Las Fuerzas Armadas chilenas, perplejas
El Ej¨¦rcito chileno que dio el golpe en 1973 ha configurado la vida del pa¨ªs al servicio del monetarismo neoliberal de Friedman. Diez a?os despu¨¦s, el modelo econ¨®mico y social muestra su fracaso. En las Fuerzas Armadas se pasa, seg¨²n el autor del texto, oficial de Estado Mayor, de la perplejidad pura y simple al nacimiento de un deseo: la vuelta a la democracia.
El Cono Sur de Am¨¦rica Latina est¨¢ bajo Gobierno militar. Ej¨¦rcitos de ocupaci¨®n han dictado su ley, han impuesto a la poblaci¨®n el patr¨®n conductual que regir¨¢ sus vidas y ordenar¨¢ su sociedad. Esos pueblos -se dijeron los militares- est¨¢n equivocados; perdida su. identidad nacional, vacilantes en la adopci¨®n o adaptaci¨®n de doctrinas for¨¢neas que distorsionan su transcurso econ¨®mico, social y cultural.La guerra supone un enemigo, y su finalidad ¨²ltima es imponerle a ¨¦ste la voluntad del vencedor. Para el Ej¨¦rcito de Chile, el enemigo fue y es aquel pueblo chileno equivocado, deliberante y vacilante entre las opciones culturales del mundo contempor¨¢neo.
La guerra de Pinochet trae consigo la victoria del 11 de septiembre de 1973. La operaci¨®n tridimensional, h¨¢bilmente planificada en todos sus detalles log¨ªsticos, de inteligencia y operativos (hasta una flota extranjera merodeando en las costas chilenas), les permite ocupar el pa¨ªs desde Arica a la Ant¨¢rtida y someter a aquel pueblo indefenso, asesinando a su gobernante, el doctor Salvador Allende; encarcelando, confirmando y eliminando a las autoridades administrativas, pol¨ªticas y universitarias. Es el triunfo militar. Se inicia la persecuci¨®n del enemigo como cl¨¢sica explotaci¨®n de la victoria. Al pa¨ªs ocupado se precisa, pues, imponerle la voluntad del vencedor. Pero ?qui¨¦n es el vencedor? ?El Ej¨¦rcito que ocupa o la autoridad pol¨ªtica a que necesariamente responde todo cuerpo armado?
El Ej¨¦rcito no genera ideolog¨ªa pol¨ªtica, ni modelos econ¨®micos, ni patrones culturales. La explotaci¨®n de la victoria adquiere entonces dos rasgos esenciales: a la fuerza le compete mantener al enemigo sometido, y a la autoridad pol¨ªtica, implementar los mecanismos para imponer su voluntad al vencido. Sin embargo, para que esa fuerza cumpla a conciencia su funci¨®n hay que infundirle en su interior corporativo una ideolog¨ªa pol¨ªtica que la motive en su conducta operacional. Tarea no dif¨ªcil para la autoridad pol¨ªtica del golpe militar, puesto que por d¨¦cadas la oficialidad de Chile fue concienciada en sus institutos superiores con la doctrina de seguridad nacional h¨¢bilmente camuflada en las c¨¢tedras militares, con planes de estudio tienen una inequ¨ªvoca procedencia.
Los objetivos naturales del hombre y la sociedad son el bienestar, la prosperidad y la seguridad. La doctrina de seguridad nacional, en esencia, resume sus objetivos en dos grandes coordenadas: la seguridad y el desarrollo.
Los vencedores del 11 de septiembre de 1973 se asignaron, consecuentemente, sus papeles: la seguridad radicar¨¢ en el estamento militar y el desarrollo ser¨¢ puesto en marcha por la autoridad pol¨ªtica. Para ello, se convence al Ej¨¦rcito chileno de que el desarrollo transita sin asomo de dudas por los caminos de la escuela econ¨®mica de Chicago. Milton Friedman, su profeta, premio Nobel de Econom¨ªa, muestra a los militares chilenos, el infalible sendero de la prosperidad y el bienestar. El rayo de san Pablo ilumina el ¨¢mbito castrense; la victoria es irreversible; el pueblo comprender¨¢ que sus 30.000 muertos fueron necesarios; al fin, Chile ser¨¢ una gran naci¨®n. ?El modelo econ¨®mico de desarrollo basado en la econom¨ªa social de mercado: el monetarismo! ?C¨®mo es posible que este infeliz pa¨ªs haya vacilado tanto sin encontrar esta verdad econ¨®mica que le har¨¢ despegar inevitablemente hacia su destino? Nosotros, militares chilenos, pondremos la seguridad al servicio de aquella verdad indiscutible, cierta y categ¨®rica. Asesinaremos, torturaremos, deportaremos, confinaremos, encarcelaremos a todos los enemigos de la patria que no comprendan la buena nueva.
