EE UU quiere convertir a Tokio en el 'gendarme' de los mares de China
Washington quiere descargarse de una parte de sus responsabilidades defensivas y considera que Jap¨®n "no aporta nada (militarmente hablando), pero s¨ª se sirve de la cobertura norteamericana para realizar sus negocios tranquilamente, incluso con pa¨ªses no amigos". Para presionar a Jap¨®n, Estados Unidos lleg¨® incluso a amenazar veladamente con "retirarse, abandonando a los japoneses a su suerte". Todos sab¨ªan que la amenaza no se cumplir¨ªa nunca, al me.nos totalmente; pero ahora los planes de Nakasone la han hecho innecesaria de todas maneras.Estados Unidos desea asignar a Jap¨®n "la seguridad de los cielos y de los mares en un radio de 1.000 millas (unos 1.600 kil¨®metros) a partir de Okinawa", mientras que ahora el centro del c¨ªrculo es Tokio, mucho m¨¢s al Norte. Es decir, Jap¨®n deber¨ªa cubrir una vasta extensi¨®n comprendida entre el mar del Jap¨®n, el mar de China septentrional y el mar de Ojotsk meridional, con la costa sovi¨¦tica de enfrente; y, eventualmente, hasta el norte de Filipinas por el Sur, y hasta Guam por el Sureste. Se encargar¨ªa de defender los estrechos y las l¨ªneas de comunicaci¨®n, en particular las existentes ente Guam y Tokio, y entre Taiwan y Osaka. Y de hacer un muro para "impedir la entrada a los cohetes sovi¨¦ticos", es decir, a los SS-20. Los cuales, hay que decirlo, han sido instalados en la costa sovi¨¦tica del Pac¨ªfico despu¨¦s de varios a?os de indecisi¨®n y, sobre todo, despu¨¦s del viraje chino, del ¨ªncremento del poder¨ªo nuclear estadounidense en el Indico y en el Pac¨ªfico tras la retirada de Vietri¨¢m, y ante la instalaci¨®n en suelo japon¨¦s de armamento nuclear estadounidense, y desde que el rearme japon¨¦s ha comenzado a constituir "un peligro para la URSS".
Precisamente, en las recientes conversaciones sovi¨¦tico-niponas de Tokio (abril de 1983), uno de los temas aireados por Jap¨®n ha sido el de la instalaci¨®n de los SS-20 sovi¨¦tico frente a sus costas; el aireado por la URSS ha sido el de la existencia de armas nucleares en Jap¨®n y en Corea del Sur, en Guam (Micronesia norieamericana) y en Diego Garc¨ªa (Chagos).
Para erigir ese muro, las fuerzas nipo-norteamericanas se servir¨ªan de la base naval de Yokosuka y de las a¨¦reas de Okinawa y, sobre todo, desde 1985, de Misawa, en el Norte, frente a la URSS; los aviones F-16 de Misawa ser¨ªan pagados tambi¨¦n por el contribuyente japon¨¦s.
Este ser¨ªa s¨®lo el comienzo. Poco a poco, las fuerzas armadas japonesas ir¨ªan dot¨¢ndose del armamento adecuado, al que deber¨ªan ir destinando cada vez mayores porciones del presupuesto nacional.
Ej¨¦rcito y Diktat
El plan de Nakasone no s¨®lo supera las limitaciones impuestas al rearme japon¨¦s por los aliados vencedores en 1945, sino que sobrepasa el Plan de Defensa a Medio Plazo 1983-1987, discutido a fines de 1982 en Honolul¨² por el Comit¨¦ Consultivo nipo-estadounidense.
Pero, para Estados Unidos, Jap¨®n tiene unas fuerzas armadas "que sirven m¨¢s para los desfiles que para la guerra", seg¨²n un general norteamericano, con sus 13 divisiones medianamente armadas, unos cuantos cientos de aviones y unas decenas de destructores, con un presupuesto de s¨®lo 760 millones de d¨®lares, "excesivamente escaso". Por eso quiere que el presupuesto aumente al menos en un 2,5% del PNB, y que se ponga fin a la restricci¨®n estabiecida en tiempos de Takeo Miki, en 1976, por la que el presupuesto de defensa no puede superar el 1% del PNB.
Aun con las consigirientes repercusiones presupuestarias, un aumento del gasto militar y del gasto tecnol¨®gico que lo acompa?ar¨ªa permitir¨ªa a Jap¨®n autonomizarse militarmente y revitalizar asimismo la econom¨ªa, al incrementarse la fabricaci¨®n de armamento y la colaboraci¨®n tecnol¨®gica con Estados Unidos.
