Espl¨¢ es el torero
Todo el mundo a ver a Ojeda, entradas a mill¨®n, disgustos en la familia: "T¨² te vas a los toros, sinverg¨¹enza, y una sin poder comprar un vestido en la bout?que". La culpa la ten¨ªa la radio, por divulgar que los tendidos se pagaban a 20.000 pesetas. Ser¨¢ o no cierto, pero las parientas se lo han creido, como una sola mujer, y no hay quien las aguante. Pero a quien estuvo en la plaza, que le quiten lo bailado. La gente que acudi¨® ilusionada con el nuevo fen¨®meno, tuvo a su Ojeda qu¨ªmicamente puro, y adem¨¢s se encontr¨® con la sorpresa de Espl¨¢. Alguien entendi¨® ayer lo que ya sab¨ªan los aficionados: Espl¨¢ es el torero. Y este fue el triunfador moral de la tarde.Una cosa es dar-pases y otra torear -est¨¢ grabado en casete, para no repetir- y quienes acada modalidad se apuntan l¨®gicamente son pegapases o son toreros, respectivamente. Ojeda pertenece al primer grupo, y tiene vitola de fen¨®meno. Espl¨¢ al segundo, y tiene vitola de maestro, si bien a¨²n no lo es. Un fen¨®meno se fabrica en cuatro d¨ªas y funciona mientras est¨¦ de moda; un maestro s¨®lo madura con los a?os, pero cuando alcanza el grado, maestro se queda de por vida. Para ser fen¨®meno basta con pegar pases; para ser maestro hay que torear.
Plaza de Las Ventas
30 de mayo. Decimos¨¦ptima corrida de San Isidro.Cuatro toros de Hern¨¢ndez Pla, con trap¨ªo y mansos. Cuarto y sexto de La Quinta, cinque?os, con trap¨ªo, nobles; el ¨²ltimo, inv¨¢lido. Luis Francisco Espl¨¢. Estocada atravesada que asoma y dos descabellos (algunas palmas). En la suerte de recibir: pinchazo, estocada atravesada que asoma y tres descabellos (petici¨®n, dos vueltas clamorosas al ruedo y gritos de "?Torero!". Fue despedido clamorosamente con nuevos gritos de "?Torero!'. Emilio Mu?oz. Media desprendida, rueda de peones y descabello (pitos). Estocada a un tiempo y descabello (silencio). Paco Ojeda. Estocada delantera desprendida (divisi¨®n de opiniones). Estocada baja (dos orejas, con protestas). Sali¨® a hombros por la puerta grande con divisi¨®n de opiniones.
Espl¨¢ es el torero, en la brega, manejando el capote con eficacia y arte; en el primer tercio, calibrando la bravura de los toros; en banderillas, cuyo tercio convierte en estampa sepia de las a?ejas, tauromaquias; en su impecable colocaci¨®n durante la lidia, que le permite hacer el quite all¨ª donde es preciso. Espl¨¢ es el torero, que asume su funci¨®n de director de lidia, con todas las consecuencias, y le dice al picador de Mu?oz d¨®nde tiene que hacer la suerte. Mu?oz se amostaz¨® por ello y protest¨®, pero la orden estaba dada y cumplida. Y si antes el toro recelaba del caballo, en el nuevo terreno embest¨ªa. Pues la lidia es, en lo suyo, ciencia, que entienden toreros, y que por lo mismo no se puede dejar en manos de pegapases.
Espl¨¢ hab¨ªa muleteado con valor y oficio al primero de la tarde, que se quedaba corto, Banderille¨® con gran espect¨¢culo y prendi¨® pares soberanos, uno en cada toro: por los terrenos de dentro y a topa camero. Inici¨® la faena al cuarto sin especiales relieves, hasta que un aficionado del tendido siete le grit¨®: "?Ens¨¦?ale desde ah¨ª la muleta al toro!".
Era a distancia, acept¨® el consejo Espl¨¢, brind¨® la suerte, adelant¨® la pa?osa. El toro se arranc¨® de largo y el derechazo sali¨® monumental. All¨ª empezar¨ªa el delirio. Espl¨¢ bord¨® el toreo. Series de redondos llenos de hondura y sabor, con remates espl¨¦ndidos, y uno descar¨¢ndose rodilla en tierra para solventar con torer¨ªa una arrancada descompuesta. Ten¨ªa a la plaza en pie, convulsa de emoci¨®n, cu¨¢ndo en el mism¨ªsimo platillo cit¨® a recibir dos veces desde muy largo. La estocada final le qued¨® con fea traves¨ªa. El triunfo, no obstante, fije de clamor. "?Torero, torero!" era el grito un¨¢nime, con ese vibrante clamor que la c¨¢tedra de Las Ventas reserva para las grandes solemnidades.
Ojeda lleg¨® despu¨¦s, con su peculiar estilo y su toro. Templado, d¨®cil toro; justo el que le sirve. Unos de la firma y un cambio de mano los instrument¨® con exquisitez. Luego, los redondos pata 'lante, aunque largando tela, forzando la figura y con propensi¨®n al circular, que es variante pueblerina de la suerte. Precisamente alcanz¨® el climax con dos circulares extra¨ªdos de la m¨¢s pura escuela damasina -por delante y por detr¨¢s- que fueron uno solo de tanto como los lig¨®. A partir de aqu¨ª, ahogaba la embestida, y el alarde consist¨ªa en empalmar pases de tan inveros¨ªmil forma, para alborozo de su p¨²blico.
El tercero hab¨ªa sido manso de los que: escapan del enga?o, y dio con ¨¦l una vuelta al ruedo completa, al hilo de las tablas, intentando colocarle el derechazo, con parecida tenacidad a la de Jaimito con la navajita. No hab¨ªa t¨¦cnica, no hab¨ªa imaginaci¨®n, y a¨²n menos torer¨ªa hab¨ªa. Pero quiz¨¢ no lo necesite Ojeda, pues lo que su p¨²blico le pide es el alarde, y si el toro no es toro, pues qu¨¦ m¨¢s dar¨¢.
Entre Ojeda y Espl¨¢ hubo un Emilio Mu?oz descentrado, a quien desbordaba la casta de los Hem¨¢ndez Pl¨¢. Desigual, sin ligar, sin encontrar las distancias, no tuvo sitio en la plaza y se va sin sitio de la feria. La afici¨®n de Madrid le trat¨® con severidad, no le toler¨® ni pico de m¨¢s ni temple de menos, y ya fue enfrentamiento cuando reconvino al director de lidia, a Luis Francisco Espl¨¢, nada menos. Nunca lo hiciera. Pues ¨¦se, Espl¨¢, es el torero. La c¨¢tedra lo ha proclamado por plebiscito.
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