El modelo econ¨®mico ultraliberal fue aplicado en Chile en toda su dimensi¨®n; penetr¨® desde la banca hasta la escuela y el hogar; modific¨® las expectativas de los ciudadanos, borr¨® su bien cultivado esp¨ªritu de solidaridad, imponiendo el consumismo como cultura motriz del desarrollo previsto.
Pinochet -el general de la victoria, el comandante en jefe del Ej¨¦rcito de ocupaci¨®n, apoyado en su m¨¢s s¨®lido instrumento, la DINA-CNI (polic¨ªa pol¨ªtica)- cabalga sobre las coordenadas de la seguridad y el desarrollo con la pertinacia, soberbia y tozudez deliluminado, escogido de Dios, brazo conductor de la Roma imperial.
Al cabo de casi diez a?os del golpe militar, el Ej¨¦rcito chileno se encuentra perplejo. No est¨¢ frustrado ni defraudado, sino, simplemente, perplejo. Ellos cumplieron con rigor necesario su cometido de seguridad: intimidaron, intervinieron y modelaron la universidad, el poder judicial, las asociaciones gremiales, la previsi¨®n social, los sindicatos. Fue duro y dif¨ªcil. La ONU les conden¨® y condena una vez m¨¢s por la sistem¨¢tica violaci¨®n de los derechos humanos.
Falsa verdad econ¨®mica
A los militares no les era posible escuchar, aunque comprendieran, pues el ejercicio de la seguridad (su seguridad), con su cortejo cruel, inhumano y degradante, era requisito inseparable para que el desarrollo, v¨ªa econom¨ªa social de mercado, se produjera. La verdad econ¨®mica que la autoridad pol¨ªtica vendi¨® al Ej¨¦rcito vencedor no tuvo su comprobaci¨®n. Era falsa. Ese Ej¨¦rcito, convencido del ¨¦xito infalible de la doctrina de desarrollo, a¨²n no sale de su perplejidad. Est¨¢ hoy constatando la ruina de la so?ada gran naci¨®n, delirio geopol¨ªtico de C¨¦sar Augusto.
El ¨ªndice de paro en el Gran Santiago alcanza el 30% de la poblaci¨®n activa. Los salarios medios pueden situarse en el rango de los cien d¨®lares mensuales (13.600 pesetas). La contracci¨®n de la actividad econ¨®mica en 1982, se?alada por las estad¨ªsticas oficiales, es de -14%. El poder adquisitivo se ha reducido tanto por la disminuci¨®n real de los salarios como por el alza progresiva de los precios. La deuda externa alcanza los 18.000 millones de d¨®lares, tal vez la m¨¢s alta per c¨¢pita del mundo.
"Nunca se ha perdido tanta soberan¨ªa como en este r¨¦gimen de seguridad nacional", es el pensamiento epistolar que nos muestra c¨®mo de la perplejidad las Fuerzas Armadas chilenas est¨¢n necesariamente pasando a la comprensi¨®n y, de ella, a la enmienda.
No podr¨¢n ser Fuerzas Armadas que regresen a sus cuarteles con la amarga verg¨¹enza del fracaso, sino Fuerzas Armadas que, despojadas de la malhadada ideolog¨ªa pol¨ªtica que un d¨ªa les infundieron en su interior corporativo, sean capaces de insertarse activamente en el compromiso democr¨¢tico que estremece al Chile de hoy.
Propugnamos Fuerzas Armadas nuevas y distintas. Nuevas en su estructura y distintas en su ideolog¨ªa. No en vano, por casi diez a?os, han transitado por los nervios vitales de la sociedad chilena. Acercarse al pa¨ªs -vivo, latente, complejo y multifac¨¦tico- les debe haber hecho comprender que su administraci¨®n no es tan lineal como la de un cuartel. El destino com¨²n se construye con los anhelos de todos, con la opini¨®n publica, con el debate, con la opci¨®n; en suma, con la democracia.
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