'El maquinista de la General' el tren de la libertad
Buster Keaton consideraba El maquinista de la General su mejor pel¨ªcula, y al final de 'su vida, arruinado y marginado, hablaba de ella con adoraci¨®n y una intensa nostalgia. Era la nostalgia de la libertad.No andaba descaminado Keaton en su alta estima de este filme. Hay otros suyos mucho m¨¢s hilarantes, como Siete ocasiones, y otros m¨¢s complejos y sutiles en composici¨®n y direcci¨®n, como El cameraman. Pero El maquinista de la General, sin llegar a la perfecci¨®n de los anteriores puntos fuertes, sintetiz¨® las virtudes de ambas pel¨ªculas y puede considerarse como la m¨¢s completa y equilibrada de cuantas hizo.
La nostalgia de Keaton era en ¨¦l, probablemente, un homenaje al filme en el que pudo trabajar con mayor libertad en su vida. Fue realizado en 1926 y su productor, Joe Schenck, proporcion¨® a Keaton para su rodaje un holgad¨ªsimo presupuesto y todos los medios materiales imaginables.
Sue?os dorados
Buster Keaton, de esta manera, se encontr¨®, por primera vez en su vida, al frente de un rodaje donde ni el dinero ni el celuloide virgen ni el tiempo de rodaje contaban. Pudo lograr sus sue?os dorados: rodar como lo hac¨ªa su gran rival, Charles Chaplin, con la tranquilidad de quien sabe que le est¨¢ permitido efectuar docenas y docenas de repeticiones de cada plano, hasta encontrar el que consideraba perfecto.
Fueron unos ef¨ªmeros meses de holgura para quien, como Keaton, tuvo que hacer la mayor parte de su obra entre estrecheces, recortes de presupuesto, deprisa y corriendo, apretado por las presiones y urgencias de los productores, lo que le forzaba a saltar enormes, escollos sin m¨¢s p¨¦rtiga que su talento desnudo, su rapidez y su intuici¨®n.
Parad¨®jicamente, El maquinista de la General, filme perfecto, pero de muy alto costo, no tuvo ¨¦xito de p¨²blico y aument¨® los n¨²meros rojos de Joe Schenck. Buster Keaton no volvi¨® a obtener nunca m¨¢s otro cheque en blanco. A partir de entonces los productores vigilaron con lupa sus rodajes, y otra vez, tras su ef¨ªmero trabajo a horizonte, abierto, volvi¨® a encerrarse entre los callejones y vericuetos de las trampas y los recortes presupuestarios de los estudios. Cuentan que a partir de entonces, a Keaton se le agri¨® el car¨¢cter y comenz¨® a beber m¨¢s de la cuenta. Fue el comienzo de su prematuro final.
El maquinista de la General es un admirable y divertid¨ªsimo filme de aventuras, que es posible considerar incluso como una obra cl¨¢sica dentro de este g¨¦nero. Su ritmo creciente y su ascenso matem¨¢tico son de una perfecci¨®n casi sin precedentes en la ¨¦poca. En tal esquema de tensi¨®n argumental aventurera, Keaton introdujo su peque?o mundo, tan profundo y peculiar, aquella su compleja concepci¨®n de la comicidad. Sus irresistibles invenciones de risa, su propio personaje elaborado en decenas de fil mes precedentes. E introdujo todo esto con enorme soltura y rigor.
"No se entiende bien hoy el fracaso de este filme, que cuenta con algunos de los instantes mejores y m¨¢s l¨²cidos de la historia del cine c¨®mico. Por ejemplo, el delirante e insuperable gag de Buster Keaton con el ca?¨®n que transporta su tren, que es probablemente el m¨¢s gracioso y sofisticado ejemplo del principio tradicional de la autonom¨ªa de los objetos, que es una de las llaves maestras de la comicidad pura de todos los tiempos, desde Arist¨®fanes a Ionesco.
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