La mentira espa?ola
Hay que acabar con el mito de que el hispano es un hombre de honor: el vicio del espa?ol no es la envidia, que s¨ª lo es, sino la mentira, que lo es m¨¢s. Quiz¨¢ la mentira piadosa, especie de chapuza moral con la que justificamos las incompetencias propias y ajenas. Se miente para quedar bien o para consolar al incauto, pero con el ¨ªntimo convencimiento de que no existe la obligaci¨®n de cumplir y, lo que es peor, que la sociedad no te lo va a reprochar porque es h¨¢bito oficialmente reconocido. "S¨®lo es sincero el que todav¨ªa no ha sido descubierto" es el axioma de nuestra moral p¨²blica. Se anuncia una conferencia, y a la hora en punto no est¨¢ ni el conferenciante. Si se devuelven hasta las letras firmadas, ?por qu¨¦ se va a cumplir con una simple palabra de honor? La palabra, el apret¨®n de manos como r¨²brica del pacto, pas¨® a la historia, si es que alguna vez existi¨®. La palabra de honor muri¨® con el sainete; lo malo es que el sainete sigue siendo nuestra norma de conducta. Seguimos forcejeando con la CEE, y los pol¨ªticos que tratan del tema especulan sobre la adecuaci¨®n de nuestra agricultura e industria, sin saber que el principal desfase lo llevamos en la gesti¨®n: cualquier tr¨¢mite, por nimio que sea, aqu¨ª nos ocupa cuatro veces m¨¢s tiempo que en Europa; la soluci¨®n carpetovet¨®nica es dejarlo pudrir sin tomar decisi¨®n alguna (ley de bronce del funcionario), que sea otro el que se moje. Tanto que imitamos a los americanos, deber¨ªamos imitarles en su saludable costumbre del follow-up, que, traducido, bien puede: decir "el que la sigue la mata", refr¨¢n que parece mentira sea castellano, puesto que nadie lo ejercita.El fruto pr¨¢ctico de tanta falacia a medias es la chapuza t¨¦cnica, especialidad en. la que el espa?ol es un virtuoso. Vale", dice el jefe del control ?le calidad, firmando impasible la. pr¨®xima aver¨ªa. Un informe de la OCDE, con palabras suaves y cifras contundentes, insin¨²a que el 80% de nuestro trabajo, de" mecanografiar un contrato a roscar una tuerca, est¨¢ mal hecho; uno se asombra de tal informe: no cree en la bondad del 2,0% restante.
Como no te llama el que lo hab¨ªa prometido, cansado de esperar, le llamas t¨², y lo primero que te dice te lo sabes de memoria: "En este mismo instante iba a
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llamarte". Si le llamas porque la carta no llega, ya sabes lo que te va a decir: "?C¨®mo, pero no la has recibido?". Sabe que lo de Correos anda mal, que nada hay m¨¢s rid¨ªculo que poner un sello de urgencia en un sobre, pero tambi¨¦n sabe que las ¨²nicas cartas que no llegan son las que no se echan, por eso matizar¨¢ a continuaci¨®n: "Bueno, te la ech¨¦ ayer": piensa ech¨¢rtela ma?ana, y tampoco es, para ponerse as¨ª, no se va a hundir el mundo por .tan poca cosa.
S¨ª, ¨¦ste es el pa¨ªs de las mentiras piadosas que no enga?an a nadie. El "eso est¨¢ hecho" y el "a mi cuenta", como el "g¨ªramelo a l20", son peque?as corrupciones compensadoras -para sobrevivir en un mecanismo muy mal engrasado, sin el aceite de la eficacia. Al final, cuando llevas esperando m¨¢s de una hora, llega el tard¨®n y te pregunta, con sonrisa inmoral y simp¨¢tica: "?Llevas mucho tiempo esper¨¢ndome?". Le contestas: "No, acabo de llegar". Pretendes que as¨ª, con la complicidad de los incumplidores, se ponga en raz¨®n y no adopte la superioridad del que hace esperar, viejo s¨ªndrome de consulta m¨¦dica. La puntualidad- s¨®lo la exigen los hinchas del equipo de casa cuando va ganando por los pelos; entonces es cuando gritan estentoreos: "?rbitro, la hora".
Uno cree que cuando dos espa?oles se coordinan en una acci¨®n com¨²n y se ponen de acuerdo, la cosa se debe a un malentendido. Y es que deber¨ªamos seguir la recomendaci¨®n del codigo del Man¨²: la mentira est¨¢ permitida en dos ¨²nicos casos: cuando sirve para salvar a un hombre de la muerte o para seducir a una bella mujer. El resto de las mentiras, piadosas o no, a las que tan aficionados somos, nos sit¨²a en la m¨¢s meriodional de las Europas. Sin imaginaci¨®n y valor para enfrentarnos a la verdad, ning¨²n cambio tendr¨¢ aqu¨ª su asiento. Nada hay m¨¢s tonto y cobarde que enga?arse uno a s¨ª mismo. Claro que la verdad tambi¨¦n tiene un grave defecto, y es que, cuando se busca con ah¨ªnco, a lo peor se encuentra.
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