ha estado, en algunos casos, representada incluso fisicamente por el mismo alcalde, la evaluaci¨®n habr¨ªa de hacerse desde un punto de vista puramente cuantitativo.
Algunos ayuntamientos, como los de El Ferrol, La Coru?a y Orense, han conseguido finalizar con mayor o menor grado de contestaci¨®n durante estos cuatro a?os de redacci¨®n de planes generales de ordenaci¨®n urbana, en tanto que el de Vigo -tal vez la m¨¢s ca¨®tica de las ciudades de Galicia desde el punto de vista de la disciplina urban¨ªstica- apenas alcanz¨®, por dificultades t¨¦cnicas, la fase de avance de planeamiento. En el caso de El Ferrol, la colaboraci¨®n de instituciones tan esenciales en la vida de la ciudad como los astilleros de Baz¨¢n o la Marina ha resultado b¨¢sica para la r¨¢pida tramitaci¨®n del plan general, confiado a los concejales del PCG.
Una cierta rivalidad tradicional, quiz¨¢ extrapolada del terreno futbol¨ªstico, parece haber favorecido, por otra parte, el que los ayuntamientos de La Coru?a y Vigo compitiesen tanto en la promoci¨®n de actividades culturales como en una extra?a pol¨ªtica de hermanamientos con municipios extranjeros, que llev¨® al alcalde vigu¨¦s a la mism¨ªsima Groenlandia, y al coru?¨¦s, a Brasil.
En cualquier caso, el balance permite anotar en la cuenta de la corporaci¨®n coru?esa el proyecto, ya avanzado, de un museo de la naturaleza, un centro gallego de arte contempor¨¢neo y un centro cultural como medio para recuperar, al mismo tiempo, varios edificios hist¨®ricos.
Las experiencias orientadas a organizar alg¨²n tipo de acci¨®n coordinada entre los distintos ayuntamientos han fracaso sistem¨¢ticamente, hasta el punto de retardar y hacer inoperante en la pr¨¢ctica la creaci¨®n de la Federaci¨®n Gallega de Municipios. Al margen de acuerdos coyunturales para conseguir el abaratamiento de determinados servicios, como el que propici¨® la creaci¨®n de la Mancomunidad de Municipios del ?rea de La Coru?a, los ayuntamientos gallegos -en particular los costeros- s¨®lo han encontrado durante este per¨ªodo un motivo para la actuaci¨®n conjunta en el rechazo com¨²n de los vertidos de desechos radiactivos en la fosa atl¨¢ntica pr¨®xima al litoral de Galicia.
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