Finart 83, un espejo de la artesan¨ªa viva de los pueblos de Espa?a
Les brillan los ojos a las ni?as del quinto curso de EGB del colegio Mar¨ªa Inmaculada, de la madrile?a calle de Mart¨ªnez Campos, mientras aprenden a hacer cestos de fibra vegetal en la caseta instalada en Finart por la Asociaci¨®n Casa de la Cultura de la Comarca de Aranjuez. Su ilusi¨®n apenas supera la del muchacho que las instruye en este viejo arte del mimbre. "Son unas aprendices maravillosas", dice, y luego lamenta que los profesores no tengan el mismo entusiasmo. "En los d¨ªas que llevamos de feria, muy pocos ense?antes se han arremangado la camisa para ponerse a trabajar con sus manos".El chico de Aranjuez a?ade, entonces, una queja que puede escucharse entre muchos de los m¨¢s de 100 expositores de Finart. "Se ha hecho poca publicidad y la asistencia est¨¢ resultando escasa", afirma. De no producirse, pues, un aluvi¨®n de p¨²blico este fin de semana, muchos de los expositores habr¨¢n obtenido escasa rentabilidad de su presencia en la Casa de Campo. Los gastos de alquiler de una caseta, transporte de los materiales y electricidad se sit¨²an, en los casos m¨¢s modestos, entre las 100.000 y las 200.000 pesetas.
A unos metros de la caseta de Aranjuez, en la misma galer¨ªa del pabell¨®n de cristal, denominada para la ocasi¨®n Calle de los Oficios, ha instalado su taller Julio Rodr¨ªguez, heredero de una boter¨ªa centenaria del madrile?o barrio de Embajadores. Julio corta las pieles de cabra, les da la cl¨¢sica forma de la bota de vino, las cose y luego procede a ba?ar el interior con una mezcla de resina, aceite y vinagre que lo impermeabiliza.
No hay crisis en este sector, afirma el artesano. "Se siguen vendiendo tantas botas como en la ¨¦poca de mi abuelo Anastasio, pero la gente ya casi no las sabe usar". Por eso, Julio Rodr¨ªguez no deja que los compradores se vayan de Finart sin recibir unos cuantos consejos. "La bota hay que curarla. Para eso, se debe llenar dos o tres veces de buen vino y luego tirarlo", dice en primer lugar. Y prosigue: "Cuando la bota tenga vino y no se utilice, se sacar¨¢ todo el aire para que no se fermente o avinagre dentro. La gente tambi¨¦n suele colgarla de un clavo y eso no es bueno. Lo ideal es que est¨¦ tumbada, para que la pez, el ba?o interior, no se acumule abajo". Por lo dem¨¢s, el joven botero madrile?o informa que estos tradicionales recipientes pueden ser usados asimismo para contener cerveza, sidra o cualquier bebida alcoh¨®lica que no supere los 25 grados, pero no gaseosa o refrescos qu¨ªmicos.
Batidoras y ordenadores en la muestra
Finart ofrece un amplio surtido de orfebrer¨ªa, alfarer¨ªa, cer¨¢mica, marroquiner¨ªa y del peculiar trabajo de la madera, el vidrio y los metales. Hay all¨ª, entre otros, forjadores de Asturias, ceramista de Talavera o cuchilleros extreme?os, y tambi¨¦n representantes de las artes populares de Egipto, Uni¨®n Sovi¨¦tica o Per¨², porque la feria tiene su peque?a representaci¨®n internacional. Todos los productos de la muestra est¨¢n en venta, y en muchos casos se realizan a la vista del p¨²blico, en los denominados talleres vivos. As¨ª que pueden verse en la Casa de Campo los complicados procedimientos del soplado y el estirado del vidrio, o del proceso de fabricaci¨®n de las mu?ecas.Pero Finart no est¨¢ exenta de contradicciones. En sus casetas, se exponen y venden productos de dudosa relaci¨®n con la artesan¨ªa, como licuadoras de frutos, batidoras sin pilas, enciclopedias de los temas m¨¢s diversos, ba?eras de iones negativos para combatir la artrosis u ordenadores que analizan la personalidad al segundo. La presencia de productos industriales ha provocado el descontento de los verdaderos representantes de una actividad que, en palabras del alcalde Enrique Tierno durante el acto de inauguraci¨®n de la muestra, "superan con su imaginaci¨®n y con sus manos el hecho incuestionable y aterrador de que las posibilidades de combinaci¨®n de las formas son limitadas".
Las palabras del alcalde entusiasmaron, en su d¨ªa, a Eugenio Mart¨ªnez Ortega, 66 a?os de edad y cura p¨¢rroco, durante tres d¨¦cadas, de Casasimarro, una poblaci¨®n agr¨ªcola de, 3.500 habitantes de la provincia de Cuenca. El p¨¢rroco de Casasimarro organiz¨®, en 1967, una cooperativa popular que recoger¨ªa la tradici¨®n conquense de fabricaci¨®n de alfombras de nudos, que data del siglo XII, de los tiempos ¨¢rabes. "Yo estoy plenamente identificado con lo social", dice, y "busqu¨¦ que capital y trabajo estuvieran en las mismas manos". Hoy, unas 30 muchachas del pueblo trabajan en la confecci¨®n de tapices con lana, c¨¢?amo y yute, Y han recuperado los tradicionales dise?os persas. Eugenio Mart¨ªnez ha venido a Madrid con una treintena de estas piezas, porque afirma que "la ¨²nica forma de que la artesan¨ªa se promocione es con la relaci¨®n directa entre el productor y el comprador, y para eso las exposiciones son imprescindibles".
El problema es la comercializaci¨®n
Esta ¨²ltima opini¨®n del sacerdote cat¨®lico es compartida por los j¨®venes espa?oles de religi¨®n musulmana del colectivo albaicinero Sabika, promotor de una muestra paralela de artesan¨ªa grana dina que, hasta el 5 de junio, puede contemplarse en la Casa de Granada, situada en. el n¨²mero 17 de la madrile?a calle del Doctor Cortezo. La presencia, all¨ª, de taracea cartujana, cer¨¢mica de Fajalauza o faroles de hojalata, compensa, en cierto modo, la pr¨¢ctica ausencia de artesan¨ªa andaluza en Finart. Un total de 21 talleres, tanto tradicionales como j¨®venes, de la ciudad de la Alhambra, participan en esta muestra de excepcional calidad."El principal problema de la artesan¨ªa en Espa?a", aseguran los componentes de Sabika, realizadores de trabajos en lat¨®n que recuperan el dise?o ¨¢rabe, "es la comercializaci¨®n. La relaci¨®n directa del artesano con el usuario es decisiva para superarlo, y eso s¨®lo puede lograrse si los poderes p¨²blicos potencian el sistema de exposiciones itinerantes por Espa?a y el extranjero, y la edici¨®n de cat¨¢logos". La artesan¨ªa, afirman los granadinos, es uno de los modos actuales de evitar la uniformizaci¨®n de la vida cotidiana. En ese empe?o, las muestras que se puede ver ahora en Madrid son un paso importante.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.