'?Argentinos! ?A las cosas, a las cosas!'
No me considero competente para dirimir la cuesti¨®n del grado de influencia del pensamiento de Ortega en los pa¨ªses en que se lo ha le¨ªdo con m¨¢s devoci¨®n, pero creo que es dif¨ªcil que en alguno la direcci¨®n pol¨ªtico-cultural se haya imbuido tanto de lenguaje orteguiano como en Argentina. En todo caso, lo cierto es que a todos los hispanoamericanos les infundi¨® un inter¨¦s por Espa?a que nadie hasta entonces hab¨ªa logrado suscitar desde los tiempos de la independencia.Ortega y Gasset lleg¨® a Buenos Aires en 1916, invitado por la benem¨¦rita y entonces joven Instituci¨®n Cultural Espa?ola. Pronunci¨® conferencias en diversos ¨¢mbitos, y en la facultad de Filosof¨ªa y Letras, acaso por primera y ¨²ltima vez, la multitud rompi¨® los vidrios para poder ingresar al aula magna. Joven catedr¨¢tico que hab¨ªa llegado con ¨¢nimo de descubridor al Nuevo Mundo, tambi¨¦n fue descubierto por ¨¦ste. Y si Ortega dej¨® un legado inmenso entre nosotros por la hondura de sus reflexiones, por la claridad y munificencia simult¨¢neas de su palabra, tambi¨¦n es cierto que el p¨²blico argentino le revel¨® condiciones de orador para vastos auditorios que sospechar¨ªa tal vez en su interior, pero que no hab¨ªa tenido hasta entonces ocasi¨®n de ejercitar.
El mutuo descubrimiento se reanud¨® en 1928 y 1939. Pudo entonces Ortega ir articulando una serie de puntos de vista sobre los argentinos -m¨¢s bien sobre los porte?os, que son los que mejor conoci¨®- que han quedado indelebles entre las p¨¢ginas m¨¢s recordadas de la reflexi¨®n sobre esta tierra y sus gentes: "La Pampa se mira comenzando por su fin, por su ¨®rgano de promesas, vago oleaje de imaginaci¨®n, donde la inverosimilitud forma su espumosa rompiente que el primer t¨¦rmino, tiritando de su propia miseria, de no ser sino atroz y vac¨ªa realidad, afanoso absorbe... Acaso lo esencial de. la vida argentina es eso: ser promesa. Tiene el don de poblamos el esp¨ªritu con promesas, reverbera en esperanzas como un campo de mica en reflejos innumerables".
Las conferencias de 1939 permitieron que se publicara luego el libro Meditaci¨®n del pueblo joven, en el que pueden releerse estos celeb¨¦rrimos p¨¢rrafos: "?Argentinos! ?A las cosas, a las cosas! D¨¦jense de cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos. No presumen estedes el brinco magn¨ªfico que dar¨¢ este pa¨ªs el d¨ªa que sus hombres se resuelvan de una vez, bravamente, a abrirse el pecho a las cosas, a ocuparse y preocuparse de ellas directamente y sin m¨¢s, en vez de vivir a la defensiva, de tener trabadas y paralizadas sus potencias espirituales, que son egregias, su curiosidad, su perspicacia, su claridad mental secuestradas por los complejos de lo personal".
Las circunstancias de la pasi¨®n
En 1942, despu¨¦s de casi tres a?os de. estancia en Buenos Aires -a?os de trabajo y tambi¨¦n de enfermedad-, regres¨® a Espa?a. Despu¨¦s de la guerra, la vieja Europa reiterar¨ªa el desborde multitudinario de la lejana Buenos Aires de 1916: en Berl¨ªn tambi¨¦n se rompieron los vidrios del recinto en el que hablaba Ortega.
Queda ya dicho que los libros del gran pensador se han le¨ªdo y divulgado muy extensamente en Argentina. Citar a Ortega es de rigor en la c¨¢tedra, en la cr¨ªtica literaria, en el discurso del funcionario p¨²blico.
Tal pasi¨®n tuvo sus riesgos en alguna circunstancia (?la pasi¨®n y su circunstancia?), pues al limitar al solo nombre de Ortega la fuente de su sabidur¨ªa, muchos renunciaron, por comodidad tal vez, a otros estudios y a otros orbes filos¨®ficos que los hubieran enriquecido. Y con cuyo parang¨®n nada perd¨ªa la insustituible figura de Ortega.
Jaime Perriaux, recientemente fallecido, fue el que con mayor entusiasmo record¨® y difundi¨® la obra del maestro entre nosotros, alentado tambi¨¦n por los frecuen.tes viajes de Juli¨¢n Mar¨ªas. M¨¢s all¨¢ del discutible uso pol¨ªtico que Perriaux hizo de su orteguianismo, debemos rescatar su envidiable capacidad de estudio, su versaci¨®n en tantas lenguas y temas y, por lo que hoy nos concieme, su inclaudicable apoyo a todo lo que se relacionara con Ortega.
En la norte?a Salta, Roberto Garc¨ªa Pinto, sagac¨ªsirno provinciano, es otra voz que recuerda muy peri¨®dicamente la vida y la obra del autor de La rebeli¨®n de las masas. Tantos argentinos han le¨ªdo con provecho a Ortega, en sus libros y en sus numerosas colaboracione en La Naci¨®n, que aqu¨ª es donde mejor sentimos la reflexi¨®n de Octavio Paz: "No estoy muy seguro de pensar lo que ¨¦l pens¨® en su tiempo; en cambio, s¨¦ que sin su pensamiento yo no podr¨ªa, hoy, pensar".
?poca dif¨ªcil
En esta ¨¦poca dif¨ªcil, en la que despu¨¦s de haber sufrido mucho en diversos campos se nos someti¨® a los argentinos a la prueba de una guerra absurda (como absurdas son la provocaci¨®n y la derrota inevitable) y una humillaci¨®n inmerecida, vuelven a m¨ª estas palabras de Ortega: "Quien conozca la Argentina actual sabe que nada puede hacerle tanto da?o como alabarla, como interesarla en la opini¨®n ajena sobre ella; antes bien, es preciso empujarla hacia s¨ª misma, recluirla en su inexorable ser".
?Resurgiremos de "esa Argentina actual", de esta ¨¦poca de calamidades, iremos a las cosas? Ignoro qu¨¦ generaci¨®n tendr¨¢ la. respuesta. Pero tambi¨¦n ella deber¨¢ citar a Ortega.
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