Yiyo, torerazo
Vino de suplente y ah¨ª est¨¢, candidato a triunfador de la feria. Yiyo, esa es la figura. Yiyo, torerazo. Torero completo, en todas las suertes. Torero en la brega, en quites, y con la muleta, artista y dominador. El repertorio de la tauromaqu¨ªa plasm¨¦ ayer Yiyo ante la asombrada c¨¢tedra de Las Ventas, y cuando ya lo hab¨ªa desgranado con aut¨¦ntica exquisitez, se mostr¨® en su dimensi¨®n de torero de casta, valiente, decidido a triunfar a pesar de la bronquedad del toro y a pesar de la cogida.ste s¨ª que es valiente, a carta cabal. ?ste no se reboza por las sienes del borrego inv¨¢lido, al amparo de su ceguera imposibilit¨¢ndole la embestida. ?ste se deja ver, aguanta la arrancada fuerte, desprecia el filgor helado del ga?af¨®n. Y torea. Torea adem¨¢s con alma, e imprime la marca de su personalidad, sin necesidad de proclamarla o de fingirla cara a la galer¨ªa. Porque lleva el toreo tanto en la cabeza como en el coraz¨®n, y ese toreo, de escuela, lo interpreta con la peculiaridad de su sentimiento, adecu¨¢ndolo a las cambiantes condiciones del toro.
Plaza de Las Venta
1 de junio. Decimonovena corrida de San Isidro.Cinco toros de Alonso Moreno, bien presentados, flojos y pastue?os. Sexto, sobrero de Bernardino Jim¨¦nez, con trap¨ªo, manso y bronco. ?ngel Teruel. Estocada ca¨ªda (algunas protestas). Pinchazo hondo a un tiempo y estocada (oreja). Yiyo. Pinchazo y bajonazo descarado (silencio). Bajonazo descarado (palmas y tambi¨¦n pitos cuando saluda). Yiyo. Estocada desprendida (oreja). Estocada baja y dos descabellos (oreja). Sali¨® a hombros por la puerta grande con adamaciones de "?torero!".
Tuvo uno nobilis¨ªmo, al que lance¨® con finura; se adorn¨¦ con largas en sus distintas versiones, lo lidi¨® sin permitir que los subalternos intervinieran en la brega. Ten¨ªa Yiyo todo el corte de los toreros antiguos. Y le hizo una faena de muleta que si no hubiera estado aderezada por las salpicaduras del arte, dir¨ªamos que fue de libro. Faena enciclop¨¦dica, porque en ella incrustaba las m¨¢s variadas suertes, y todas se produc¨ªan con tanta naturalidad y armon¨ªa que parec¨ªan de su invenci¨®n. Faena que progresivamente se enriquec¨ªa, hasta alcanzar la cumbre del arte. Siempre en los pases de pecho; para una antolog¨ªa los ayuados por alto, enlazados con el de pecho hondo y un molinete ce?id¨ªsimo. Y despu¨¦s, derramando torer¨ªa, por bajo, rodilla en tierra.
Toda la corrida sal¨ªa nobil¨ªsima. Inexplicablemente, ?ngel Teruel era incapaz de templar las boyan tes embestidas del ejemplar que abri¨® plaza. Se desquit¨® en el cuarto, al que tore¨® con finura. Muchos de sus muletazos poseyeron el aroma peculiar del toreo cl¨¢sico y el mismo planteamiento de la faena fue t¨¦cnicamente bueno. Sin embargo, otros los ejecuta ba dejando atr¨¢s la pierna contraria y adelantando el pico. No es nuevo, por otra parte, en este torero, que ha convertido tal amalgama de virtudes y defectos en estilo personal.
Con un toro aplomado y otro manejable, Armillita no consigui¨® rebasar los l¨ªmites de la vulgaridad. Banderille¨® muy mal, peg¨® pases sin tino. El sexto fue devuelto por inv¨¢lido y cuando a¨²n no hab¨ªan aparecido los, cabestros salt¨® a la arena una mujer torera. Corbelle le sali¨® al paso, pero la dama le puso la punta del estoque en el pecho. "?Un paso m¨¢s, y no respondo!", dicen que le dijo. Se mascaba el drama: ?Corbelle, a punto de ser pasado por las armas!, qu¨¦ tiempos vivimos. Intervino entonces Curro ?lvarez, que desarm¨® a la espadachina, la tom¨® en brazos y la entreg¨® a los guardias. La gente estaba estupefacta. No toda, pues algunos animaban a la parienta: "T¨ªrate t¨² tambi¨¦n, vida m¨ªa, anda", le dec¨ªan, `que son hermanitas de la caridad y no hacen nada". Se pon¨ªan pesad¨ªsimos.
El sobrero rompi¨® la dulzura de la corrida. De mala catadura, se emplaz¨® nada m¨¢s saltar a la arena. Yiyo orden¨® a los peones que se taparan y fij¨® su descompuesta embestida con unos capotazos eficaces. De ah¨ª en adelante. su actuaci¨®n fue un continuo alarde de valor sereno y torer¨ªa. El toro se cern¨ªa con peligro pero Yiyo aguantaba las violentas embestidas y lleg¨® a embarcarlas con hondura. Transcurr¨ªa emocionante la faena, cuando se distanci¨® y, citando de largo, consigui¨® los mejores pases de la tarde. Los naturales pusieron al p¨²blico en pie. En uno de ellos sali¨® volteado de forma escalofriante, pero se incorpor¨® de inmediato, de nuevo cit¨® de largo, volvi¨® interpretar el toreo en toda su pureza.
Cuando cobr¨® la estocada -que qued¨® baja- el triunfo ya era de apoteosis y la plaza entera le aclamaba. "?Torero!, ?Torero!". Sali¨® a hombros por la puerta grande, y en aquellos momentos ocupaba un puesto cimero entre las figuras. La lecci¨®n de Manolo V¨¢zquez, la maestr¨ªa de Anto?ete y su distancia, la torer¨ªa de Espl¨¢, hab¨ªan tenido por una tarde su s¨ªntesis en Yiyo; torerazo Yiyo.
Babelia
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