D¨ªas tranquilos en Madrid
Recuerdo y esperanza en el 'Encuentro en la democracia', celebrado con los problemas latinoamericanos como fondo dram¨¢tico
MARUJA TORRES, Cuando Ignacio Ellacur¨ªa rompi¨® a hablar, quiz¨¢s hasta entonces nadie hab¨ªa reparado en el hombre delgado, de semblante asc¨¦tico y dentadura irregular, que pasaba desapercibido entre el conjunto de los ponentes. Cuando Ignacio Ellacur¨ªa empez¨® a leer con mesurada voz las cuartillas que hab¨ªa preparado poco antes, 29 folios mecanografiados que le hab¨ªan salido de un tir¨®n, los intelectuales que formaban la mesa cultural del Encuentro en la democracia despertaron del sopor que esa ma?ana pesaba en la sala de reuniones como un mal pensamiento. Los rostros abatidos, que reflejaban el cansancio de la fiesta de la noche anterior, dejaron de multiplicarse en los espejos de barraca de las paredes y se concretaron en un solo esfuerzo: de d¨®nde viene, de qu¨¦ est¨¢ hablando este hombre.
Porque Ignacio Ellacur¨ªa, jesuita de origen espa?ol que ha elegido ser salvadore?o, ven¨ªa directamente del infierno. ?l mismo lo explic¨® cuando dijo, en frase que hubiera parecido demag¨®gica de no haber nacido en el vientre mismo de la verdad: "Se?ores, vengo chorreando sangre".
Ven¨ªa del infierno y, lo que es peor, todos sab¨ªan que al t¨¦rmino de las reuniones regresar¨ªa a su puesto de rector de la universidad Centroamericana Jos¨¦ Sime¨®n Ca?as, de San Salvador; a esa tierra cuarteada por las cenizas de los -por lo menos- 35.000 seres humanos asesinados en los ¨²ltimos tres a?os. Ignacio Ellacur¨ªa hab¨ªa hecho un viaje largo para hablar de cultura y de supervivencia. Y quiz¨¢s en el fondo de sus ojos los otros pod¨ªan ver la rabia contenida de quien presiente que, en el fondo, el viaje de retorno va a hacerlo solo. Con palabras, promesas, quiz¨¢s una nueva cita manuscrita en una esquina de la agenda. Pero solo.
Coreograf¨ªa para una ceremonia
El Instituto de Cooperaci¨®n Iberoamericana (ICI), antes Instituto de Cultura Hisp¨¢nica, conserva en las paredes los restos del ayer. Esos enormes frescos que van de esquina a esquina, en donde los santos, los conquistadores y el Pilar de Zaragoza est¨¢n siempre en alto, sobre una nube y en medio de un resplandor. Y los ind¨ªgenas, abajo. Con sus ponchitos, sus flautas, sus sombreros barrocos y todos los av¨ªos que el neoimperialismo franquista les exig¨ªa para afrenta de la raz¨®n y el conocimiento. Quiz¨¢s por eso, la ceremonia del Encuentro ha resultado todav¨ªa m¨¢s conmovedora: parec¨ªa como si esto de ahora, esta voluntad de acercarse y tocarse, de saberse, acabara de irrumpir por sorpresa.
En el curso de la cena que ofreci¨® el Ministerio de Cultura en el invernadero del Jard¨ªn Bot¨¢nico, los invitados permanecieron en silencio, robados de su verdad, de su cuerpo, inm¨®viles, como en una pecera, sitiados por ¨¢rboles hermosos y tan lejanos como sus nombres escritos en lat¨ªn. En aquel escenario irreal, pero muy grato, el drama parec¨ªa haber obtenido una pr¨®rroga. Y era un gozo ver al ministro Solana mezclado con todos los que hab¨ªan llegado a Madrid con su valijita de propuestas esperanzadas, prescindir del protocolo en el saludo para lanzarse directamente al abrazo, escuchar las distintas cadencias de los tantos acentos, las tantas cinturas a las que se ci?e nuestra lengua.
Se contaban an¨¦cdotas. Como la que refer¨ªa Wilson Ferreira, jefe de la oposici¨®n uruguaya en el exilio, cuando contaba que un coronel de su tierra, de nombre Porci¨²ncula, hab¨ªa recibido simult¨¢neamente dos propuestas: convertirse en jefe del Estado Mayor del Ej¨¦rcito uruguayo y formar parte del comit¨¦ de ¨¢rbitros de la FIFA. "La situaci¨®n del Ej¨¦rcito es tal", dec¨ªa Ferreira, "que, despu¨¦s de pens¨¢rselo una semana, el coronel se decidi¨® por la FIFA.". Y Jos¨¦ Emilio Pacheco, novelista y poeta mexicano, se quejaba de que, en su pa¨ªs, el papel es tan malo que los libros no duran m¨¢s de un a?o.
