Patxi Andi¨®n entre vahos de Chanel
Sofisticado, ?no? Eso es lo que hubiera dicho Sally Bowles, la ingenua americana de Cabaret y del Adi¨®s a Berl¨ªn, de Isherwood, del aire que rode¨® la otra noche la presentaci¨®n en Joy-Eslava del ¨²ltimo elep¨¦ de Patxi Andi¨®n.Nadie ense?aba u?as pintadas de verde, pero en el bonito teatrodiscoteca, coqueto como una bombonera rococ¨®, se agrupaba para ver la rentr¨¦e del cantante (como hubiera dicho un antiguo cronista de sociedad) el todo Madrid, lo que los medios teatrales denominan hoy, la profesi¨®n. Desde Antonio Buero Vallejo -que entr¨® levemente tarde- y Antonio Gala, que comentaba con una rubia a lo vogue, hasta la consabida legi¨®n de elegantes, lions, mujeres de Marbella, muchachos l¨¢ngidos como dulces afganos -oro, seda, rimel, modistos, y chiffon- y la sacerdotisa Nini Montian. Muchos, casi todos.
Patxi Andi¨®n estrenaba un disco titulado Amor primero. Pero antes -con las fechas de las canciones transitando por la pantalla iluminada y m¨®vil- repas¨® su trayectoria. Desde los finales a?os sesenta hasta cuatro a?os atr¨¢s. Melod¨ªas norte?as con voz ronca (Patxi no tiene, desde luego, buena voz, pero funciona) e invocaciones a la triada capitolina, que, aunque buena, no deja de parecer -en el abuso- como algo fatal: Garc¨ªa Lorca, Antonio Machado y Miguel Hern¨¢ndez. Bien est¨¢. Canciones, protesta (que el cantante llam¨® de respuesta), marineros del bravo mar Cant¨¢brico, el alba que ya llegaba y aquel Una, dos y tres, casi todo el texto en argot.
Las nuevas canciones no rompen el hilo, pero son m¨¢s mel¨®dicas: colegas que se encuentran en el metro (en una canci¨®n -no se dijo- casi traducida del italiano Lucio Dalla), carta al padre sobre el tedio y la esperanza, y la que da t¨ªtulo al disco (de presumible ¨¦xito), cantada a la par con Mocedades, y que narra la aparici¨®n, una tarde en una cafeter¨ªa, de aquella ni?a, amor de casi todo el bachillerato, que ahora -naturalmente- ya no es lo que era, ni tiene las rubias trenzas de Iseo ' por lo que dijo Villon de las nieves de anta?o... Patxi Andi¨®n, satisfecho al final, puso, bien es cierto, su mejor voluntad. Y aunque no tenga el carisma de otros, podr¨¢ gustar. Por el sabor a cazalla de su voz, o por eso mismo, por el tono po¨¦tico de su quehacer e intenci¨®n.
Babelia
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