Pero hay m¨¢s. Por medio de un mecanismo en el que se mezclar¨ªa lo econ¨®mico, lo tecnol¨®gico y lo militar, Jap¨®n entrar¨ªa a formar parte indirectamente de la estrategia occidental frente a la URSS en su cara asi¨¢tica, "como si fuera" -dicen los norteamericanos -miembro de la OTAN. Para ello se baraja la conveniencia de una asociaci¨®n japonesa a la CEE tras una limitaci¨®n objetiva de la guerra comercial nipona en Europa occidental, con el fin de tranquilizar, de comprar a los suspicaces europeos; se prev¨¦ tambi¨¦n una estrecha colaboraci¨®n tecnol¨®gico-militar, que incluir¨ªa, entre otras cosas, la estandarizaci¨®n del armamento. De este modo, el brazo armado de la OTAN se extender¨ªa hasta el Pac¨ªfico.
Para llevar a cabo todo esto, am¨¦n de otros impedimentos, como veremos, habr¨ªa que saltarse o modificar el Tratado de Paz de Jap¨®n de 1947. ?ste limita expresamente las fuerzas armadas japonesas, proh¨ªbe la fabricaci¨®n de armamento y el intercambio y la colaboraci¨®n tecnol¨®gica militar.
No ser¨ªa la primera vez, sin embargo, que Estados Unidos permite que Jap¨®n ignore el tratado. Si en 1947 Jap¨®n, derrotado, fue obligado a disolver el Ej¨¦rcito, a purgar a quienes lo hab¨ªan metido en la guerra de expansi¨®n y a incluir en la Constituci¨®n impuesta por Estados Unidos que a partir de ese momento los japoneses. deber¨ªan "resolver toda disputa por medios pac¨ªficos" (art¨ªculo 9), en 1950 se cre¨® una polic¨ªa nacional de reserva de 75.000 hombres. En 1951, el tratado de paz definitivo permit¨ªa cierto rearme. Y en 1952, Estados Unidos entregaba barcos de guerra a Jap¨®n y se acordaba ampliar las fuerzas de autodefensa. Todo esto fue redondeado por el Tratado de Seguridad Mutua entre Estados Unidos y Jap¨®n de 1960, pese a la furiosa oposici¨®n de la izquierda, que se negaba a un rearme en regla.
En la actualidad, Jap¨®n dispone de unas fuerzas armadas relativamente exiguas (unos 250.000 hombres), relativamente poderosas y, sin duda, superiores a las que le permite el Diktat de 1947. Algunos de sus altos mandos, adem¨¢s, presentan un pasado fascista.
Asimismo, Jap¨®n ha venido fabricando armamento ligero y pesado (por ejemplo, el carro de combate STA 461 y el STB 74, construidos por la Mitsubishi; o el avi¨®n norteamericano F-15, bajo licencia) y participando en maniobras militares que exceden los programas restringidos de la Agencia de Autodefensa (JDA, en sus siglas inglesas) en el Pac¨ªfico, junto con pa¨ªses derechistas del ¨¢rea como Australia o Nueva Zelanda, y con Estados Unidos, en 1980 y 1982. En 1982 realiz¨® con Estados Unidos maniobras conjuntas en suelo japon¨¦s. Finalmente, Jap¨®n no respeta la prohibici¨®n expresa de no instalar armamento nuclear en su territorio.
El de ahora, pues, es tan s¨®lo un paso m¨¢s, el definitivo, hacia el superrearme. Para ello, Washington encontr¨® al hombre id¨®neo en Nakasone, al que el diario Sankei Shimbun llamaba hace poco "halc¨®n". Nakasone fue oficial de mana en la guerra mundial y ha sido director de la Agencia de Autodefensa, es decir, algo as¨ª como ministro de Defensa. Quiso armar a Jap¨®n -el pa¨ªs de Hiroshinia y Nagasaki- con bombas at¨®micas. Es furibundamente anticomunista y antisovi¨¦tico.
Su carrera pol¨ªtica no es precisamente ejemplar. Pero tampoco lo es la de su partido, el Liberal Democr¨¢tico. Ni la de una de sus, personalidades m¨¢s conspicuas, Kakuei Tanaka, ex primer ministro (1972-1974), que dimiti¨® por estar involucrado en uno de los esc¨¢ndalos de la Lockheed, pero que sigue controlando el 75% de un partido que hoy posee la mayor¨ªa absoluta en el Parlamento.
Nakasone es un hombre de Tanaka. Y Tanaka est¨¢ ligado a grupos yakuza -de tipo mafioso y corte fascistoide vinculados a los bajos fondos y a ciertos empresarios y pol¨ªticos-, que lo protegen, y a quienes ¨¦l protege y utiliza a su vez, y que lo ayudaron a trepar al poder. Dos de estos yakuza, en particular, se hallan presentes en la biograf¨ªa de Nakasone: Ryoichi Sasawa y Yoshio Kodama, "arnbos fascistas, ambos de vuelta a la escena pol¨ªtica en los a?os cincuenta -tras haber permanecido en prisi¨®n como criminales de guerra- para ayudar a la CIA en la campa?a anticomunista de esa ¨¦poca, ambos conocidos por sus nexos con las bandas yakuza, cuyos tatuajes lleva, incluso, Kodama".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.