La corrida sigilosa
Sal¨ªan en sigilo los Cuadri. Primero una olida, luego la cuerna, despu¨¦s trocito cuerpo, la divisa, el n¨²mero, el otro n¨²mero, el tercer n¨²mero (parecen cartones de bingo los toros), el rabo. Y oreaban su cuerpo serrano como pac¨ªficos padres de familia, sobre el albero, contemplando el paisaje, saludando al personal. Los matadores tambi¨¦n sal¨ªan con sigilo a recibirlos, y as¨ª estaban a tono. Y los picadores. Y los banderilleros. Era la corrida del sigilo.Los segundos tercios duraban m¨¢s que los primeros. Ve¨¢se a las cuadrillas, petronios de plata -tal que Palomo, Juanili, Pacorro- paseando hacia los medios garapullo en mano, pasito a paso, y no se fumaban un cigarro, ignoramos porqu¨¦. Quiz¨¢ es que se han quitado del tabaco. Cuadraban con precavido pi¨¦, prend¨ªan los palos al desgaire. Bueno, Pacorro, no; Pacorro prend¨ªa s¨®lo uno, en el costillar bajero.
Plaza de Las Ventas
24 de mayo. Und¨¦cima corrida de San Isidro.Toros de Celestino Cuadri, descastados. Angel Teruel. Seis pinchazos bajos y estocada corta; aviso con retraso (algunos pitos). Dos pinchazos bajos y media estocada baja (bronca). D¨¢maso Gonz¨¢lez. Pinchazo, estocada trasera tendida y desprendida; aviso (ovaci¨®n y tambi¨¦n pitos cuando saluda). Cinco pinchazos y bajonazo descarado (divisi¨®n cuando saluda). Emilio Mu?oz. Pinchazo hondo bajo y descabello (silencio). Pinchazo, media y descabello (palmas).
La gente de a¨²pa, sesteante en la silla, dejaba llegar al toro, le met¨ªa ca?a, y ya no hab¨ªa m¨¢s ca?a que meter porque los de Celestino Cuadri se pon¨ªan mal¨ªsimos. Los Cuadri eran mansa grey, y alguno ten¨ªa la tarde besucona. Daban que hablar los Cuadri. Hubo uno, prendado del Ecijano y hubo otro prendado de Corbelle. Los buscaban por encima del burladero y les ofrec¨ªan el hocico. Ecijano y Corbelle, que son muy suyos, rechazaron la deshonesta proposici¨®n.
No existe empresa en el mundo tan sutil para montar carteles como la de Las Ventas, y si al una duda hab¨ªa, qued¨® despejada ayer: para la corrida del sigilo, ofreci¨® la reaparici¨®n de ?ngel Teruel, diestro sigiloso donde los haya. ?As¨ª se promociona la fiesta! Sigiloso al caminar, al bregar, al veroniquear, al muletear y al matar, ?ngel Teruel habr¨ªa pasado por la plaza como tenue brisa, o como blanca nube (pues se visti¨® de primera comuni¨®n para la solemnidad) si no fuera porque se excedi¨® en el sigilo al trastear y m¨¢s a¨²n al pinchar.
Otro espect¨¢culo era D¨¢maso Gonz¨¢lez, el hechicero, que se ci?¨® a los sigilosos Cuadri cuantas veces le apeteci¨®. Como Ojeda, pero m¨¢s que Ojeda. Uno, dos, tres, cuatro, cinco viajes obligaba a realizar al Cuadri de turno, de una sola tacada, en tomo a su menuda figura, que no mov¨ªa; y lo hac¨ªa como quien lava.
Est¨¢ muy visto, de acuerdo, pero los de sol, que viven condenados a presenciar de lejos las faenas, no conoc¨ªan bien estas habilidades, de manera que el buen D¨¢maso se march¨® a exhibirlas a aquellos territorios. A tanta distancia, los de sombra ten¨ªamos que conformarnos con escuchar la segunda faena del hombrecito albacete?o. O¨ªamos "?ol¨¦!", "?viva tu mare!". Debi¨® trabajar al Cuadri a conciencia, pues se lo pasaba por ac¨¢, por all¨¢, en la suerte natural, en la contraria, por arriba, por abajo, en redondo, en cuadrado, a la remanguill¨¦. Hizo felices a los morenos y lo quer¨ªan canonizar. Como pinch¨® mucho, lo dejaron en beato.
Por lo menos los de sol lo pasaron bien. Los de sombra, en cambio, corr¨ªamos peligro de pulmon¨ªa, con aquel fr¨ªo que lleg¨®, procedente de Guadarrama. Fr¨ªo de Guadarrama y vendaval de Triana no casan, y esa e¨®lica confluencia ocurri¨® tambi¨¦n ayer en Las Ventas. El trianero Emilio Mu?oz ven¨ªa en plan vendaval, dispuesto a romp¨¦, como suelen decir taurinos. No se le not¨® en su primero, con el que parec¨ªa estar a disgusto, y al que ahogaba la embestida; por las trazas, para que no le embistiera, naturalmente.
En cambio s¨ª se le not¨® en el ¨²ltimo, un cortito Cuadri m¨¢s sigiloso que ninguno, el cual le cay¨® de maravilla. Y con tan fausto motivo tambi¨¦n se march¨® a los candentes territorios, para que le jalearan los clientes de all¨¢. Los pases que peg¨®, unos buenos, otros regulares y otros horribles, no se sabe cu¨¢ntos fueron. Por lo menos tantos como D¨¢maso Gonz¨¢lez, solo que menos templados, menos ligados aunque, eso s¨ª, con much¨ªsimo m¨¢s pico. Aquel nombre de "Piquito Mu?oz" no le corresponde, pero le cuadra.
Cuadris, posiblemente de la misma camada, vimos en Valencia hace ahora un par de meses, y no ten¨ªan nada de sigilosos; por el contrario, dotados de una casta excepcional, sal¨ªan del chiquero despendolados, se com¨ªan los enga?os, abat¨ªan caballos. No puede ser que en s¨®lo dos meses una ganader¨ªa as¨ª se venga abajo. No puede ser que en s¨®lo dos meses toros atl¨¦ticos y pujantes parezcan fumados. Una investigaci¨®n es precisa. Con sigilo, por supuesto.
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