La tarde del viernes, en que se cerraban los trabajos y se llegaba a las conclusiones, todos estaban de acuerdo en que hab¨ªa que potenciar la cultura aut¨®noma latinoamericana como medio de defensa contra otras formas impuestas desde fuera. Jos¨¦ Vidal Beneyto, que en su ponencia hab¨ªa propuesto la creaci¨®n de un sat¨¦lite propio, defend¨ªa a capa y espada las conquistas de la microelectr¨®nica ante la mirada esc¨¦ptica, lejana, tal vez ba?ada en hechos, del jesuita de El Salvador.
Legitimidad del t¨¦rmino 'Latinoam¨¦rica'
Antonio Tovar hac¨ªa disquisiciones acerca de la legitimidad del t¨¦rmino Latinoam¨¦rica y Aurora Albornoz, impaciente, le puntualizaba brevemente que lo que importa no son los nombres, sino los contenidos, para pasar luego a quejarse de lo poco que se estudia literatura latinoamericana, o iberoamericana, o hispanoamericana en las escuelas nuestras. Xavier Rubert de Vent¨®s nos recordaba que no siempre la cultura es liberadora, que sabemos, hoy, que m¨¢s cultura no quiere decir mejor cultura, y que una cultura secuestrada por los poderes ser¨ªa una cultura de la pobreza. "Quiz¨¢s lo que nosotros, espa?oles, podemos ofrecer a nuestros hermanos de Iberoam¨¦rica", dec¨ªa finalmente el fil¨®sofo catal¨¢n, "es un presente en el que podamos ser un Estado-objeto, un pa¨ªs-objeto en el que comprueben c¨®mo se hacen las cosas, de modo que algunos errores que nosotros cometemos no se cometan, en donde vean que se puede jugar a la transparencia sin la trascendencia, es decir, a la democracia. Un m¨¦todo, la transparencia, que no es frecuente en los pa¨ªses latinos".
Entre la realidad y el deseo
Y Augusto Roa Bastos, con su perfil de hipocampo reflexivo, ofrec¨ªa la propuesta m¨¢s concreta: la creaci¨®n de una comisi¨®n de cultura latinoamericana que tendr¨ªa como objetivo difundir de forma sistem¨¢tica los objetivos de esta reuni¨®n de Madrid; una comisi¨®n aut¨®noma del Gobierno, no institucionalizada, que ostentar¨ªa la responsabilidad moral contra¨ªda en este Encuentro para la defensa de la cultura de nuestros pueblos.
As¨ª, tras el versallesco final en el u m¨¢s o menos todos se mostraron satisfechos, los pasillos forrados de nost¨¢lgicos tapices volvieron a resonar con el palmoteo de las felicitaciones, el siseo esperanzado de los proyectos, las promesas, el tenemos que vernos m¨¢s, dale recuerdos a, o pregunta por.
Sin alfombras
Y el padre Ignacio Ellacur¨ªa, que pronto regresar¨¢ al infierno real, sin alfombras ni espejos de mil caras, se preguntaba, una vez m¨¢s, si todo esto va a servir para algo. Porque desde la perspectiva europea -y Espa?a camina, seg¨²n ¨¦l, irremisiblemente hacia Europa- quiz¨¢s no se pueda comprender cu¨¢n urgente es construir esa civilizaci¨®n de la pobreza, esa cultura diferente en un mundo -Centroam¨¦rica- que se resiste a aceptar el sistema de cuyas contradicciones ha nacido. Eso es lo que quiere aplastar Reagan, lo que no tolera el imperio "aunque se den razones de otro tipo, como el peligro comunista. Hay que entender que el objetivo prioritario a destruir es la cultura, y que las soluciones deben ser urgentes, muy urgentes. Y este Encuentro, cuajado de buenas intenciones, de personas plenas de voluntad, re¨²ne demasiado pluralismo, demasiadas diferencias".
Ha sido, con todo, una experiencia importante, la primera piedra de un dilatado camino empedrado de dificultades y de ilusiones. "Pero hay que estar ah¨ª para saber cu¨¢les son los hechos, porque la realidad es la gran decidora, hay que dejar que su voz hable por nosotros. All¨ª, en Centroam¨¦rica, uno tiene las ra¨ªces, uno ve c¨®mo, a pesar de la angustia y el dolor, el pueblo sigue en pie, no se desespera, trabaja. Y eso es lo que nos sostiene la esperanza".
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