El Tulio de la papada
Apareci¨® pasito a paso, le dec¨ªan dormido, pero en realidad era receloso; present¨ªa lo que le iba a ocurrir en esa explanada de albero donde no hab¨ªa estado jam¨¢s. Era un Tulio hondo, de nombre Mandador. Tulio amazacotado, anch¨ªsimo de lomo y vueltas astas; la piel tirante por la presi¨®n de una musculatura que parec¨ªa iba a estallar. Pero lo que le caracterizaba era la papada; badantida papada, que le bamboleaba entre los brazuelos, casi le ocultabw1a cara, y ¨¦sta emerg¨ªa fosca, con una expresi¨®n demoniaca.El Tulio de la papada no quer¨ªa embestir. Recelaba la fantasmagor¨ªa escarlata que se agitaba ante sus ojos aterrados. Gentes sin norte en la ciencia taur¨®maca lo protestaron con la audacia que la ignorancia conlleva, y arrojaban al ruedo botes y almohadillas. El presidente, que llaman se?or Gonz¨¢lez, acert¨® al desoir la algarada incivil y orden¨® que salieran los picadores. Cuadr¨²pedos eran especie conocida del Tulio, y nada m¨¢s ver al caballo se arranc¨® de largo, meti¨® los ri?ones con tremenda codicia y lo estrell¨® contra las tablas.
Plaza de Las Ventas
4 de junio. Vigesimosegunda corrida de San Isidro.Cinco toros de Isa¨ªas y Tulio V¨¢zquez, con trap¨ªo, destrozados en varas, aplomados. Segundo de Carmen Ord¨®?ez, manso, manejable. Ruiz Miguel. Pinchazo, estocada trasera y descabello (silencio). Estocada baja (divisi¨®n) Luis Francisco Espl¨¢. Pinchazo hondo (oreja). Bajonazo descarado (silencio). Jos¨¦ Luis Palomar. Pinchazo trasero bajo y media pescuecera (palmas y saludos). Pinchazo saliendo trompicado y estocada trasera (ovaci¨®n).
Ni un duro dar¨ªa yo por los huesos de ese caballo si no son para harina, despu¨¦s del salvaje empuj¨®n. El toro se gan¨® una ovaci¨®n, el presidente otra, y la masa desnortada en ciencia taur¨¢maca, la rechifla de la afici¨®n. M¨¢s puyazos tom¨® el Tulio de la papada, que adem¨¢s derrib¨® e hiri¨®; todas desde muy largo; en todas le desbarataron los lomos.
Las Tulio sufrieron el m¨¢s desproporcionado, duro y rufianesco castigo que hayan recibido las corridas de la feria. Los destrozaron en varas. Deliberadamente apuntaban los picadores atr¨¢s y abajo, rasgando sus carnes de grosera forma y lacerando ¨®rganos vitales. Los picadores han convertido el hermos¨ªsimo primer tercio en una carnicer¨ªa que averg¨¹enza a cuantos la contemplan. Ellos son los verdugos de la fiesta y ellos tuvieron culpa de que los Tulio se quedaran sin embestida.
El mismo toro de la papada, que era noble, perdi¨® recorrido y Jos¨¦ Luis Palomar se vio obligado a exponerle mucho, pisar su terreno, darle distancia -cuando se la dio; no tanto como conven¨ªa-, para sacar muletazos en redondo, Los instrument¨® con mucho m¨¦rito y. las veces que adelantaba al hocico las bambas del enga?o, mejoraba el pase. El espada soriano hac¨ªa gala de reciedumbre y cuando se volc¨® en el volapi¨¦ y sali¨® prendido por un mullo, ni siquiera se. mir¨® el desgarro de la taleguilla. En su otro toro, que acab¨® absolutamente aplomado y reserv¨®n, porfi¨¦ in¨²tilmente; total, para sacar dos o tres pases limpios y alg¨²n peligroso ga?af¨®n.
El primero de la tarde ya sali¨® de chiqueros apagado y no despert¨® en toda la lidia. Toro, adem¨¢s, sin fijeza, era imposible hacerle faena; obviamente, no se la hizo Ru¨ªz Miguel. El cuarto, de media arrancada, echaba la cara arriba. Alguien del tendido tuvo la osad¨ªa de proclamarlo noble, y se espera que el lunes acudir¨¢ al oculista antes de que abran. S¨®lo los reflejos y la habilidad para el regate que tiene Ru¨ªz Miguel pod¨ªan sortear las broncas reacciones del Tulio, que adem¨¢s desarrollaba sentido a medida que transcurr¨ªa la faena.
Asimismo agotado en varas el quinto, Espl¨¢ lo mulete¨® con decoro y su recurso fue andarle con pinturer¨ªa. Los Tulio, cuajados y serios, v¨ªctimas de las palizas que les pegaban los del castore?o, hac¨ªan imposible el lucimiento. Hubo .de ser un sustituto de Carmen Ord¨®?ez el que diera juego. Los tres espadas le hicieron quites -a lo chatre el de Palomar- y Espl¨¢ derram¨® torer¨ªa en todos los tercios.
La faena, estructurada sobre series en redondo, que ejecut¨® con hondura, se revalorizaba con su estampa de torero antiguo, plasmada en m¨²ltiples detalles. Agonizante la res, colocaba sobre sus lomos la muleta, y era la apostura, la dignidad con que oficiaba el rito de la tauromaquia, lo que tra¨ªa al coso aires renovadores, que en realidad son un renacimiento del toreo rom¨¢ntico.
Espl¨¢ devuelve a la fiesta su condici¨®n de gran espect¨¢culo, pero sin traicionar jam¨¢s la regla de oro, los valores eternos de este arte singular, y tal es su impagable aportaci¨®n. La torer¨ªa de Espl¨¢ y la seriedad de la corrida, que culmin¨® con el impresionante Tulio de la papada, dieron vida ayer a las viejas estampas de La Lidia.
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