'La b¨¢rbara, brutal, muda, insignificante realidad de las cosas'
Se cumple este a?o el centenario del nacimiento de Ortega, la gran figura fundamental y fundante de la cultura espa?ola contempor¨¢nea. Con Ortega, los espa?oles hemos aprendido a pensar, a encararnos intelectualmente con la materia enigm¨¢tica de nuestra existencia. Mucho es lo que hemos aprendido de Ortega, pero por eso mismo -y no es paradoja, sino condici¨®n misma de todo pensamiento aut¨¦ntico-, mucho mayor es el ¨¢mbito de problematismo que nos ha abierto nuestro m¨¢ximo pensador.Pienso que lo peor que le podr¨ªa ocurrir al centenario orteguiano es que cayera en una beater¨ªa inerme y repetitiva (la beater¨ªa intelectual fue uno de los males que Ortega combati¨® con mayor denuedo y resuelta convicci¨®n).
Los centenarios, si sirven para algo, y yo creo que s¨ª, son para cuestionamos la obra del escritor conmemorado. Hay que agarrar perentoriamente por las solapas al pensamiento orteguiano y preguntarle a bocajarro y sin consideraci¨®n: ?qu¨¦ es lo que ha querido decimos?, ?qu¨¦ sentido puede tener para nosotros en 1983 aquella intuici¨®n suya, quiz¨¢ no del todo bien desarrollada todav¨ªa?
El destino de la obra intelectual de Ortega ha sido parad¨®jico. Su pensamiento ha tertido una influencia important¨ªsima no s¨®lo en el orbe hisp¨¢nico, sino incluso en Europa, y, sin embargo, a uno le cabe una sospecha tremenda: la de que el n¨²cleo esencial de su obra ha quedado sin un desarrollo cabal desde el punto de vista estrictamente te¨®rico, filos¨®fico. Esta sospecha m¨ªa no es gratuita. En el cap¨ªtulo 29 ("El nivel de nuestro radicalismo") de su libro fundamental, La idea de principio en Leibniz y la evoluci¨®n de la teor¨ªa deductiva, se contiene una de las manifestaciones m¨¢s sinceras, directas y sistem¨¢ticas de Ortega sobre su propio proyecto filos¨®fico. Tras marcar muy claramente sus diferencias con la man¨ªa ontologizadora de Heidegger, escrib¨ªa all¨ª Ortega: "En 1925, yo enunciaba mi tema -algunos de mis disc¨ªpulos podr¨ªan recordarlo- diciendo literalmente: primero, hay que renovar desde sus ra¨ªces el problema tradicional del ser; segundo, esto hay que hacerlo con el m¨¦todo fenomenol¨®gico en tanto y s¨®lo en tanto significa un pensar sint¨¦tico o intuitivo y no meramente conceptual-abstracto, como es el pensar l¨®gico tradicional; tercero, pero es preciso integrar el m¨¦todo fenomenol¨®gico proporcion¨¢ndole una dimensi¨®n de pensar sistem¨¢tico, que, como es sabido, no posee; cuarto y ¨²ltimo, para que sea posible un pensar fenomenol¨®gico sistem¨¢tico hay que partir de un fen¨®meno que sea ¨¦l por s¨ª sistema. Este fen¨®meno sistem¨¢tico es la vida humana, y de su intuici¨®n y an¨¢lisis hay que partir".
Este es claramente el proyecto filos¨®fico de Ortega al alcanzar su plena madurez. Supone una resuelta vuelta a la tradici¨®n metafisica como estudio de la realidad en cuanto tal realidad, pero con un giro decisivo: la vida es la realidad radical, en el sentido no de que sea la ¨²nica o la m¨¢s importante, sino de que en ella (en la vida) radican o arraigan todas las dem¨¢s realidades. "La vida humana", escribi¨® Ortega en Historia como sistema, "es una realidad extra?a de la cual lo primero que conviene decir es que es la realidad radical, en el sentido de que a ella tenemos que referir todas las dem¨¢s, ya que las dem¨¢s realidades, efectivas o presuntas, tienen de uno u otro modo que aparecer en ella".
Es un planteamiento que trasciende tanto la tesis o actitud realista como la idealista. Inseparable de la (doctrina filos¨®fica de Ortega es el perspectivismo: "Cada hombre tiene una misi¨®n de verdad. Donde est¨¢ mi pupila no est¨¢ otra: lo que de la realidad ve mi pupila no lo ve la otra. Somos insustituibles, somos necesarios".
Tras este exordio o pre¨¢mbulo, quisiera plantear muy brevemente una cuesti¨®n que me parece del m¨¢ximo inter¨¦s y actualidad en este centenario orteguiano: ?se han extra¨ªdo del pensamienllo orteguiano todas -o al menos muchas- las consecuencias impl¨ªcitas en el proyecto filos¨®fico de Ortega? Pienso que las nuevas generaciones de fil¨®sofos espa?oles tienen ante s¨ª un reto urgente: una lectura abierta y sin prejuicios de sus textos para una justa valoraci¨®n de la obra orteguiana, para someterla a una discusi¨®n desapasionada que se aleje tanto de la apolog¨ªa acr¨ªtica como de la diatriba sectaria. Hay un libro muy interesante del norteamericano Philip W. Silver -Fenomenolog¨ªa y raz¨®n vital- en el que se apuntan atisbos renovadores para una relectura de Ortega. Repasando las orteguianas Meditaciones del Quijote he encontrado unos p¨¢rrafos que me han conmovido especialmente: "Envolviendo a la cultura yace la b¨¢rbara, brutal, muda, ¨ªnsignificante realidad de las cosas. Es triste que tal se nos muestre, ?pero qu¨¦ le vamos a hacer!, es real, est¨¢ ah¨ª: de una manera terrible se basta a s¨ª misma. Su fuerza y su significado ¨²nico radican en su presencia. Recuerdos y promesas es la cultura, pasado irreversible, futuro so?ado". Para m¨ª y para infinidad de espa?oles nacidos despu¨¦s de la guerra civil, Ortega es esencialmente cultura, recuerdos y promesas, pasado irreversible y futuro sofiado.
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